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Horóscopos y predicciones

Una dosis de esperanza

La astrología consiste en configuraciones simbólicas del inconsciente colectivo, que es el tópico principal de la psicología: los ‘”planetas” son los dioses, símbolos de los poderes del inconsciente.

Carl Jung

Están en todas las revistas y diarios que tenemos a mano, se leen en los programas de televisión y hasta los encontramos en las redes. Aunque pocos confiesan que los consultan o que creen totalmente en ellos, siempre, aunque sea de pasada, los leemos. Acuden a él —no solamente— las personas supersticiosas, también universitarios, personas cultas y preparadas. Hoy día están más vigentes que nunca.

La obsesión que tienen los millennials con consultarlos es notable. Un artículo de la página digital Vogue dice al respecto: “Un estudio citado en The Independent reveló que el 58 % de los americanos entre 18 a 24 años creen que la astrología es científica y que el escepticismo alrededor del tema ha disminuido. Esto también está ligado a la creciente tendencia en jóvenes de comprar cristales de curación o interés en el tarot. Siendo que los millennials están cada vez más desconectados de la religión, parece que los horóscopos ofrecen un periodo de reflexión sobre nuestro comportamiento y hacia dónde vamos en la vida, algo que ciertamente puede generar mucho alivio”.

Además, son numerosos los casos de personalidades célebres y poderosas que no ocultan sus consultas adivinatorias ante la toma de decisiones importantes. Algunos técnicos de fútbol se basan en el signo zodiacal para ampliar el currículo de los jugadores que consideran contratar; políticos y líderes importantes acuden al conocimiento astrológico para definir el futuro de naciones.

Parece que no hay un consenso generalizado con respecto a su aprobación o credibilidad, pero es importante reconocer su influencia y su impacto en las personas para comprender y utilizar de forma asertiva y motivacional sus alcances en nuestras vidas y la de los demás.

¿Cómo funciona la validación subjetiva?

Esta es la definición de un signo zodiacal cualquiera: “Es una persona llena de energía y entusiasmo. Tienen una energía envidiable que a veces los lleva a ser agresivos, inquietos, argumentativos y tercos. Su papel es empezar algo y liderar”.

Un alto porcentaje de las personas que lean esta definición van a sentirse identificadas. La anterior descripción está sacada al azar de una página de horóscopos y pertenece a mi signo, Aries. El hecho de que un Géminis o un Tauro también se hayan identificado con esta definición astrológica no es coincidencia. El psicólogo Bertram Forer esudió este fenómeno a finales de los años 40 y lo denominó ”validación subjetiva”, basada en el paradigma de que las personas aceptamos descripciones generales para considerar que nos definen.

Sin embargo, para la astrología, esto no es así. Según Carl Jung, psicoanalista y discípulo de Freud, el ser humano tiene una disposición innata a ser lo que es. A su vez, en su libro La Sincronicidad, Jung desarrolló el concepto que se refiere a sucesos que generan una coincidencia: “Algunas cosas suceden, coinciden y ocurren al mismo tiempo, pero, aparentemente, están desconectadas, como cuando uno sueña con una persona y la ve al día siguiente”.

El mismo principio se aplica a la astrología, la cual considera que existen fuerzas invisibles que emanan del universo, que se combinan y se conectan constantemente para dar lugar a que ocurran ciertos hechos en la vida de las personas. Así vemos la influencia de la astrología en el psicoanálisis de Jung, pues asegura que el universo y sus movimientos dan origen a hechos definidos en la vida de las personas y este postulado, a su vez, suena similar a la física cuántica, pero ya dentro del campo científico.

¿En qué momento acudimos a estas herramientas?

El ser humano busca respuestas para todo. Es una forma de calmar angustias y de salir de la incertidumbre. Acudimos a oráculos, dioses, estrellas, tótems y médiums para paliar la necesidad de controlar el futuro o el destino. Max Weber, el padre de la sociología moderna, decía: “La modernización despojó a la realidad de todo su encanto, es decir, de sus conexiones mágicas y místicas de la época preindustrial. El mundo perdió su poesía y se tornó un mundo prosaico, sin ángeles ni duendes, ni hadas ni demonios, ni dioses. Contemplar la realidad fría, racional y sin alma de la sociedad moderna resulta desmoralizador para muchos; de ahí el impulso a ‘reencantar’ la vida contemporánea inyectándole fantasía y sentido, con la cienciología, el sexo tántrico, los extraterrestres, el aura, etc., con la creencia de que, nuestras vidas, son manejadas por entidades superiores, sea para bien (astrología) o para mal (las teorías de la conspiración)”.

Weber también dijo que esta dependencia es como una respuesta al estrés desencadenado por la forma de vida contemporánea: “La vida moderna se distingue por la inseguridad generada por la precariedad en aumento y la renovación económica y tecnológica permanente, factores que estresan a cualquiera, al margen de su nivel cultural o social. Para combatir el estrés la gente recurre a todo tipo de estratagemas; las personas religiosas se encomiendan a los santos y la Virgen, pero la mayoría profesa una religiosidad superficial y busca seguridad en otro lado. Los horóscopos constituyen una de esas fuentes de certezas u orientación más asequibles”.

Con esta explicación, podemos deducir que los momentos en que más necesitamos respuestas son cuando más buscamos inspiración. Algunas de esas herramientas son las predicciones zodiacales, el I Ching, el horóscopo chino y el tarot, entre otras formas esotéricas y milenarias de encontrar respuestas. Y no es raro que hoy día estén tan en auge, a razón de la sobreestimación que le hemos dado a la realidad y al egocentrismo, desconectando a las personas no solamente de los demás, sino de sí mismos, que es el lugar en el que realmente se encuentran todas las respuestas que buscamos.

Estas muletillas, para muchos reales, para otros simbólicas, también ayudan a convivir con la incertidumbre y la imposibilidad de comprender algunos acontecimientos. Cuando son demasiado tristes, consideramos mejor verlos como un desafío del destino; y los muy afortunados, los ven como consagraciones.

¿Una forma encubierta de autoayuda?

A veces leemos el horóscopo o consultamos este tipo de herramientas para encontrar en ellos una motivación, una inspiración personal, subjetiva, que nos ayude a empezar el día con ánimo o confirmando lo que pensamos sobre algún tema. En ese sentido, solemos esperar leer que nos advierta de cosas positivas, pero en realidad también nos advierte sobre cosas negativas; de esta manera, nos ayuda a encarar la jornada confiados en que podremos evitar los peligros y gestionar nuestro día de una manera provechosa.

Por supuesto, no se hacen valoraciones con respecto a la validación empírica de estas teorías, solo hacemos referencia a ellas como un fenómeno que responde a una inquietud universal representada en todas las culturas, de alguna u otra manera, y que vienen a poner palabras al dolor y la esperanza.

Para este tipo de cuestionamientos existenciales, no existen sesgos etarios ni sociales. Todos los seres humanos atravesamos por estas circunstancias y a todos nos afecta alguna vez. Una ruptura de pareja, la enfermedad de un familiar, un problema laboral o una inversión de negocio. Necesitamos palabras y alternativas que nos hablen de un devenir a nuestro alcance que, quizá, pueda estar escrito en las estrellas.

Un empoderamiento real con el destino y el futuro

Algunas personas llegan a volverse dependientes de los horóscopos y esto puede ser muy esclavizante. La forma de poder lidiar con la incertidumbre y las preguntas sin respuestas que nos angustian y bloquean es a través del pensamiento crítico. Aunque es muy racional, puede mezclarse con el mundo mágico que también nos configura.

Pensar únicamente de una forma muy racional podría ser deprimente, ya que esto supone aprender a vivir en un mundo hiperrealista alejado de la magia y carente de mística. Con lo racional tendríamos que someter a todas nuestras creencias, ideas y suposiciones a exámenes científicos y empíricos, a un desierto racional extremo.

Finalmente, si el horóscopo o los oráculos nos ayudan a vivir con un poco de polvo de estrellas (básicamente de lo que estamos hechos: palabras y magia) podríamos aprender a vivir en este mundo. Como decía Einstein, hay dos formas de ver la vida, una es creer que no existen los milagros y la otra es creer que todo es un milagro.

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