Cristina Kress
Mujeres inspiradoras
Todo sucedió muy temprano en su vida: perdió a su padre con solo 10 años de edad y a los 20 le tocó suceder a su madre como directora de la empresa familiar. Como ejecutiva y madre, ha convertido a la educación en parte de su misión de vida, continuando con el legado familiar, tanto en la excelencia empresarial como en la modernización del centro educativo de la comunidad conocida como Kressburgo.
Para Cristina Kress, la familia es la base de todo, es el principio y el fin, y también el motor de su motivación: “Siempre admiré de mi padre su innovación e inquietud; todo lo que encontraba lo convertía en un modelo de negocios. Mi madre me inspiró mucho orgullo al tomar las riendas después del fallecimiento de mi papá, sin saber nada de negocios. Ella me enseñó que todo es posible”. Teniendo esos antecedentes, Cristina nunca consideró otra opción más que seguir sus pasos.
De ellos también aprendió a apreciar la diversidad de la naturaleza y a vivir en sinergia con ella, y es de ahí de donde surge la inspiración para crear los productos de Frutika, una de las marcas que gestiona como directora ejecutiva del Grupo Kress, conformado por Kimex SRL, Frutika SRL, Kressburgo SRL y la Asociación Heinfried Wolfgang Kress.
Cristina recuerda que en una entrevista le preguntaron a su padre qué sería de la empresa cuando él ya no estuviera, y él asumió que la venderían, pero no fue así. “Sin ningún conocimiento relacionado, viuda, no hablaba casi el idioma, [su madre] decidió asumir el puesto igual”, dice Cristina.
Aunque nunca tuvo una mala experiencia laboral relacionada con su género, reconoce que esto se lo tiene que agradecer a su mamá, pues ella aplanó el terreno para su hija durante la década que le tocó liderar el enorme equipo humano de la compañía. Sí recuerda, riendo, que lo que impactaba a otros empresarios era su juventud, porque por un tiempo parecía recién salida del colegio y los demás siempre le pedían hablar con su jefe.
Me puse a pensar en la cantidad de niños que se van de la escuela al terminar el sexto grado y se tienen que desarraigar como lo hice yo. Después de muchos años de trabajo, tuve la autoestima suficiente para para decidir cambiar eso.
El futuro está en la educación
En el corazón de Itapúa se encuentra Kressburgo, una comunidad conformada por, aproximadamente, 4000 personas, en su mayoría colaboradores del Grupo Kress y sus familias. Cuando Cristina era pequeña, sus padres vieron la necesidad de construir una escuela para brindar a su hija y a otros niños de la zona la posibilidad de una educación digna. Lastimosamente, el fallecimiento del fundador hizo que el proyecto de la escuela quedara estancado en el sexto grado, y cuando llegó el momento en que Cristina asistiera al secundario, ella tuvo que mudarse a Asunción para continuar con sus estudios.
Pero la historia se repitió: “Cuando tuve a mi hijo, me puse a pensar en los niños que se van al terminar el sexto grado y se tienen que desarraigar como lo hice yo. Después de muchos años de trabajo, tuve la autoestima suficiente para decidir cambiar eso. Sembremos educación para cosechar desarrollo”.
Así comenzó la ampliación de la escuela, que hoy incluye secundaria y un bachillerato técnico en mecatrónica, con una participación equitativa de niñas y niños. La institución implementa el enfoque de ciencias, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas (STEAM, por sus siglas en inglés). “Hay muchos abogados y contadores, pero faltan técnicos. Todo se manipula con maquinaria, pero ¿quién programa la máquina? Pienso que esto va a ayudarles también a encontrar trabajo rápido y bien pagado, para que puedan mejorar la calidad de vida de su familia presente y futura”, asegura.
Sobre todo, Cristina desea que el Grupo Kress continúe para las siguientes generaciones: “Que sea una empresa sostenible y sustentable en el tiempo, en la cual trabajen personas comprometidas y apasionadas por lo que hacen”.