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El ojo de Javier Valdez

Relatos con imágenes

Como fotógrafo, Javier Valdez transita dos caminos paralelos: uno profesional, donde se destaca como un fotógrafo editorial, y otro personal, en el que se permite la libertad de desarrollar sus ideas y pensamientos. A días de su nueva exposición, Reflorestar, charlamos con él sobre los procesos creativos que lo trajeron hasta aquí.

Algo que Javier Valdez siempre tuvo en claro fue su interés por las artes visuales, en especial la fotografía, pues desde pequeño se dio cuenta de que era una herramienta perfecta para observar y expresar lo que sentía sin utilizar palabras.

Javier Valdez.

“Cuando era chico, recuerdo que pedía ver el álbum familiar de las personas que visitaba. Allí noté que podía conocer a esas personas con más detenimiento; eso ejercía en mí una obsesión muy marcada, disfrutaba ver las fotografías. Nunca pensé que me iba a dedicar a esto, pero elegí este camino guiado por esa conexión que siempre tuve con lo visual”, relata Valdez.

Con el tiempo decidió estudiar fotografía, pero la práctica fue la responsable de esculpir todos sus conocimientos: “Hasta ahora sigo aplicando las técnicas fotográficas que aprendí, eso nunca te va a dejar, al menos si las aprendiste bien. A partir de ahí ya se van sumando otras cuestiones coyunturales, la intuición y el relacionamiento con los demás”. Con el tiempo, entendió que el fotógrafo es un director, es decir que no solo tiene que saber fotografiar, sino que debe aprender a dialogar y dirigir a las personas con las que trabaja para obtener un trabajo auténtico y creativo.

Javier lleva veinte años en el oficio y puede encontrar placer en fotografiar de todo, ya sea por el tema, las formas o los colores. No obstante, reconoce que su mayor satisfacción sigue siendo trabajar con el retrato. “Cuando la persona se siente cómoda en un momento vulnerable como enfrentarse con la cámara, primero, y luego con su propia imagen, es uno de los momentos más hermosos que se pueden vivir haciendo fotos. Eso, para mí, es un mérito grande en el retratado, cautivarse con la imagen que le devuelve el otro”, describe. Sus palabras no son sobre la vanidad, sino sobre capturar la imagen más auténtica de la persona, revelando su alma.

El lado más íntimo

Entre el gran número de imágenes que captura, llega un momento donde encuentra un objeto o un tema que lo inspira. Ahí empiezan a nacer las ideas y comienza a construir la narración que desea transmitir. “Creo en la fotografía como una forma de expresión con abordaje artístico, y es importante tener algo que decir; si no tengo nada que decir, mejor me callo, ya hay mucho ruido alrededor”, acota. Una vez que tiene la historia cerrada, revisa cada detalle, edita las fotos, y en el resultado podemos apreciar el desarrollo, nudo y desenlace de lo que desea contar.

En el año 2005 expuso La vida: de amores y dolores, un ensayo que trabajó por tres años. “Empecé a fotografiar el color rojo. A partir de ahí, conecté con un tema que me preocupaba mucho en ese época, especialmente porque me tocaba con personas muy cercanas: el sida. Empecé a contextualizar el dolor con mi vida misma y con el amor, naciendo así el concepto de tres libros: la vida, el amor y el dolor, tres libros fundamentales”, recuerda.

En 2008 realizó Prohibido llover en primavera, un ensayo sobre la discapacidad en Paraguay enmarcado en un proyecto de danza y discapacidad. En él fue haciendo seguimiento, mediante retratos, a los niños y adolescentes que tomaban clases de danza contemporánea en dicho proyecto. En 2017, casi diez años después, volvió con Miradas íntimas, un proyecto que surgió de un encargo con temática libre de una compañía de celulares, en el que eligió hacer retratos de personas aleatorias enmarcadas en sus respectivos contextos.

Lo que me mantiene siempre de pie es que puedo expresarme de una manera más personal en mis proyectos personales.

La fotografía exige un ritmo constante y, según Javier, a veces puede llegar a ser cansador. “Si solo dependiera de eso para realizarme, digamos, hace rato ya lo hubiera dejado de hacer. Lo que me mantiene siempre de pie es que puedo expresarme de una manera más personal en mis proyectos, en los ensayos que vengo haciendo en paralelo. Eso me ayuda a mantener la pasión que, a veces, está ausente por la saturación de trabajos”, menciona.

Cuando llega el momento de trabajar en sus proyectos más personales, deja las cosas al azar: “Anteriormente me gustaba tener todo más controlado, que nada se escapara de mi vigilancia. Con el tiempo, aprendí que el caos y la duda son buenas compañías para crear”, cuenta, y agrega que se siente muy cómodo trabajando de esta manera, haciendo fotos sin discriminación e investigando todo, para que luego las fotos elegidas le sirvan para contar una historia.

“El tiempo que toma un proyecto depende mucho de la complejidad del mismo. Me dedico profesionalmente a la fotografía, así que el hecho de darme el tiempo necesario me da la oportunidad de trabajar e investigar sobre el tema que elijo”, dice Valdez.

Como fotógrafo, prefiere no definir su estilo, puesto que le parece muy pretencioso, y sabe que en algún punto podría condicionarlo y limitarlo a cerrarse a otras probabilidades que él se quiere permitir explorar. “Una vez, una amiga me dijo que yo era un fotógrafo versátil, y le encontré razón. Como vengo de una escuela muy técnica, estoy preparado para resolver cualquier problema que se pueda presentar a la hora de hacer fotos, puede ser que tienda a creer que puedo hacer cualquier cosa que me pidas”, señala.

Reflorestar, una exposición sobre la vida

Mientras renovaba su jardín, Javier se dio cuenta de que la belleza singular de la naturaleza le transmitía un mensaje muy importante. “Empecé a hacer fotos de hojas y plantas en distintos estados mientras hacía un jardín en mi terraza; a la par, y sin darme cuenta, noté que había un vínculo, estaba haciendo lo mismo, pero de dos maneras diferentes: estaba fotografiando el  transcurrir del tiempo y armando vidas en mi espacio”, explica.

En ese momento, conectó el significado del tiempo con las plantas. Las imágenes que forman parte de la exposición no son de las plantas en el esplendor de su vida, sino durante el trascurso de ella. “Es como si buscara la belleza inusual de la naturaleza, desmitificando un poco que las plantas son bellas solo en el momento de su ʻesplendor’”, reflexiona. Reflorestar abarca cuatro años de trabajo.

Más que las hermosas fotografías que encontraremos en las paredes, Javier busca que el público experimente el tiempo y el tránsito de una vida. La exposición iniciará el 6 de junio a las 19:30 en el Centro Cultural Citibank (Mcal. López esq. Cruz del Chaco). La muestra durará todo el mes y estará abierta al público.

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