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Celos y reproches en la era virtual

Una tortura autogenerada

El núcleo de todos los celos es una falta de amor propio

Carl Gustav Jung, Médico – Psiquiatra

En la era de los Me Gusta compulsivos, los corazoncitos y los emoticones, que para los celosos pueden significar muchas cosas, los reproches siguen vigentes e incluso recrudecieron. Quizás porque vivimos en un contexto donde la mirada es protagonista; el ejercicio de observar y sentirse visto es el estilo de vida actual, parte del motor del celoso, pues este es curioso, voyeur, ve lo que quiere ver e imagina escenas que superan la ficción.

Ese juego de seducción que transcurre hoy en las redes hizo tambalear a más de una pareja que se vio amenazada por el Like a una foto de la China Suárez o a Luciano Castro. Subestimar los alcances de estas reacciones en la vida real —aparentemente inofensivas porque suceden en lo virtual— garantiza problemas de desconfianza e inseguridades porque la intensidad de los vínculos y las acciones en el plano digital tienen verdadero impacto.

Esto le puede pasar a Wanda Nara o a cualquiera, porque los celos forman parte de las pasiones y la verdad es que cuando se trata de pasiones, la razón no opera. Aunque se justifique que un Me Gusta o un corazoncito es inocente, para una pareja que no lo interpreta así puede ser el fin del mundo. Por eso, comprender la naturaleza, consciente e inconsciente de los celos, es importante para lograr desactivarlos cuando aparece un ataque de desconfianza o cuando nuestra pareja, hijos, amigos, se sienten así.

La persona celosa sufre y realmente puede ser insoportable vivir y convivir con esta neurosis, mucho más cuando se vuelve patológica. Ni hablar si se tiene tiene la esperanza de que esta cambie porque nosotros cambiamos según sus exigencias; dejar de vestir de una forma, de salir, de hablar con amigos, familiares, etcétera. Esa expectativa es inútil y solo los potencian. Los celos patológicos solo van in crescendo. Hablar de ellos —tema que suele ser uno de los más mencionados en consultorio— puede ayudar a comprender un sentimiento tan básico como complejo en todo vínculo humano. Aceptar que la autocrítica y el tratamiento es la única forma de escapar de esta tortura autogenerada, pero de alto alcance, inicia el camino a una libertad emocional para la persona y sus seres queridos.

LOS CELOS: TAN INFANTILES COMO INTENSOS

Los celos son la pasión humana por excelencia, porque tienen origen en el amor y en el temor a perderlo; por tanto, no existe lazo humano carente de ellos y, en general, son normales. Su configuración inicia en el recién nacido, cuando se da cuenta que él no lo es “todo” para su mamá. Empieza cuando aquel idilio con la madre —que para él era absoluto— se rompe. En el momento en que el bebé se da cuenta de que su mamá tiene otros intereses, en primera instancia a la pareja, su padre —más adelante su profesión, etcétera— esta noticia es dolorosa para él y aparecen los celos.

Dependerá de la conexión que la madre estableció para que este duelo se realice de forma normal (y necesaria) o neurótica. Existen mamás que, al tratar de fortalecer una autoestima deshecha, provocan celos como solución desesperada para sentirse amadas, preferidas e imprescindibles. Pero el daño colateral lo sufren el hijo y sus futuras relaciones, no solo de pareja, sino de todo vínculo. Siempre se sentirá menos que “el otro”.

Una madre así le hace sentir a su hijo como “personaje secundario” de su vida. Es una mujer que notablemente diferencia entre hermanos y el niño se vive preguntando: “¿Qué tiene él que yo no tenga? ¿Por qué ella no se interesa en mis cosas, mi vida?”. Más adelante esto configura una personalidad insegura, demandante, una eterna búsqueda de aprobación de los demás; una persona querellante, sedienta de amor y posesiva. Una forma positiva de transitar estas etapas con los hijos —que también se dan cuando aparece un nuevo hermanito— es validar ese dolor, esos berrinches, no subestimarlos ni burlarse de ellos y saber ser un sostén amoroso y comprensivo para el niño; instaurar la figura paterna como parte de la vida del chico y no como una competencia por su amor.

El celoso interpreta cualquier gesto, situación, comentario o conducta como un indicio de infidelidad y traición. De no reconocer que se tiene un problema, los celos terminan generando aquello que más temen, que es precisamente el desgaste y la pérdida de la relación.

LOS CELOSOS: ENCANTADORES DE SERPIENTES

El celoso inicia una relación como un seductor nato; la celosa, como una pareja muy sumisa, ideal. Son altamente encantadores al principio y convencen de que no son celosos, que “está todo bien”, pero llegado el momento, sacan una artillería de querellas y coacciones.

Manipulan y convencen de que es el otro el que tiene la culpa de sus celos y que no hay nadie que la ame más que ellos. Claro, en una relación hay una complicidad en la locura, un “delirio de a dos”, y la persona que queda atrapada en esta red de extorsión emocional, no solamente por ingenuidad sino porque también encuentra una satisfacción (masoquista) en este tipo de vínculos tóxicos, debe tomar conciencia para salir.

Es por eso que cuando se está en una relación así, no conviene tratar de cambiar al otro, sino entender qué pasa con uno mismo. La dinámica en la forma de amar es personal y, en estos casos, está pervertida.

UN SUFRIMIENTO REAL

Roland Barthes, filósofo y crítico literario francés, dijo sobre los celos: “Como celoso sufro cuatro veces: porque estoy celoso, porque me reprocho el estarlo, porque temo que mis celos hieran al otro, porque me dejo someter a una nadería: sufro por ser excluido, por ser agresivo, por ser loco y por ser ordinario”.

Establecer si los celos son normales o patológicos va a depender de lo que es capaz de hacer la persona. Los casos de anormalidades intensas observadas en el análisis muestran tres distintos estratos o grados, que Sigmund

Freud califica en la siguiente forma: celos concurrentes o normales, proyectados y delirantes. Pueden ser acciones de invasión a la privacidad e intimidad del otro —cuando aparecen las preguntas sobre la expareja, los celos por una relación anterior, del pasado—, hackear mails, stalkear con perfiles falsos, revisar el móvil, perseguir o acompañar a todos lados, amenazar y coartar libertades, hasta el punto más patológico de los homicidios “pasionales”, formas tan cobardes de justificarlos.

Los celos delirantes o psicóticos son graves, porque se basan en “la certeza absoluta”. Tratar de solucionarlos de forma racional, a través de explicaciones y pruebas, es una expectativa ilusa, porque el origen de estos, además del temor a perder el amor, es también el de un deseo inconsciente de “profecía autocumplida”. Así, muchas veces la persona celosa fantasea tanto con una situación, que lleva a que esta suceda, porque la pareja termina por cumplir su deseo inconsciente, se alía al síntoma y cumple la fantasía de ver la escena donde se lo engaña y traiciona, lo que confirma que el amor es eso que él pensaba, y que, por lo tanto, no estaba loco/a.

El celoso interpreta cualquier gesto, situación, comentario o conducta como un indicio de infidelidad y traición. De no reconocer que se tiene un problema, los celos terminan generando aquello que más temen, que es precisamente el desgaste y la pérdida de la relación. Carl Gustav Jung decía que “cuando el poder entra por una puerta, el amor sale por la ventana”. El poder se manifiesta en forma de obsesión, control y posesión, y puede llegar hasta la violencia, y la muerte de la pareja y/o propia.

Cada relación tiene un núcleo de privacidad al que nunca vamos a acceder y así debe ser. Amar al otro como un ser independiente, como sujeto y no como objeto; comprender que puede sentir amor por otras cosas, otras personas, sin que eso merme el amor por nosotros, es parte de amar con libertad. Además, casi siempre los celos son proyección pura y endosamos al otro lo que nosotros deseamos inconscientemente o pensamos insistentemente. Comprender estos aspectos sombríos e infantiles de la personalidad puede ayudarnos a superar una forma de amor infantil, para arribar a un estado de amor libre de sentimientos tóxicos.

Las opiniones expresadas son de exclusiva responsabilidad de la autora del artículo. Para más información y consultas, escribí a gabrielacascob@hotmail.com

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