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Beverly y Martina

El amor como hilo conductor

Con motivo de este mes tan especial, la reconocida diseñadora nos habla de sus inicios en esta profesión y de cómo su madre la apoyó incondicionalmente desde el primer momento. Por su parte, Martina Giménez Kuhl deja en claro sus deseos de seguir los pasos de su mamá y que ella la inspira todos los días. En esta entrevista, compartimos la esencia de la relación que mantienen, llena de complicidad y un innegable amor por la moda.

Sus días arrancan bien temprano. A las 5.20 empiezan la jornada juntas, y alrededor de las 7.00 ya se encuentran por el atelier. En el auto, de camino a su lugar de trabajo, Beverly Kuhl y Martina Giménez Kuhl se organizan y dividen responsabilidades, como las pruebas de vestidos, confecciones en el taller y las ideas para nuevos diseños. Hay mucha adrenalina, mucho estrés también, pero todo tiene su recompensa para madre e hija, quienes creen firmemente en que uno tiene que dedicarse a lo que ama.

La reconocida diseñadora inició su carrera en este apasionante universo casi al mismo tiempo en que se convirtió en mamá de Martina, la única mujer y hermana mayor de tres varones: Marcelo, Raúl y Santiago. Ella es su fiel compañera, aprendiz más dedicada, cómplice creativa y su mano derecha.

Al retroceder en el tiempo, los recuerdos que tiene Beverly de su propia madre nada tienen que ver con la costura. “Mi mamá no cosía, pero era una persona muy atenta a los detalles. Sí tejía y siempre le gustaron mucho las manualidades, pero creo que lo que heredé de ella, más que nada, es la pasión por el arte y el amor a lo que uno hace”.

En una época en la que se esperaba que los hijos siguieran alguna carrera como Arquitectura o Derecho, ella descubrió que lo suyo era la moda. Empezó a coser cuando tenía ocho o nueve años, y para los 15 ya se hacía sus propios vestidos. Como practicaba ballet, también creaba sus trajes de baile. Con los años se dio cuenta de que esto era lo suyo y estudió en Delego y la Moda, una academia de costura muy fina que ya no existe hoy acá.

Rememora también que el apoyo de sus padres fue muy importante. “Pensé que ser bailarina era la profesión de mi vida, pero no fue así y ellos me acompañaron incondicionalmente. Incluso mi mamá me ayudaba recortando los encajes —lo sigue haciendo hoy a sus 87 años—. Para mí, mi mamá es… mágica. No hay nadie como ella; sé que muchos piensan lo mismo de sus mamás, pero ella influyó mucho en mí”, nos comparte.

Lo suyo fue algo de mucha valentía, también. En ese entonces solo la gente mayor cosía, a diferencia de hoy en día, y a la par que daba sus primeros pasos como diseñadora de modas, también lo hacía como mamá. “Cuando comencé, corrí con la suerte de contar con mi espacio de trabajo en la casa de mi madre y mis hijos podían ahí estar conmigo. Los cuatro tuvieron su cunita dentro del taller, y podía confiar en la ayuda de mi mamá y de las chicas con quienes trabajaba. Verdaderamente me siento privilegiada por haber podido trabajar y tener a mis hijos cerca mío durante todo ese tiempo en que más me necesitaban. Igualmente, pienso que los hijos siempre te necesitan, por más que ya sean grandes”, relata.

Fue así como Martina rondó el taller desde pequeña y por aquellos años ya afirmaba con seguridad que ella se iba a dedicar a esto. Aunque con la adolescencia parecía que le atraían otras cosas, pronto se dio cuenta de que esta era su vocación.

“Cuando era chiquita yo armaba mi propia tienda; agarraba los maniquíes, los llenaba de retazos de tela y alfileres, ‘vendía mis diseños’ y jugaba hasta que me buscaban para regresar a la casa. Por supuesto, dejaba todo el desastre”, confiesa Martina sobre sus travesuras de infancia, a lo que agrega que “creo que llegué a cortar telas que no debía, manchar, experimentar y jugar con mis Barbies. Les armaba looks y con mi mamá diseñaba sus atuendos”.

Su primer trabajo de costura y diseño, propiamente dicho, lo hizo durante sus años de colegio. “Cuando tenía 16 más o menos, recuerdo que ella terminaba de trabajar supertarde y yo también tenía doble escolaridad.

Verdaderamente me siento privilegiada por haber podido trabajar y tener a mis hijos cerca mío durante todo ese tiempo en que más me necesitaban

Beverly Kuhl

Por eso me despertaba a las 5.00 de la mañana para probarme los vestidos y ahí diseñábamos juntas desde bien temprano, frente al espejo”, narra la joven diseñadora.

Al terminar la secundaria, Martina se instaló en el atelier y empezó de cero. Aprendió a coser, a cortar y actualmente le encanta todo lo que tenga que ver con las terminaciones, los bordados y apliques y estar presente en las pruebas, desde el primer momento en que empieza a gestarse un nuevo diseño.

La joven siguió varios cursos de costura y moda tanto acá como en el extranjero, trabajando a la par. Se inscribió en la facultad pero luego de considerarlo, tomó la decisión de ir a Madrid a continuar con sus estudios en Fashion Business. El viaje lo hará a finales de setiembre y su residencia en la capital española se extenderá por tres años. “Yo no llegué a eso porque eran otros tiempos, pero ella tiene la oportunidad y debe ir. La formación allá es mucho mejor”, asegura la orgullosa mamá.

UNA PASIÓN HEREDADA

Pocos vínculos pueden ser tan intensos como este. Toda relación entre madre e hija tiene sus idas y vueltas, es un lazo que se nutre de la complicidad, el amor y, en el caso de ellas dos, de la creatividad. Trabajar con tu mamá puede ser un desafío y por supuesto que existen los desacuerdos, pero ambas saben que todo se soluciona negociando.

Algunas de esas pequeñas diferencias tienen que ver con el estilo disruptivo, atrevido y rebelde propio de la juventud de Martina, que contrasta con la experiencia de Beverly, respaldada por una trayectoria de más de dos décadas. Sin dudas, una combinación explosiva que potencia a la marca, que se caracteriza por su sello clásico y elegante, sin dejar de ser moderna.

“Desde chiquita le decía: ‘Algún día vas a tener tu propia tienda, que se va a llamar Martina Giménez’, a lo que ella me respondía: ‘No, mamá. Siempre va a ser Beverly Kuhl. Yo voy a firmar como Martina Giménez para Beverly Kuhl’”, narra la entrevistada. Su hija añade que “ese nombre y apellido tienen tanto poder, tanta fuerza. Se que le costó muchísimo esfuerzo construir y posicionar su marca, por eso me parece perfecto para representar todo este trabajo. No lo cambiaría por nada”.

Durante su estancia en Europa, Martina se capacitará en Moda y Gestión de Empresas. “Mi mamá ya me dejó el cimiento, pero yo tengo que hacer que la firma crezca. Es todo un desafío, y si no hay buena administración ni área comercial, es difícil expandirse”, explica.

Sin dejar de lado la alta costura que caracteriza a Beverly Kuhl, también incursionaron en el prêt-à-porter. Aunque esta ya era una idea con la que coqueteaban desde hace bastante tiempo, la llegada sorpresiva de la pandemia las animó a adentrarse en este modelo de producción. A principios de este mes de mayo lanzaron la que vendría a ser su segunda colección, denominada Vintage Glam, inspirada en la elegancia y el glamour de Hollywood de décadas pasadas, pero con un toque moderno.

Las batas para novias también son una nueva apuesta de la marca, una idea que nació de Martina. “Nosotras siempre acompañamos a las novias en su previa y queríamos que lleven algo especial en ese momento; algo fino, delicado, hecho con cariño y que lleve encajes, plumetí… Le dije a mi mamá: ‘¡Vamos a hacer batas para novias!’, y ya vamos por la tercera serie. Hasta ahora todas fueron un éxito”, relata.

Son muchos los sueños en conjunto que ambas tienen para la marca. La meta es crecer, tanto en el país como en el extranjero, en variedad de propuestas y que el cielo sea el límite. “Nuestra cabeza vuela, pero somos conscientes de que hay ciertos pasos que se deben cumplir para lograrlo”, finaliza Beverly.

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