Duelo
El poder de la aceptación
La pandemia nos arrojó a un duelo colectivo. Repentinamente, todos perdimos algo; algunos más y otros menos, pero todos perdimos algo.
El duelo tiene diferentes matices y toda pérdida trae consigo un cambio sustancial en la vida; no solo por aquello que perdimos, sino por lo que muere subjetivamente de nosotros mismos con esa pérdida, ya sea material, espiritual o afectiva. Atravesar un duelo es un proceso transformador y no existen recetas para tramitarlo sin dolor; pero conocer sus etapas, identificar si estamos bloqueados en una de ellas y entender cómo superarlas podría ayudar a alcanzar de una forma más asertiva la aceptación, ese momento en donde la realidad se impone por sobre el dolor y gestionar así, con mayor lucidez, este momento desafiante.
Las etapas del duelo
Todo duelo, independientemente de la pérdida, tiene un proceso. Este puede darse en un orden diferente al establecido, pero, básicamente, se atraviesa por cinco etapas.
La primera etapa es la negación. Pensamientos como “esto no está pasando” o “esto no es real”. Un ejemplo cercano es que, al principio de la pandemia, la negación llevó a tomar malas decisiones a muchas personas, desde presidentes hasta científicos, lo que demuestra que la negación desestima lo que está pasando y se toman riesgos innecesarios y hasta temerarios.
La segunda etapa es la ira, la rabia, en donde uno se pregunta por qué y busca culpables. En el caso de la covid-19 se culpó a un país. Pero el enojo no aporta nada útil, por más que nos enojemos con alguien o con el destino, el mal ya está hecho.
La tercera y cuarta etapa son la tristeza y la negociación. Aquí ya se pueden vislumbrar los pros y contras de la situación. Empezamos a ver qué podemos encontrar de positivo y útil para uno y para los demás. Así nacen fundaciones, obras solidarias como “CanSer”, que ya funciona como apoyo psicológico, emocional y espiritual para personas con cáncer en nuestro país, a pedido de la directora de cine paraguaya Renate Costa, quien falleció este año en París a causa de esta enfermedad.
En este periodo también fuimos testigos de “reinvenciones” de muchos negocios. Algunos lograron sacar adelante un proyecto, reacomodar prioridades y salir a flote, no solo económica, sino emocionalmente, a pesar de la tristeza y la frustración de perder años de esfuerzo. Así también, muchos quedaron bloqueados en la tristeza, en la angustia e incluso en la depresión. Si además perdieron a un ser querido al que no pudieron despedir —lo que se denomina duelo acumulado, en donde existe más de una pérdida al mismo tiempo— el proceso puede prolongarse aún más, sumado a la culpa que siente la persona por no haber podido estar o por no haber hecho o dicho algo más.
El ritual del duelo es un proceso personal y social, y no poder abrazar ni tener la contención de los seres queridos, además de no tener el ritual del velorio, es algo excepcional; por tanto, es necesario potenciar la parte personal frente a la colectiva. Ahora que tenemos bloqueada la parte social, es necesario encontrar una manera personal de reemplazar esta dimensión, que puede ser crear un pequeño altar para esa persona, colgar una foto suya en la pared, prender una vela, organizar una reunión virtual con los más allegados y teniendo en mente también que, en un futuro, se podrá realizar una ceremonia que pueda dar cierre y despedida familiar al ser querido.
La última etapa es la aceptación: hacer las paces con lo que estamos viviendo es la conclusión que nos indica que estamos preparados para retomar la vida, ya que la aceptación nos permite ver que no podemos cambiar algo que sucede ni recuperar lo perdido, solamente modificar nuestra actitud ante ello. Hacerlo nos lleva a tomar mejores decisiones y ayuda a proyectar un nuevo horizonte.
Cuando el duelo se complica
Existen diferentes formas en las que un duelo puede volverse crónico. Si bien no existe un tiempo ideal o establecido para considerarlo normal, lo esperable es que entre uno y dos años ya pueda llegar a una resolución. Los duelos complicados se dan ante una pérdida abrupta.
Algunos tipos de duelos complicados son: el duelo crónico, que dura años y la persona se siente incompleta; el retrasado, en donde los síntomas aparecen meses o incluso años después de la muerte del ser querido, sucede cuando el dolor es muy intenso o la persona tuvo que postergar su dolor; el duelo exagerado es cuando el dolor impide a la persona tener una vida normal. Finalmente, el duelo enmascarado es cuando el detonante del abuso de fármacos, alcohol o drogas es el sufrimiento de la pérdida, pero la persona lo niega.
Es importante identificar si alguien cercano vive un duelo complicado para poder asistirlo y ofrecerle ayuda psicológica.
El duelo es un tiempo para sanar
Los seres humanos siempre encontramos formas de adaptarnos a la realidad que nos toca vivir. Tarde o temprano, de forma normal o crónica, la realidad termina por imponerse y seguimos adelante, en el mejor de los casos. La tendencia a la supervivencia ya nos ha llevado a superar pérdidas, duelos, pandemias y catástrofes de grandes magnitudes.
Tener paciencia con uno mismo y dejarse ayudar son formas de sobrellevar estos momentos aceptando nuestra dimensión humana. No es un momento para vivirlo de manera “heroica”, solos o “sin molestar”.
Algunas sugerencias que podemos tener en cuenta para sobrellevar un duelo:
- Buscar el apoyo de amigos y familiares, entender que a veces vamos a preferir estar solos, pero que también vamos a necesitar compañía. Esta confusión es normal.
- Tener a disposición dos o más personas con las que puedas desahogarte, para no desbordar a una sola.
- Encontrar y propiciar momentos de felicidad y bienestar, activar estos momentos incluso de forma automática, podrá ayudarnos a retomar el placer por la vida.
- El duelo es un tiempo de reposo y retraimiento, pero es importante retomar algunas obligaciones para no aislarse de familiares y amigos.
- No es aconsejable tomar decisiones precipitadas, las emociones pueden nublar el juicio.
- Escribir en un diario palabras que no se dijeron o anotar recuerdos de la persona, puede ayudar a expresar emociones.
- Permitirse hablar de los buenos y malos momentos, no hay razón para negar la tristeza o la alegría.
- Es necesario recuperar el autocuidado, alimentarse bien, hacer alguna actividad física o artística.
- Retomar y reforzar la cultivación espiritual, si uno tiene una creencia religiosa.
- Utilizar la tecnología para mantener cerca los vínculos sociales. Por la pandemia debemos estar alejados físicamente, pero no por eso dejar de hablar con amigos y familiares.
Debemos aceptar también que el duelo forma parte de la vida, que es natural y que lo vamos a atravesar más de una vez, ya sea por pérdidas reales o abstractas. Como la escritora Isabel Allende dijo en una entrevista: “Me di cuenta en algún momento de que uno viene al mundo a perderlo todo. Mientras más uno vive, más pierde. Vas perdiendo a tus padres primero, a gente a tu alrededor, tus mascotas, los lugares y tus propias facultades también. No se puede vivir con temor, porque te hace imaginar lo que todavía no ha pasado y sufres el doble. Hay que relajarse un poco, tratar de gozar lo que tenemos y vivir en el presente”.
Quizá el secreto para tramitar la angustia por aquello que todavía no pasó, pensando en un futuro inevitable y vivir en un eterno duelo por lo que uno ya perdió, anclado en el pasado, es tomar conciencia del presente, que no es más que sentirse pleno y agradecido por lo que uno tuvo, por el tiempo que pudo amar a una persona que ya no está, y tener por seguro que nuestros seres queridos desearían nuestra paz y felicidad.