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Mónica Ismael

Documentar para el cambio

A través de la cámara, ella construye un retrato fidedigno de la realidad, sin más intervención que la de un observador ávido por conocer. En sus tres décadas de explorar el terreno audiovisual, Mónica Ismael encontró en el cine documental una pulsión que la mantiene en la búsqueda del cambio social. Por su labor como cineasta, recibió recientemente el título de Embajadora de Marca País en el área de la Cultura y se encuentra en pleno proceso de elaboración de dos series íntimamente ligadas a nuestro suelo. Junto a ella, tejemos los hilos de su pasión en estas páginas.

En su universo creativo, una historia bien contada conduce a la transformación. Por eso, Mónica Ismael se decantó por el canal audiovisual, para que las realidades que atestigua, esas que despiertan su curiosidad, penetren en la consciencia. “Veo el documental como una herramienta de cambio, primero para sus protagonistas y luego para la sociedad”, comienza.

Y aunque lo resume en pocas y certeras palabras, este instinto ocupa gran parte de sus días. El punto de partida para este transitar creativo fueron los años 90, década que, por su esencia de transición y su rica producción artística, le dio un estímulo conceptual decisivo: “Tuve un despertar en el que inició mi necesidad de explorar qué es realmente Paraguay. ¿Es solo su capital? No, hay un mundo más amplio y cada audiovisual representa para mí una búsqueda personal muy íntima”, continúa.

Por ello, a sus 20 años ya sabía que se dedicaría a “una carrera poco convencional”. Así, estudió Dirección y Producción Audiovisual en el Instituto Profesional de Artes y Ciencias de la Comunicación (IPAC). Con el correr del tiempo, y gracias al “saber hacer” de la experiencia y múltiples exposiciones en diferentes países, en febrero de este año le llegó el título de Embajadora de Marca País en la Cultura, un importante reconocimiento otorgado por el Ministerio de Industria y Comercio y el Viceministerio de la Red de Inversiones y Exportaciones (Rediex).

Más allá del reconocimiento, la cineasta considera que siempre actuó “como mensajera de nuestra cultura al exterior”, no solo por su propio arte, sino por su deseo de llevar historias de éxito local al escenario global. En los 2000, pasó un tiempo en el Líbano y, al regresar en 2009, reanudó un conjunto de ensayos documentales que había iniciado más de una década atrás.

El cine nacional se encuentra en una etapa de descubrimiento, de búsqueda de una narrativa propia. Yo misma estoy en una faceta de celebración y de acompañamiento de ese proceso

Esas cintas documentan la evolución, tanto histórica como temática, de las diversas expresiones de arte nacional, desde la plástica hasta la escritura, pasando por la música y las habilidades escénicas. Entre estos materiales se encuentran, por ejemplo, la historia de Roberto Holden Jara, fundador de la Escuela de Bellas Artes y excompañero de Salvador Dalí; un retrato audiovisual de mujeres como Josefina Pla y Olga Blinder, así como un recorrido por la música de Manuel Ortiz Guerrero y Agustín Barboza.

RENOVACIÓN DEL LENGUAJE

“El cine nacional se encuentra en una etapa de descubrimiento, de búsqueda de una narrativa propia. Yo misma estoy en una faceta de celebración y de acompañamiento de ese proceso”, analiza Mónica. Esto solo aviva el deseo de ofrecer una plataforma al talento de sus connacionales. Hoy, ella materializa esta idea en la serie Originarte, un trabajo en el que se encuentra sumergida completamente.

“Son materiales que vengo recopilando desde que empecé con los documentales, con la intención de hacer un recorrido por las manifestaciones artísticas de nuestro país donde, creo yo, se pueden ver muchas historias paralelas, formas de expresión muy interesantes, que vale la pena investigar. Vemos cómo se fueron dando las cosas y cómo se siguieron desenvolviendo hasta llegar a los artistas emergentes”, explica la audiovisualista. La primera temporada tendrá 10 capítulos y el primero de ellos fue destinado a nada menos que la reconocida artista plástica Lucy Yegros, a quien Mónica describe tiernamente como “una luz”.

Este primer episodio de 13 minutos y medio fue uno muy especial, porque no solo homenajea a la creatividad femenina —o, en palabras de la cineasta, a “las diosas del arte”—, sino que también vio la luz en el Mes Internacional de la Mujer y, actualmente, se encuentra disponible en Educanal. En él, así como en todos sus trabajos, se aprecia una característica que diferencia su narrativa: Mónica escribe con la cámara.

“Es como mi pluma. Entre otras cosas, yo hago dirección de fotografía y me siento muy cómoda”, confiesa. Para su producción, dirección y guión, la lente la guía hacia un camino que tiene como fin último vencer el miedo y los convencionalismos. “Pasaron por mis manos todo tipo de cámaras y ahora descubrí que puedo hacer cine con celular. Me animé a investigar, luego a experimentar y, de hecho, Originarte es una serie filmada netamente con móviles”, agrega.

Mónica no optó por esta herramienta únicamente porque constituya el lenguaje de mayor extensión, sino porque le permite, en el rol de directora, productora y camarógrafa de su propia obra, tener conexión total con la persona que se encuentra ante la lente. “Descubrí que hay mucho más intimismo», expresa.

Y es que, a diferencia de las producciones a gran escala, que necesitan un despliegue mayor, algunas de sus creaciones requieren captar la autenticidad del día a día. «Cuando se hacen documentales en el monte o en comunidades indígenas, uno no puede ser tan invasivo, y no suele ser conveniente llevar un equipo grande, reflectores y la infraestructura completa. Por eso, en lo particular, elijo el minimalismo, un celular, micrófono y nada más. Entonces, como uno se acostumbró tanto a este aparato, la persona ni se da cuenta de que está siendo filmada para un documental y es mucho más genuina la toma”, detalla la cineasta.

NARRATIVA ÚNICA

En paralelo a la producción de Originarte se encuentra la serie Paraguay nativo, que será precisamente un acercamiento a diversas historias de comunidades indígenas. Incluso, varias de las obras de la trayectoria de Mónica Ismael relatan la vida de estos pueblos, tal como Basybuki: El guerrero yshyr, un documental que narra cómo Claudelino Balbuena sigue los pasos de su padre, Ogwa, el primer indígena que incursionó en las artes plásticas en el país e inmortalizó la mitología del pueblo Ishir a través de sus obras.

Además de mostrar el talento que hoy se evidencia en la obra artística de Claudelino, el documental sirvió como puente entre su creación y el mundo, ya que fue invitado a exponer en Europa. Por ello, cuando Mónica habla de que sus audiovisuales persiguen el cambio, no solo se refiere a las estructuras sociales. “No se trata de usar nomás la imagen de los artistas; personalmente, la idea es que los protagonistas sean una especie de coautores en cada documental y, por ende, reciban regalías por las proyecciones”, opina.

No se trata de usar nomás la imagen de los artistas; personalmente, creo que la idea es que los protagonistas sean una especie de coautores en cada documental y, por ende, reciban regalías por las proyecciones

Aunque no hay una ley que regule esta materia, Mónica sostiene que una alternativa para hacerlo es que, al igual que ocurre con algunas de las más grandes plataformas de streaming, un porcentaje de lo recaudado por las visualizaciones, los alquileres y las membresías se destine a las personas que ponen rostro al audiovisual. “Me parece que es lo justo. Nadie es eterno y, aunque uno desaparezca ahora, la imagen queda y la descendencia puede seguir recibiendo beneficios, no solamente un productor o guionista, sino también los protagonistas. No estamos hablando de crear consciencia, sino de que realmente les signifique una posibilidad de ingresos a los artistas. Es muy sufrido el camino, debemos abrir un poco los ojos y tomar la iniciativa para ver resultados”, acota.

Además de estas ideas, Mónica observa una nueva tendencia que busca contar su realidad a partir de un lenguaje único, solamente ajustado a las experiencias, en conjunto, de quienes lo protagonizan y capturan. “Es importante encontrar esta narrativa porque, aunque no está mal acercarse al cine comercial, debemos ser fieles a lo que somos y reflejar las historias que nos tocan, esas que nos permiten ser capaces de contar nuestro propio mundo y nos identifican”, finaliza.

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