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Amor, amor, amor

El concepto ilustrado en cinco películas

Si hay un tópico que, me atrevo a afirmar, nos atraviesa a todas las personas que habitamos y que habitaron este plano existencial, es el amor. Este mes lo festejamos y reflexionamos al respecto, en su faceta de amor de pareja y de enamoramiento. Con ese pretexto me dispuse a hacer un breve recorrido por la percepción de este sentimiento a través del tiempo, para luego ejemplificarlo con películas. ¡Amor y cine, dos de nuestros temas favoritos! Esperamos que disfruten de esta nota, tanto como nosotras disfrutamos al hacerla.

El amor, así como muchos otros conceptos, evolucionó a lo largo de los siglos y de los periodos históricos. En ese sentido, la influencia de la filosofía griega sigue siendo un referente para hablar del tema; los filósofos habían establecido tres tipos de vínculos amorosos: el eros, la philia, y el agápe. La philia es un término que se refiere al amor fraterno, a la amistad y al afecto, en contraposición al eros, que es conocido como el sentimiento sexual o romántico, mientras que el agápe se refiere al amor espiritual.

Según Platón, el amor es la motivación o impulso que nos lleva a intentar conocer y contemplar la belleza en sí. Esto empieza con la apreciación de la belleza física en general, pasa a la belleza espiritual, la belleza de la sociedad, la que podemos ver en las artes y las ciencias, etc. Estos son pasos que deben superarse hasta llegar a la culminación del proceso: el conocimiento apasionado, puro y desinteresado de la esencia de la belleza. En esto consiste el idealismo detrás del amor platónico: no en obtener el amor inalcanzable, sino amar las formas o ideas eternas, inteligibles y perfectas. No contempla elementos sexuales de por medio, ya que el auténtico amor de Platón no se dirige a una persona.

En la mitología romana podemos encontrar al dios del amor (del deseo amoroso) en Cupido. Se lo conoce como hijo de Venus, la diosa del amor, la belleza y la fertilidad, y de Marte, el dios de la guerra. Es representado como un niño con alas, parecido a un ángel, con un arco y flechas. Es el encargado de crear un balance entre el amor y la tragedia, y a veces tiene los ojos vendados, representando al amor ciego que sigue su intuición, alejado de la razón. Su madre le había regalado las flechas que porta, unas tenían puntas de oro para conceder el amor, y las otras tenían punta de plomo para sembrar el olvido y la ingratitud. Lo interesante de Cupido es que nadie —ningún hombre, dios, ni su propia madre, ni él mismo— es inmune al efecto de sus flechas.

Saltamos a la Edad Media, una época en que el código moral establecido fue impuesto por la Iglesia católica: la unión de pareja permitida era el matrimonio y el acto sexual estaba destinado a procrear; el adulterio era visto como un pecado grave que conllevaba castigos —aunque estos, por supuesto, eran solo aplicables a las mujeres—, al igual que las relaciones entre personas del mismo sexo (una perspectiva que aún sigue enraizada en muchos sectores de la sociedad). La castidad era un valor que ayudaba a la salvación del alma y, de nuevo, la mujer era vista como una representación del mal. Aquí también nació el amor cortés, el famoso amor caballeroso y noble que tiene lugar en los ambientes aristocráticos.

Como vemos, en este periodo de la historia nos alejamos mucho de la concepción del amor que tenían los griegos, que (a mi criterio) es la que acompaña mejor el concepto contemporáneo: un amor empático, responsable y posible de diversas y variadas maneras, en formatos que sean planteados por las personas y no por el sistema que las rige.

La tecnología cambió la forma de comunicación y de relacionarse. Personalmente, conozco muchas historias de amor que nacieron de respuestas a stories de Instagram o incluso en Tinder, pero es inevitable notar la liquidez (en contraposición a la solidez o durabilidad de las parejas de antaño) de las relaciones en un mundo líquido, “que comienzan y se evaporan en el mismo instante, donde la pasión dura segundos y el amor es efímero”, explica Paola Bonavitta, doctora en Estudios Sociales en América Latina, en un artículo al respecto.

Bueno, acá buscamos reivindicar el amor, a pesar de la percepción de inmediatez de las relaciones y de la aparente búsqueda de satisfacción instantánea.

El insumo de la vida

“—¿Cuál es el sentido de la vida? —El amor”. Este diálogo es parte de una de las películas que están presentes en esta nota, Love (2015), de Gaspar Noé. Si bien puede parecer una respuesta simplista y reduccionista, logra resumir una parte importante del porqué estamos vivos y de nuestros inevitables vínculos con las personas. El filósofo y poeta británico Edward Carpenter decía que el amor es tal cuando logra permear en todos los aspectos de la vida: sexual, personal, público, etc.

Rabindranath Tagore, poeta y filósofo bengalí y amigo de Carpenter, decía que la relación interpersonal es la verdad fundamental de este mundo de apariencias; hace eco con el final de la película Into The Wild (2007) y la frase “la felicidad solo es real cuando es compartida”. No pretendo ponerme existencialista, pero si estamos predispuestos (por no decir obligados) a la convivencia, mejor hagamos de ella un lugar seguro, un hogar cuyos insumos sean el amor y el compañerismo.

Como ya mencionamos, este sentimiento puede manifestarse de distintas maneras. Por tratarse del mes de los enamorados, las películas de las que vamos a hablar se enfocan en el amor romántico, el de pareja, el que consume, transforma y alivia, pero que también duele y destruye; el de la infancia, el amor abstracto del futuro, el que sucede en la tercera edad y el amor LGBTQ+ (particular por el contexto social, no por el sentimiento en sí).

Love

Recuerdo la primera vez que vi esta película: el contexto era poco favorable pues estaba cerca de una ruptura amorosa muy grande. Love se estrenó en 2015, es la cuarta película del controversial director Gaspar Noé. No suele haber un intermedio entre las opiniones acerca de este film, o la amás o la odiás. La historia sigue a Murphy, un estudiante de cine que fue a París atraído por la cinematografía francesa, y Electra, su hipnotizante novia.

  En medio de una vida que seduce al espectador con muestras de afecto y amor, compañerismo y escenas de intimidad sexual que logran incendiar cualquier ambiente, deviene la tragedia, cuando deciden tener un ménage à trois con Omi, su vecina. Lo que parecía ser una pareja balanceada y honesta se quiebra cuando Murphy continúa relacionándose con Omi a espaldas de Electra. El método barrera no funciona y Omi queda embarazada.

La narrativa se mueve entre constantes recuerdos de Murphy acerca de Electra (que expresan su anhelo por volver al amor de su vida) y las escenas de sexo explícito, lujuria y placer que, inevitablemente, logran causar algún tipo de sensación en el espectador. La película fue filmada en 3D, por lo que cada detalle, cada acercamiento y cada cuadro son más que vívidos y cercanos. ¿Mi recomendación? Love es hermosa, pero no la vean si están en una situación frágil con su pareja.

Teorema

Damos un salto al pasado con Teorema, una película del director y poeta italiano Pier Paolo Pasolini que data del año 1968. La trama gira en torno a desmontar la hipocresía de la sociedad burguesa italiana, pero aquí la vamos a utilizar para visualizar la seducción sin importar el género.

La premisa es sencilla: un desconocido se integra a la vida de una familia para pasar con ellos dos días en su mansión, y esto provoca cambios y revelaciones en cada miembro de la casa.
El enigma y la ambigüedad son dos elementos recurrentes de Pasolini en esta película, así como el uso del color y el sonido. El inicio, por ejemplo, está bañado con color sepia, pero sin sonido. Es cuando aparece el hombre misterioso, interpretado por Terence Stamp, que finalmente aparecen estos elementos. Terence interpreta a una especie de mesías que viene a sacudir las mentes cuadradas y provocar el más insurgente deseo en todos: la madre, la hija, el hijo y hasta en el padre. Básicamente, todos sienten una atracción poderosa hacia el hombre, y cuando este se va la familia queda descolocada, sin saber cómo seguir.

Aquí quiero enganchar con una película contemporánea, Les Amours Imaginaires (2010) del director canadiense Xavier Dolan. Con una trama parecida a Teorema, Dolan introduce a un personaje con aires de Adonis, un seductor nato, despreocupado, pero consciente de su efecto en las personas. Cuando una chica y su mejor amigo conocen a este personaje, ambos luchan por acercarse a él, ganarse su afecto y seducirlo. No tengo que llegar hasta el final de la trama para que deduzcan que, así como en Teorema, los protagonistas se quedan cuestionando muchas cosas.

Her

Spike Jonze, a partir de un guion original y suyo, dio vida a Her, una película estrenada en 2013. Un carismático y devastador Joaquín Phoenix interpreta a Theodore Twombly, un hombre solitario que se dedica a escribir cartas personales para seres queridos de otras personas. La trama se desarrolla en un futuro no muy lejano, y mientras Theodore intenta dejar atrás un matrimonio fallido se topa con la oferta de un nuevo sistema operativo intuitivo, cuyas prestaciones van más allá de lo funcional.

Theodore rápidamente desarrolla una relación cercana con Samantha, el sistema operativo inteligente que es interpretado por Scarlett Johansson. Esta es una historia de amor construida desde un enfoque clásico, romántico, que retrata todas las etapas del enamoramiento: el conocimiento, la confianza, la desconfianza, la seducción y los celos. Phoenix logra plasmar a un ser totalmente sumergido, casi salvado por su relación con Samantha pero, al mismo tiempo, se lo nota aislado del mundo.

En contraposición a la lógica cinematográfica de Noé, Jonze retrata una escena de sexo e intimidad con total simpleza y sensibilidad, por muchos considerada una de las mejores escenas sexuales del cine contemporáneo, ya que apela y estimula la imaginación del espectador.

Her es un deleite en todos los sentidos, desde la impecable actuación de Phoenix, la empalagosa paleta de colores, el soundtrack con una canción creada por Karen O, e interpretada por la misma Scarlett en una escena y, por supuesto, la historia que logra ablandar al más duro de los corazones.

Moonrise Kingdom

En 2012 se estrenó la octava película del celebrado director estadounidense Wes Anderson, Moonrise Kingdom (Un reino bajo la luna, en español). Si hablamos de amor, esta historia es especial porque se narra desde la perspectiva de dos chicos de 12 años: Sam y Suzy, quienes se conocen en una obra teatral y pronto se convierten en amigos por correspondencia. La pareja tiene aventuras, pero también muchos obstáculos provenientes del mundo adulto para por fin estar juntos.

La inocencia se hace presente en muchas formas en esta fábula pintada en colores pasteles, donde los protagonistas son las ansias puras de compartir durante una preadolescencia que duele, y cuyo único antídoto es el acto de estar cerca del ser amado. Sin embargo, las personas que los rodean (las familias, la policía y el cuerpo de boy scouts del que Sam forma parte) no se muestran muy contentos cuando los niños deciden partir para vivir juntos, aislados y en tranquilidad.

Wes Anderson creó un mundo para los chicos en cada paisaje y escena, que se convierte en un poema visual en sí mismo. Afortunadamente, la historia de Sam y Suzy está muy alejada del clásico romance de Romeo y Julieta, así que logran un final feliz mediante un amor fraterno, sincero y respetuoso. Moonrise Kingdom conjuga muchos factores que la convierten en un deleite en todos los sentidos. Es una película que —estoy segura— pasará la prueba del tiempo.

Amour

En 2012 se estrenó la octava película del celebrado director estadounidense Wes Anderson, Moonrise Kingdom (Un reino bajo la luna, en español). Si hablamos de amor, esta historia es especial porque se narra desde la perspectiva de dos chicos de 12 años: Sam y Suzy, quienes se conocen en una obra teatral y pronto se convierten en amigos por correspondencia. La pareja tiene aventuras, pero también muchos obstáculos provenientes del mundo adulto para por fin estar juntos.

La inocencia se hace presente en muchas formas en esta fábula pintada en colores pasteles, donde los protagonistas son las ansias puras de compartir durante una preadolescencia que duele, y cuyo único antídoto es el acto de estar cerca del ser amado. Sin embargo, las personas que los rodean (las familias, la policía y el cuerpo de boy scouts del que Sam forma parte) no se muestran muy contentos cuando los niños deciden partir para vivir juntos, aislados y en tranquilidad.

Wes Anderson creó un mundo para los chicos en cada paisaje y escena, que se convierte en un poema visual en sí mismo. Afortunadamente, la historia de Sam y Suzy está muy alejada del clásico romance de Romeo y Julieta, así que logran un final feliz mediante un amor fraterno, sincero y respetuoso. Moonrise Kingdom conjuga muchos factores que la convierten en un deleite en todos los sentidos. Es una película que —estoy segura— pasará la prueba del tiempo.

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