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Placer sin culpa

¿Por qué nos cuesta tanto disfrutar?

Culpa por un postre, por dormir hasta tarde, por desear… ¿Cuántas veces nos negamos el placer por un “qué dirán” interno? En Paraguay, donde el sexo se nombra en susurros, el goce —especialmente sexual— viene empaquetado con prejuicios. ¿Cómo romper el ciclo?

¿Cuántas veces te sentiste culpable por disfrutar algo “prohibido”? Tradicionalmente, el sexo se ha reducido a la conexión con la reproducción, los esfuerzos por limitar los embarazos, el acto en sí mismo y la prevención de enfermedades e infecciones de transmisión sexual. Sin embargo, es esencial en la vida cotidiana y la salud integral del ser humano.

Dentro del campo de la sexualidad humana podemos afirmar que la vida está conformada por varias dimensiones: biológica, psicológica, ética —axiológica—, legal y sociocultural. No se trata solo del acto en sí, sino que influye el contexto. La pregunta que cabe hacerse es: ¿Hasta dónde?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud sexual como un “estado de bienestar físico, emocional, mental y social en relación con la sexualidad”. No se trata solo de evitar embarazos o infecciones: es vivirla sin vergüenza, sin violencia y con autoconocimiento.

En nuestro país, el tema se reduce al “cuidate” o “de eso no se habla”; el placer queda en segundo plano. Peor aún: se vuelve un territorio de culpas. La dificultad para sentir goce, tanto sexual como en otros aspectos de la vida, puede deberse a diversos factores, como educación sexual limitada, falta de autoexploración, problemas de salud mental y estrés.

La dificultad para disfrutar tiene raíces profundas. Por un lado, la educación sexual fue, para muchas personas, un collage de revistas Cosmopolitan y películas de cable, más enfocadas en cómo gustar que en el autoconocimiento. Los tabúes heredados —como el mandato de las abuelas de mantener “las manos arriba de la sábana”— persisten, y dejan poco espacio a la exploración personal. A esto se suma la falta de información confiable: cuando el porno y los mitos son las únicas referencias, es difícil descubrir lo que realmente nos gusta.

La falta de información sobre sexualidad y la proliferación de mitos y tabúes pueden generar ansiedad, miedos y expectativas poco realistas sobre el placer. Algo que sin dudas interviene es la salud mental —otro tabú—, de cuya falta de tratamiento y discusión nuestro país adolece. La ansiedad, la depresión y otros trastornos afectan la capacidad de experimentar placer, lo que se conoce como anhedonia. Y el estrés es un factor sumamente importante: problemas económicos, laborales, tensiones en la relación o experiencias sexuales negativas influyen en el deseo y la capacidad de disfrutar.

¿Hasta dónde nos permitimos explorar?

Una breve encuesta realizada por la organización sin fines de lucro Centro de Documentación y Estudios (CDE) demuestra que las nuevas generaciones están experimentando transformaciones en la forma en que perciben y valoran la sexualidad, aunque también indica que aún existen nudos críticos, sobre todo en cuanto a la diversidad sexual, la autonomía, la desigualdad de género y la preconcepción del “deber ser”.

El primer paso es buscar información confiable, ya sea con profesionales o en espacios seguros. Luego viene la autoexploración: conocer el propio cuerpo, sin prejuicios; descubrir nuestras zonas erógenas y saber qué sensaciones nos resultan placenteras. Y, por supuesto, hablar abiertamente con la pareja: compartir deseos, necesidades y fantasías. La sexualidad no tiene un manual único; cada quien puede —y debe— definir la suya. ¿Y si este mes probás algo nuevo?

Entregarnos al placer

Paso 1: Buscar información confiable. La primera opción siempre es hablar con profesionales, pero también podemos aprender en espacios seguros y páginas web de divulgación.

Paso 2: Autoexploración. El placer se trata de descubrir qué nos gusta, sin prejuicios. Animarnos a un juguete, a un lubricante, a tocarnos más…

Paso 3: Diálogo en pareja. Compartir deseos y derribar mitos es la clave para experimentar juntos una sexualidad plena y consentida. ¡A disfrutar!

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