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Dos amores, dos presidentes

La primera dama paraguaya por segunda vez

Cuando la niña María Concepción Díaz de Bedoya abrió los ojos al mundo un cálido 10 de diciembre de 1849, nadie auguraba que pasaría a la historia por la coincidencia insólita de desposarse con dos presidentes de la nación. Y es que eran tiempos difíciles los que atravesaba el Paraguay en esos años, y no se pensaba mucho en esas cosas. Su infancia transcurrió en medio de las tensiones de la Triple Alianza y cuando cumplió 15 años finalmente estalló la guerra funesta, con todo el temor de tener a sus seres queridos en riesgo de perecer en los campos de batalla y sus propios miedos ante la amenaza de una ciudad sitiada. Los años de incertidumbre forjaron su carácter, hasta que un día llegó el amor con el nombre de Juan Bautista Gill, con quien se casó y se convirtió en primera dama durante su mandato entre 1874 y 1877.

Muchas cosas sucedieron durante el Gobierno de Juan Bautista: el Colegio Nacional de la Capital fue creado; se firmó el tratado de límites, paz y comercio con Argentina; se adoptó el papel moneda, y subieron los impuestos. En esos tiempos convulsos había enemigos en todas partes, pero en el hogar el matrimonio florecía con el rol matronil de María Concepción, que muy pronto empezó a traer hijos al mundo.

Fueron cinco los niños que nacieron de esa unión: Elisa, Elvira, Luisa, Juan Andrés y Juan Bautista. A pesar de los ajetreos de la vida política de su marido, fueron años felices en el fuero más íntimo, aunque la vida pública tenía sus bemoles y nunca dejaron de acechar las amenazas. Ciertas situaciones económicas y políticas despertaban aversión en gente cercana y muy pronto llegaron las conspiraciones. Hasta que el 12 de abril de 1877 Juan Bautista salió de su casa ubicada en la calle 25 de Mayo rumbo a su despacho y bajó por la calle Yegros como de costumbre, hasta Eligio Ayala y de ahí a Independencia Nacional; al llegar a la altura de lo que hoy conocemos como Presidente Franco, un hombre llamado Nicanor Godoy le salió al paso. Lo apuntó con una escopeta y a quemarropa disparó.

Juan Bautista cayó herido de muerte a sus 36 años y dejó a María Concepción, de 28, en los laberintos de la desolación.

Compenetrada con la tragedia de su viudez prematura, la ex primera dama se retiró del ámbito público y guardó un luto riguroso, enfocada en la crianza de sus hijos. Y los años pasaron (tres, cuatro, cinco y seis). Hasta que de pronto llegó de nuevo la ilusión a su vida en la figura del conocidísimo general y caudillo Bernardino Caballero. El cortejo duró lo propio y en plena presidencia asumida en 1880 por el Centauro de Ybicuí —como le decían al general y fundador del Partido Colorado—, tres años después, un 7 de setiembre de 1883, María Concepción volvió a vestirse de blanco y caminar rumbo al altar, donde la esperaba su segundo esposo.

Al salir de la iglesia fue oficial la insólita coincidencia: por segunda vez se había convertido en primera dama de la República del Paraguay.

Con el general tuvo dos hijos: Melchora Rudecinda y Ramón Victoriano. Pero como si en el nombre de esta mujer hubiera algo premonitorio, Concepción falleció mientras daba a luz un 22 de marzo de 1884 debido a complicaciones de parto.

¿Qué tenía esa mujer que atraía a hombres tan poderosos?

La fuerza indiscutible de la resiliencia, que celebramos en el mundo cada 8 de marzo.

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