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De nuevo embarazada

¡Y en pleno embarazo!

Rebeca y Rhys habían tardado tanto en concebir un niño, que cuando finalmente lo hicieron, la alegría fue inmensa. El pequeño Noah por fin vendría a alegrar sus vidas y la ilusión fue anidando con mucho amor en la pareja. Como todos los padres primerizos, la primera ecografía entre la séptima y la décima semana fue una experiencia mágica. Ahí estaba el pequeño, creciendo en el vientre de Rebecca en condiciones perfectas. 

Lo insólito ocurrió en la semana 12, cuando otra ecografía reveló un nuevo integrante que anteriormente no estaba: una niña, mucho más pequeña –diminuta– que había sido concebida en pleno embarazo de Rebecca. 

“¡¿Cómo era eso posible?!”, preguntó Rebecca estupefacta a la igualmente sorprendida ecógrafa. 

De acuerdo con las medidas de la bebé (a la que llamaron Rosalie), la niña tenía tres semanas menos de gestación que su hermano, que crecía en otra bolsa. Había ocurrido lo que se conoce como superfetación: un nuevo embarazo estando ya la madre encinta. Un fenómeno tan extraño que hay menos de 10 casos registrados en todo el planeta. 

Y es que para que una superfetación suceda, deben darse tres cosas casi imposibles: la madre tuvo que ovular –cosa que normalmente se detiene por las hormonas del embarazo–, tuvo que haber fertilización –es inusual porque el tapón mucoso evita que el esperma pase por el cérvix– y, por último, tuvo que haber implantación, es decir, suficiente espacio para que otro embrión empiece a formarse en el útero. 

Los óvulos que fecundó Rebecca fueron de ciclos menstruales distintos, por eso se generó una diferencia en el desarrollo gestacional. El crecimiento del segundo embarazo era constante, solo que con un retraso de tres semanas con respecto al otro. 

Luego de reponerse del susto, Rebecca y Rhys tuvieron sentimientos encontrados: por un lado, se sentían inmensamente afortunados por semejante milagro, y por el otro, temían que el segundo bebé –tan pequeño en comparación con su hermano– sufriera algún problema, e incluso no llegara a nacer. Pero la pequeña Rosalie no tenía planes de salirse de la película. Su desarrollo fue constante, a su propio tiempo, hasta que en septiembre del 2020, en medio del confinamiento de la pandemia, llegaron al mundo: Noah, con 2 kg, y Rosalie, con 1,100 kg. “Rosalie era tan pequeñita que cabía en la palma de mi mano”, cuenta Rebecca y se emociona al recordarlo. 

Tuvo que pasar un tiempo para que la familia pudiera estar junta y fuera de peligro. Inmediatamente después de nacer, los niños fueron internados en Terapia Intensiva Neonatal de distintos hospitales. Noah fue el primero en ser dado de alta y llegó al hogar de sus padres a las tres semanas. Rosalie, en cambio, tuvo una internación de más de tres meses y, cuando llegó a casa, sus papás al fin la pusieron al lado de su hermano. 

El vínculo fue inmediato. Extendieron sus manitas al instante y se tocaron el rostro, reconociéndose como compañeros de ese viaje intrauterino que ahora se convertiría en la gran aventura de descubrir el mundo como hermanos. 

Sin duda, un milagro de la vida, que se impone y sorprende sobre todos los límites humanos.

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