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El cáncer, un desafío personal

El abordaje de la psicooncología

Los desafíos no pueden ser buenos o malos. Los desafíos son simplemente desafíos.

Carlos Castañeda

Las mamas no solo nos contectan con un aspecto importante de nuestra identidad femenina y de la sexualidad, sino que también nos unen con un rol trascendental como es el de la maternidad. Cuando una mujer es diagnosticada con cáncer de mama, tiene el desafío personal de observar que las emociones sanen en sincronía con el cuerpo.

En esos momentos estamos muy concentradas en cuidar el cuerpo. Lo alimentamos bien, hacemos ejercicios y cumplimos cabalmente con todas las exigencias médicas, pero las emociones quedan un poco abandonadas por rescatar solamente la estabilidad biológica. No podemos asegurar que cuando sana el cuerpo también sanan las emociones negativas, que afloraron y se instalaron en el proceso de asumir una enfermedad de este tipo.

Este proceso comienza desde el momento en el que nos enteramos de la dolorosa noticia, y las emociones pasan desde los temores más oscuros a la ira, la frustración, la depresión, la ansiedad y el distrés (estrés negativo o crónico). De la misma manera, aparecen los cuestionamientos obsesivos como “por qué me pasó esto”, “por qué a mí”, “qué hice o dejé de hacer”, pensamientos malignos que también arrasan con los sentimientos benignos que ya tenía la persona. En el caso de la recuperación, subestimar las emociones después del alta es una ilusión y hasta una negación sobre el estado real e integral de la persona que lo vivió.

Por eso, es importante pensar en la terapia y el apoyo psicológico del paciente oncológico, no solamente durante el tratamiento, sino después, hasta que no queden vestigios de los traumas y temores que se instalaron en un momento tan desafiante. La enfermedad puede llegar a convertirse en un desafío personal que transforma no solo la dinámica vital biológica, sino las dimensiones existencial, trascendental y hasta con la vida misma. Hablemos sobre cómo enfrentar el cáncer de mama individualmente y sobre cómo sanar, a través del cuerpo, también el alma.

Si se ha atravesado por una mastectomía o quimioterapia, procedimientos que dejan secuelas estéticas que necesitan configurarse a la nueva identidad, se requiere de tiempo y paciencia para la llegada de una aceptación no solo personal, sino también social de una misma.

Lo que importa (y lo que no)

Lo que podemos hacer es aceptar la compañía que los demás nos ofrecen y buscar una escucha sincera. Si aparecen sugerencias para consultar con un profesional psicólogo o psiquiatra, es conveniente aceptar el contacto y darse la oportunidad de hablar y expresar los sentimientos en un espacio profesional, para iniciar o continuar con un tratamiento terapéutico, psicológico o espiritual.

Podés encontrar grupos de apoyo o iniciar tu propio grupo de chat con personas que estén pasando por la misma situación para entender que el proceso y los sentimientos son semejantes, aunque subjetivos a cada uno. Por eso podemos empatizar con el dolor de los demás. A la vez, usar el espacio para comentar los miedos y frustraciones personales, así como aportar aquellas victorias que se consiguen día a día para asimilar y aceptar la enfermedad.

Es posible superar los complejos con respecto a la nueva imagen. Si se ha atravesado por una mastectomía o quimioterapia, procedimientos que dejan secuelas estéticas que necesitan configurarse a la nueva identidad, se requiere de tiempo y paciencia para la llegada de una aceptación no solo personal, sino también social de una misma.

Llegado el momento, es importante animarse a salir y socializar, no dejar que los miedos o ideas irracionales sobre la imagen y lo social nos condicionen al encierro o aislamiento. Al contrario, imponer la seguridad por sobre la imagen es una de las grandes fortalezas que construye el despojarse del apego a la imagen, cuando la autoestima no tiene asidero en lo superficial, sino en lo trascendental.

Es necesario acompañar este proceso, buscando las opciones que ofrecen la posibilidad de sentirse cómoda con una misma, acudiendo a soluciones estéticas que se van a ir encontrando en la medida en que ciertas cosas se necesiten acomodar.

Así también, una puede cultivar un estilo de vida sano y erradicar aquello que sea tóxico (en todo contexto), especialmente en el relacionamiento con los demás: pareja, amigos y familiares, pero también en alimentación y estilo de vida. Es útil conectar de nuevo con las pasiones como el arte, el deporte, la esfera espiritual, la naturaleza, los amigos, viajes o lecturas, aparte de investigar la relación posible entre las emociones, relaciones personales y existenciales con respecto a la resolución biológica otorgada por la enfermedad.

En este campo existen muchas teorías, que en algunos casos no son tan consistentes como relacionar directamente las emociones, pensamientos y actitudes como causales de enfermedades, porque hasta ahora, no se saben los verdaderos detonantes, aunque existan varias hipótesis.

La epigenética conductual y la herencia emocional son algunos parámetros interesantes a tener en cuenta para analizar la estructura biográfica de las emociones y sobre lo que tenemos que superar, perdonar o decir para poder liberar al corazón y la mente. Es un proceso de recuperación y fortalecimiento inmunitario no solo físico sino emocional y vincular, lo cual está comprobado que ayuda de excelente manera a la recuperación y calidad de vida del paciente oncológico (en este caso).

Las mujeres tenemos que comprender que nuestra valía no pasa por la imagen o la conquista estética que logremos a costa de esfuerzos sobre humanos, la salud o la autoestima.

Los abordajes de la psicooncología

La psicooncología es la rama de la psicología encargada de la terapia de pacientes con cáncer. Los principales abordajes que se atienden son: la ansiedad, el estrés y el malestar emocional, la calidad de vida, la fatiga y la calidad de sueño.

La psicología oncológica y la psiconeuroinmunología tratan de demostrar que el estrés y las emociones pueden contribuir (de diferente manera) a la génesis y desarrollo del cáncer, y también al pronóstico y supervivencia con calidad de los pacientes. El desarrollo alcanzado en técnicas y procedimientos psicológicos, especialmente en los derivados del enfoque cognitivo-conductual, permite disminuir síntomas y molestias en los pacientes.

De hecho, la psicooncología puede luchar contra el cáncer de estas maneras:

1. Modificando hábitos y conductas de riesgo, estimulando estilos de vida más saludables.

2. Disminuyendo la vulnerabilidad personal a la enfermedad, especialmente a través del control del estrés, y aumentando los recursos personales de resistencia.

3. Eliminando distorsiones cognitivas y creencias irracionales en población sana y en riesgo que contribuyan a “desestigmatizar” el cáncer como enfermedad incurable —creencia que conduce inevitable e irremisiblemente al dolor, el sufrimiento y la muerte—.

4. Modificando la connotación psicosocial de esta enfermedad, la cual contribuye en considerable medida al incremento del tiempo de decisión de búsqueda de atención médica cuando surgen los primeros indicios de la enfermedad, proporcionando una adecuada adherencia terapéutica.

5. El cumplimiento exitoso de las prescripciones en cualquier tipo de tratamiento y recomendaciones, adecuando la información al paciente y la familia sobre la enfermedad, su curso y consecuencias.

6. Aumentando la responsabilidad y autonomía del propio enfermo, con incremento en la percepción de controlabilidad sobre su situación —lo cual disminuye el estrés—, le permite afrontamientos más eficaces, incrementa la adherencia y mejora su calidad de vida.

Las mujeres tenemos que comprender que nuestra valía no pasa por la imagen o la conquista estética que logremos a costa de esfuerzos sobre humanos, la salud o la autoestima. Nuestro valor está en nuestra fuerza, en una energía genuinamente femenina, que acepta incondicionalmente, como la madre a sus hijos, que tiene el poder de nutrir con sus palabras y su cuerpo.

Esa fortaleza que supera las noches en vela con un bebé que no cesa de llorar, a sabiendas de que al día siguiente debemos ir a trabajar. O esa fortaleza de las mujeres que reúnen a la familia para limar asperezas o perdonar. Con esa misma energía, podemos juntar las partes rotas de nuestra identidad y sanar, con el cuerpo, también el alma después del cáncer de mama.

El tratamiento y la recuperación hoy día han avanzado muchísimo. Hay que empoderarse, conocer sobre el tema y desestigmatizar la palabra cáncer. Hoy día es una enfermedad de la que se puede salir airoso. Una de cada ocho mujeres padece cáncer de mama a lo largo de la vida.

La enfermedad replantea todo aquello que uno consideraba importante y permite vivir la vida de otra forma, con otra óptica. Obliga a desarrollar recursos personales, dar respuestas a interrogantes inexorables, posicionarse ante la finitud de la vida y otros planteamientos que cuando estamos sanas no los haríamos, pero que deberíamos.

Cuando a una persona le toca el cáncer, no hay nada que decidir. Es un hecho. Lo que sí puede controlarse es cómo atravesar la enfermedad y sacar lo más positivo de ella, algo que implica una posibilidad intensa, y tal vez única, para reflexionar verdaderamente sobre la vida.

Este artículo fue publicado originalmente en la edición de octubre 2019 de High Class.
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