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Kaos

Mujeres que crean en comunidad

La residencia artística Kaos, de Nhi-Mu Teatro Aéreo, nace como un espacio y una oportunidad de visualizar el trabajo de creación como una experiencia colectiva, que surge del caos, de algo que se desarma y se deshace, para luego conformar una nueva expresión artística.

En busca de un formato de creación artística y convivencia colectiva que sea y represente muchas cosas —albergue, esperanza, familia, espacio seguro, laboratorio creativo y, por sobre todas las cosas, posibilidad—, Nhi-Mu Teatro Aéreo anunció, a finales de marzo pasado, la convocatoria abierta para Kaos Residencia Artística. Dirigida a mujeres cis, mujeres trans y personas no binarias, se llevó a cabo de manera virtual, con cuatro encuentros, y también presencial, por 10 días, cada uno con alrededor de seis horas de trabajo, del 2 al 11 de julio. 

Para empaparnos apropiadamente con lo que fue esta experiencia y, particularmente, con este modelo de creación, conversamos con Selva Fox, cofundadora de Nhi-Mu Teatro Aéreo, actriz, directora, gestora cultural y docente; Pato Masera, cofundadora de Nhi-Mu, performer, asistente de dirección y production manager, y Fátima Fernández Centurión, directora, actriz, productora, gestora cultural, coach actoral cinematográfica y docente. 

¿Qué exactamente es una residencia artística? Según la investigadora Marta Gracia, las residencias artísticas más antiguas de Europa, por ejemplo, datan de 1666, año en que fue fundada la Academia de Francia en Roma, con el objetivo de dar alojamiento a jóvenes artistas franceses que, enviados por Luis XIV, iban para copiar esculturas clásicas romanas que luego formarían parte de la decoración de los jardines del Palacio de Versalles.

La idea principal gira en torno a que una organización oficia de anfitriona y le brinda a una persona la posibilidad de trabajar un espacio por fuera de su cotidiano, así como recursos que profundicen su obra.

Actualmente, el concepto de residencia artística se encuentra expandido, abierto. La idea principal gira en torno a que una organización oficia de anfitriona y le brinda a una persona (artista, investigadora, creadora) la posibilidad de trabajar un espacio por fuera de su cotidiano, así como recursos que profundicen su obra. “Consideramos que de alguna manera Nhi-Mu estaba preparado para pasar esa fórmula a más gente, lo que nos coloca no solo en un lugar de producción, sino de formación, que no tiene que ver con la escuela. Nosotras no queremos ser escuela de nada. ¿Por qué? Porque creemos en otra cosa”, comenta Fátima.

Del caos a la creación

Selva y Pato cuentan que hace ya un par de años la idea de realizar una residencia rondaba la cabeza de Fátima. Ella explica que el formato de Kaos tiene que ver, de manera intrínseca y leal, con la forma en que Nhi-Mu trabaja. “Una residencia para mí es como una puesta en abismo de lo que sería una universidad. Es un lugar al que llegás sin nada, o creés que llegás sin nada, y el intercambio, la vivencia del otro y la tuya es lo que hace que tengas un aprendizaje verdadero; un lugar real donde equivocarte, pasar tus días, abrirte, encontrar alguien con quien colaborar. Es un espacio de convivencia, es el día a día”, declara Fátima. 

Fátima Fernández Centurión y Selva Fox

Como una verdadera pasión y amor recurrente, de los que dejan marcas significativas, Selva, Pato y Fátima encuentran en este espacio de arte —como un todo— la inspiración y la guía para llevar adelante Kaos. “Creo que en algún lugar nosotras volvemos a hablar de la forma en que Nhi-Mu genera sus espectáculos, cómo desarrolla sus clases, su código de creación y de vida. Desde que empezamos y cómo continuamos, todo parte de algo sumamente caótico, que no tiene pies ni cabeza, que puede que te nuble, te obnubile, que te produzca un montón de cosas. En ese mismo desorden, o tumulto, uno encuentra pedazos de claridad, pequeñas cosas que se unen y forman un todo”, agrega Pato. 

Si bien Nhi-Mu cuenta con 23 años de existencia, creación y construcción de comunidad, las tres tienen muy claro que no hay certezas. “Creo que algo siempre vigente es que no hay certezas de nada. Ni de que vamos a seguir acá, ni de que vamos a estar juntas. Con el paso del tiempo, creo que las certidumbres fueron cada vez menos. Y es una forma de vivir. Te hace habitar el presente de manera distinta”, acota Fátima. El día de hoy es lo más importante. Hoy están juntas, mañana no saben; esta característica no la adquirieron con la incertidumbre que trajo la pandemia, es algo que las trasciende desde el principio de las cosas. 

Ven a Kaos íntimamente ligado a Nhi-Mu, que más que un lugar de creación es una familia extensa a la que eligen de vuelta, por sobre todas las cosas. Coinciden en que eso es lo que buscaban replicar con la residencia: el hacer familia, comer juntas, discutir, llorar, crear, dejar de lado el ego para realizar la idea de otra persona. “Es un poco trabajar la humanidad del artista. Por lo menos la mitad de la residencia se trató de eso”, agrega Fátima.

Con mirada feminista

Cada una —Selva, Pato y Fátima— se considera feminista. Sin embargo, fue hace unos años atrás cuando cayeron en cuenta de que el arte que crean también lo es. “Sin percatarnos, hicimos una burbuja de mujeres fuertes. Ya venimos de mamás líderes de familia. Entonces dijimos: ‘Vamos a hacernos cargo de esto, queremos trabajar disidencias’”, cuenta Fátima. El miedo estuvo, pero sabían que podrían trabajar la mirada desde ese lugar. 

La decisión de que la residencia esté dirigida específicamente a mujeres cis, mujeres trans y personas no binarias fue muy importante para construir las bases de lo que fue la experiencia de convivencia humana y de trabajo creativo. Cuentan que, sin embargo, no es fácil. Lo hacen a partir del respeto a la identidad y la autopercepción, y el uso del lenguaje inclusivo, especialmente cuando se deben desaprender muchas nociones y vestigios de nuestro sistema educativo. 

Ven a Kaos íntimamente ligado a Nhi-Mu, que más que un lugar de creación es una familia extensa a la que eligen de vuelta, por sobre todas las cosas.

En el feminismo y en el día a día que implica llevar adelante un ambiente alternativo como Nhi-Mu, encontraron claridad y fortaleza para encarar el desafío. “Nos dimos cuenta, también a tropezones y muchos golpes, de que nuestra resistencia y verdadera militancia es artística. Ese es nuestro lugar. Creemos y seguimos pensando que tiene otra llegada”, considera Fátima. 

La residencia logró reunir a personas que provienen de entornos y trasfondos distintos. Ellas son Mar Pérez, en el área de música y composición; Gloria Morel, en artes escénicas y danza; Alegría González-Planás, en fotografía y artes visuales; Victoria Carballar, en artes escénicas, y Laura González en cerámica, artes escénicas y urbanas. “Ellas no se conocían. ¿Dónde más pueden convivir si no es acá? Fue una cuestión de proyectos y diversidad. Y esta última creo que es una de las cosas más difíciles de entender hoy. Creemos que sabemos sobre eso y tenemos las herramientas. Intentamos conocer el concepto, que es mucho más amplio que nosotras mismas”, explica. 

El proyecto de la residencia fue un aprendizaje constante, mientras se realizaba y evolucionaba. Rescatan que desde la producción uno puede estructurar, proyectar e incluso soñar, hasta un punto. Luego ya todo recae en las manos de la suerte, y del corazón. “Por más buena productora que seas, que un grupo humano funcione no se puede prever, lo único que queda es darte, entregarte. Y eso fue lo que  pasó. La pandemia fue brutal, es brutal. Y creo que necesitábamos mucho este espacio”, agrega. Aparte de todo lo que se pudo planear, las tres sienten que la residencia fue mucho más de lo que soñaron. 

Durante la primera etapa del proceso y en contacto con las mujeres seleccionadas hubo una atmósfera de horizontalidad y humildad de parte de todos los involucrados. “Desde lo que sé, desde lo que soy, desde lo que hago, desde cómo le hablo a esa otra persona que me expone sus vulnerabilidades, sus dudas, desde todo, se formó una red de contención tan fuerte como una tela de araña”, considera Pato, por su parte. 

Selva describe a la experiencia como esperanzadora; el haber tenido la posibilidad de estar y crear de manera colectiva, en medio de una coyuntura todavía desalentadora en términos de garantías, protección y seguridad para los trabajadores del arte. En el transcurrir adquirieron fuerzas para seguir generando espacios y oportunidades; fue una inyección de fuerza sumamente vital, según Pato.

Durante la primera etapa del proceso y en contacto con las mujeres seleccionadas hubo una atmósfera de horizontalidad y humildad de parte de todos los involucrados.

El equipo residente local estuvo compuesto por las integrantes del grupo de teatro aéreo: Selva Fox, Pato Masera y Fátima Fernández Centurión. Además, los residentes internacionales invitados: Austin Hartel, bailarín, coreógrafo, director artístico y fundador de Hartel Dance Group, de Estados Unidos; María Ucedo, actriz, bailarina y fundadora del grupo El Descueve, de Argentina; Valeria Correa, actriz, dramaturga, docente y fundadora de Piel de Lava, de Argentina; Juan Cruz Forgnone, director escénico UNA/ISATC e investigador en historia del teatro Conicet/ UNA-IIT/UBA. Argentina; y Flori Rodríguez, educadora popular, animadora, gestora sociocultural y música, de España.

En el equipo Kaos de logística se encuentran Gabriela Cueto, Karen Fraenkel, Patricia Sánchez, Guadalupe Lobo, Natalia Santos, Manu Portillo, Sonia Moura, David Amado, Rebeca Elías, Clara Carpio y Gabriel Cuellar.

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