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Canova Lab

Iluminación retrofuturista

A veces, los objetos necesitan un pequeño giro para revolucionar su utilidad. Esta es la premisa, tanto práctica como estética, que sienta las bases de Canova Lab, un emprendimiento de lámparas de autor que Sebastián Canova y Belén Careaga llevan adelante hace dos años. Con ellos, exploramos el proceso creativo tras estas luminarias retrofuturistas elaboradas a partir de la combinación de objetos impensados y la pasión por el diseño.

El amor por el diseño y el deseo de explotar la creatividad son los elementos que refuerzan el lazo entre Belén Careaga y Sebastián Canova. Ellos llevaban 11 años juntos y seis trabajando codo a codo en el bar Mariano Domingo, que abrieron en el Hotel Chaco, un establecimiento de la familia de Seba que, penosamente, cerró durante la pandemia. Fue justamente en este periodo que surgió de manera espontánea la idea de realizar lámparas de autor.

El amor por el diseño y el deseo de explotar la creatividad son algunos de los elementos que refuerzan el lazo entre Belén Careaga y Sebastián Canova

El condimento esencial ya existía: él siempre sintió predisposición hacia el diseño, la electricidad y todo lo relacionado con labores manuales de restauración. De hecho, tuvo la oportunidad de adentrarse en estos aspectos al trabajar en el Hotel Chaco.

Belu nos cuenta que su afición lo llevó a elaborar unas lámparas con objetos al azar que tenían en casa y “darles la vuelta” para armar con ellos las luminarias novedosas y atractivas que encontraba en su imaginación, pero no en el mercado local.

Al mismo tiempo y de forma muy orgánica, se incorporó la estética circular o de bordes redondos, una impronta estilística y metafórica que diferencia a todas las creaciones de Canova Lab. “Además de que las lámparas cuadradas no van con nuestro gusto, creo que esto también viene del concepto de renovar el ciclo de las cosas y dotarlas de un nuevo sentido”, ahonda ella.

Así encontraron un mundo de objetos redondos para elegir: boles de cocina, sillas de jardín, paraguas, plafones circulares y, básicamente, todo lo que sirviera. Seba explica que los anticuarios, depósitos y hasta chatarrerías son tesoros para su labor creativa, porque los desafíos y las reformas aumentan la emoción de este emprendimiento. “Trabajo mucho con acero inoxidable, metales, plásticos, vidrio, materiales con textura y partes de lámparas antiguas, pero la búsqueda más importante es que no se vean los focos y que la iluminación sea de rebote”, asegura el artista.

ESCULTURAS LUMÍNICAS

Con mucha emoción en los ojos, Belén nos cuenta una curiosidad acerca de Canova Lab: cada lámpara tiene su propio nombre, una identidad basada en aquello que sirvió de inspiración. Ovnis, planetas, ojos, hongos y hasta el mismísimo sol se encuentran en la lista de creaciones de este dúo, porque el propósito final no es únicamente iluminar, sino también lograr artefactos dignos de apreciar, con luces elegidas para crear múltiples escenas.

Cada lámpara tiene
su propio nombre,
una identidad basada
en aquello que sirvió
de inspiración. Ovnis,
planetas, ojos, hongos
y hasta el mismísimo
sol se encuentran en
la lista.

“Hago lámparas a partir de lo que encuentre, con una tendencia retrofuturista y setentosa hacia los colores clásicos”, asegura él. Uno de los primeros proyectos de Canova Lab es el ejemplo más claro. Se trata de Los ovnis, una serie de lámparas hechas a partir de tapas de cacerolas, con plomadas de albañilería en la punta, que utilizan iluminación de rebote en tonos cálidos.

Además, la fachada de una casa artística alberga otras luces interesantes. El lugar necesitaba un objeto decorativo que no se mantenga estático, por lo que Canova Lab convirtió unas lámparas de lava en faroles de pared. La base es de luminarias de jardín, mientras que el interior tiene agua con aceite y parafina que, cuando se calienta, comienza a moverse de un lado al otro.

De entre todos los diseños en su haber, el objeto más particular y novedoso con el que trabajó Seba es una antena parabólica a la que el artista le dio el nombre de El ojo. La estructura de este aparato está recubierta con polygal de color naranja, un material que se utiliza para techos traslúcidos. En el interior hay cuatro reflectores de luz blanca que miran hacia arriba, de manera que el reflejo rebota hacia abajo y proporciona iluminación cálida. Finalmente, el iris se formó con una sombrilla verde, que también sostiene un reflector cálido que mira abajo para emular la pupila.

Por otra parte, el match artístico y romántico de esta pareja crea un ambiente de trabajo donde la química no deja de fluir.

Mientras él se encarga del diseño y la ejecución de las ideas, ella se aboca al marketing y la difusión de estas luminarias artísticas en redes sociales. “Más allá de que confeccionemos o no las lámparas en un espacio, también hacemos asesorías de iluminación y ambientación, siempre con la utilidad que deseen darles los dueños como objetivo”, acota Belu.

“Nuestra idea es tener diferentes tipos de ambientación en un mismo espacio, para cambiar la perspectiva del lugar de acuerdo con la ocasión. La luz que uno necesita para trabajar no es la misma que se usa al cenar con la pareja, por ejemplo”, añade.

En este sentido, ambos sostienen que los detalles lumínicos deben ser pensados desde el principio de la obra y no durante la finalización de la misma ya que, una vez terminada la construcción, el desafío de modificar las luces para lograr la ambientación deseada es mayor.

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