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Refugio soñado en rosa

Un dormitorio compartido

Las estancias para las niñas y adolescentes siempre son las más coloridas y divertidas. La arquitecta y diseñadora de interiores María José Peña planificó esta habitación compartida por dos hermanas y logró que cada una se sienta identificada en su espacio, que las invita a jugar, soñar y ser felices mientras crecen.

El paso de la infancia a la adolescencia viene acompañado de muchos cambios, por lo que aspectos como la decoración de la recámara cobran relevancia. Si transformar una habitación de niños a una de adolescentes no es algo sencillo, hacerlo en un espacio compartido para dos hermanas de diferentes edades sin dudas es un lindo desafío. 

Al definir sus proyectos, María José Peña destaca que su trabajo consiste en respetar la arquitectura que los envuelve y darle una personalidad propia a cada dependencia. Su trabajo es una pasión diaria y esto la lleva a crear escenarios en los que conjuga sus estilos decorativos predilectos, como el moderno y el minimalista, con los gustos y la personalidad de quienes habitarán ese refugio. 

“La función de este espacio es albergar pijamadas con las amigas y primas los fines de semana, días de colegio online, noches de estudio y charlas de hermanas que se extienden hasta la madrugada”, comparte María José. 

Para encarar este pedido, ella se tomó el tiempo de conjugar las opiniones de ambas y así lograr un resultado que sea del agrado de las jovencitas. La labor abarca etapas de proyecto, planificación y ejecución, en las que se tiene en cuenta qué se puede cambiar y qué no, el tipo de luminarias, las texturas y colores protagonistas, los espacios de guardado y, por supuesto, el presupuesto. 

La arquitecta y diseñadora de interiores nos comparte el proceso de esta transformación, desde las tonalidades hasta el tipo de cama y la razón de ser de ciertos elementos decorativos. En el dormitorio hay de todo: empapelado, muebles heredados y hechos a medida, ropa de cama y objetos adquiridos puntualmente para esta reforma. 

El punto de partida fue un empapelado, que marcó el compás de los demás colores predominantes en el área. Generalmente, las recámaras de niñas suelen tener tonalidades como el rosa; por eso, su empleo con tonos como el gris es clave para transformar este espacio también en uno apto para adolescentes, ya que aporta madurez. 

La iluminación es protagonista y esto se nota en el cartel neón, en las luces Led de los estantes, en la lámpara central y en los veladores que, en conjunto, logran un efecto visual liviano. 

Darle un nuevo look a una dependencia no siempre es sinónimo de desechar lo ya existente y comprar todo nuevo. El secreto de un buen trabajo de interiorismo es aprovechar lo que está a mano y con ello lograr un resultado diferente, que enamore a primera vista. 

Las camas son herencia de la mamá de las nenas; los escritorios, por su parte, fueron remodelados. Estos tenían otro lustre y ahora se lucen con un color blanco vintage. Para darle otra onda, más moderna, se diseñó y fabricó una especie de estantería que va encima de los escritorios. 

La función de este espacio es albergar pijamadas, días de colegio online y charlas de hermanas que se extienden hasta la madrugada.

Uno de los problemas comunes entre los adolescentes es el desorden. Sin embargo, los muebles como las mesas de luz y la biblioteca —que también pertenecían a las nenas— ayudan a mantener la disposición y el equilibrio en todo momento. Por ejemplo, los cajones del escritorio, las cajas en los estantes y los pequeños cestos son ideales para decorar y mantener las cosas en su lugar. 

“Pienso que el toque especial para todos los proyectos es lograr que el cliente se sienta parte del proceso de diseño para que en el resultado se vea que conviven mis ideas con las de ellos”, finaliza la profesional.

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