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Lali González

Más allá de la ficción

No necesita carta de presentación; en primer lugar, por su trayectoria y, en segundo, por la personalidad cautivadora que la caracteriza. Desde la telenovela La 1-5/18, de Argentina, los éxitos no pararon: logró su primera nominación al Martín Fierro, lideró su propio programa y es participante del Bailando 2023, uno de los shows con más rating. De este lado del Paraná, la vemos radiante en el estreno de una película muy esperada en el cine paraguayo. En estas páginas, charlamos con Lali González acerca de sus vivencias, sus sueños y los éxitos personales detrás de la artista

Como lo dice ella misma: “Yendo y viniendo pero viviendo en Argentina”. En una de sus últimas visitas a esta tierra que tanto ama, su país, Lali González posó para la lente de Loli Ferrés para convertirse en la protagonista de esta edición de High Class. La idea de esta photoshooting fue hacer un remake de la primera producción de moda de High Class: Cinema. Ya en las puertas de nuestro aniversario 17 de vida como revista, ella se convirtió en el centro de este backstage de cine de los 50 como la estrella que es.

Proyecto tras proyecto, Lali abrazó con fuerza su pasión actoral desde que volvió a escena. De hecho, su interpretación de Rita en la novela La 1-5/18 fue furor en la televisión argentina. En esta ficción, ella ocupaba uno de los papeles protagónicos: el de una madre paraguaya en Argentina, que buscaba a un hijo que había dado en adopción a los 17 años. Tal fue el cariño que despertó en los televidentes que su interpretación le valió la nominación a un premio Martín Fierro del vecino país.

Siempre inquieta y con ganas de nuevos desafíos, en los últimos meses una parte importante de su vida transcurrió en el set del programa de entretenimiento ¿De qué signo sos?, que lideró con el carisma por el cual es bien conocida.

Actualmente dedica mucho tiempo a los ensayos para el programa Bailando 2023, conducido por Marcelo Tinelli.
Dentro y fuera de escena, se puede definir a Lali como alguien a quien los reflectores aman. Y es que ella es así, una mujer con un carácter inolvidable y un ímpetu envidiable, que no tiene miedo de decir lo que piensa.

Por eso, decidió hablarnos a corazón abierto más allá de esa faceta artística que tanto admiramos en las tablas, la tele y la pantalla grande. Así, desde lo más cotidiano —como que el vori vori es lo que más extraña de Paraguay en periodos prolongados de lejanía— hasta lo más profundo, Lali nos confesó que, con el éxito profesional, coexisten las conquistas personales que cosecha todos los días.

Profeta en su tierra

No encuentra otra forma de definir el cariño que le hace sentir la gente. Para ella, ese afecto es difícil de ignorar pues la abraza por completo. Un evento que definitivamente la reafirmó como profeta en su tierra fue aquel ciclo de su obra Las cosas maravillosas, el unipersonal que conquistó la calle Corrientes en Buenos Aires y que también llegó al país en julio pasado. En aquel momento, las tablas del Teatro Municipal Ignacio A. Pane vieron a Lali encarnar a una hija que contaba la historia de su madre, lo que la actriz resume como “una historia fuerte y empatizable”.

“Es imposible no darse cuenta cuando el público te elige, no es que una se autoproclame, sino que es inevitable sentir el cariño. ¡Haber visto una fila así un domingo a las 3.00 de la tarde en Paraguay, llenar el teatro a esa hora por todo un fin de semana! No sé de qué otra forma decirlo, en una ciudad donde cuesta muchísimo convocar al teatro, fue un regalo de mi país”, comparte.

Nos cuenta que recuerda con mucho cariño a su maestro Agustín Núñez, de quien aprendió el arte escénico, así como la formación que le ofrecieron Juanca Maneglia y Tana Schémbori en el campo de la actuación ante cámaras. Sus inicios, sin dudas, estuvieron marcados por sus enseñanzas. Mientras reflexiona acerca de esos primeros años, define el rubro como un camino que se mide por la resistencia y que, cuando se cruza con las demás facetas de una persona, puede ser escuela para la vida.

“Yo dejé el teatro porque sentía que no era muy buena actriz. No me llamaban para nada, siempre era la última cuando todos mis compañeros ya estaban en obras”, rememora Lali y añade: “Cuando volví, me di cuenta de que tenía oportunidad, de que era cuestión de estudiar y tener fe. Me arriesgué por esto sin saber qué podía pasar. Por eso, aunque generalmente tendemos a tirarnos para abajo, me parece que hay que creérsela en el buen sentido”.

Este análisis retrospectivo la impulsa todavía a soñar porque, así como habla de resistencia, su camino también se construye con las nuevas metas. “Me encantaría dirigir una película, viajar a España para trabajar un tiempo y seguir estudiando. Creo que estos sueños son deseos, no tienen por qué ser considerados como algo grande, maravilloso e inalcanzable para llamarlos así”, menciona Lali. Al fin y al cabo, ella guarda una pluma aficionada que desea narrar y crear: “Escribo como hobby, me gusta explorar porque soy curiosa, quiero contar historias que me inspiren y me nazcan”.

Del personaje a la persona

Cada rol que encarnó le dio una herramienta distinta, que puede o no tener relación con la taquilla o el trabajo artístico en sí porque, a veces, nos dice: “Es un proceso personal, son las vivencias del actor”. Por eso, le parece injusto poner a algún papel el rótulo de “favorito”; sin embargo, reconoce que su Liz de 7 Cajas inmortalizó su nombre en Paraguay y su Rita de La 1-5/18 se robó el corazón del público argentino. Ahora bien, actuar de villana fue uno de los momentos más esperados de su carrera. Cuando el teléfono sonó con la propuesta de encarnar un personaje en Leal 2: Comando Yaguareté, su única condición era no hacer más de buena.

Y así fue como nació Graciela, el personaje que interpreta en esta secuela que se encuentra actualmente en los cines nacionales. “Era un desafío probar otros matices. Descubrí que me sale bien el papel de mala, me parezco. De hecho, le puse el nombre que tenemos mi mamá y yo: Graciela”, detalla.

Si pudo poner mucho de sí misma en el papel, tanto que hasta lleva su nombre, fue por la labor conjunta con los directores Mauricio Rial y Armando Aquino, que Lali destaca en todo momento. “Hicimos un trabajo de mesa que consistió en sentarnos a leer el guión porque, cuando uno empieza a mover la escena, surgen cosas interesantes que son positivas para su desarrollo”, refiere la artista.

Interpretar para representar

Esta nueva inclusión a la vidriera audiovisual paraguaya la tiene muy emocionada, pero no solo porque le cumple la meta de ser la mala de la película, sino también porque Lali sostiene que, para Paraguay, es necesario verse en pantalla: “La ficción es el espejo de una cultura, de un pueblo, un país y su sociedad; necesitamos un poco más de eso”.

En ese sentido, a su criterio el potencial del mundo cinematográfico y teatral está en la preparación del terreno, en el hecho de conquistar audiencia. “Es importante la convocatoria del público paraguayo al cine, pero no para apoyar, porque no somos una entidad de beneficencia, sino artistas. Necesitamos espectadores que nos critiquen o aplaudan, pero que reaccionen. Es nuestra responsabilidad dejar a la nueva generación una industria más avanzada para cuando quieran dedicarse a esto”, opina.

A los ojos de Lali, Paraguay debe tener más representación y, a la vez, el mundo necesita de más paraguayos. “La idea es abrir caminos y dejar precedente, como en su momento ya lo hicieron Arnaldo André y otros compatriotas, tanto actores como directores, porque trabajar en cine y teatro son formas de hacer patria y llevar la bandera”, nos habla nuestra protagonista.

Al apagar los reflectores

“La verdad, me encantaría sentirme plenamente feliz y disfrutar del momento, pero también hay una vida paralela, el día a día, el de una madre con una niña de cuatro años en una ciudad grande”, relata la actriz. No nos habla desde la tristeza ni el cansancio, sino con la voz inyectada con una creciente energía.

“Profesionalmente, puedo decir que la estoy pasando increíble, soy una persona bendecida porque tengo trabajo en un país muy competitivo, con muchos actores. Me siento realmente agradecida porque la cosa no está fácil ni acá ni allá”, cuenta.

A todas luces, el talento y la fortaleza la acompañaron en todo momento porque, hoy, sigue un camino de resiliencia que la mantiene con la vista puesta en las metas que todavía se traza. “Hay que hacerse cargo de lo que uno le pide al universo; trabajar, soñar y creer que va a pasar; pero cuando ocurra, uno debe ser fuerte y estar preparado mentalmente para el momento en que se cumplen nuestros sueños porque, al llegar, uno quizás se dé cuenta de que su cuerpo o su salud mental no están tan sólidos como pensaba”, reflexiona.

Aunque costó mucho que Rafa, su hija de cuatro años, se adapte a un mundo distinto, donde no estaban los abuelos, los primos y los amiguitos, ahora la historia es distinta. “Cuando uno se muda de país es bastante difícil y más si involucra a una hija, pero ella se superadaptó y todo ese tramo que pasé ya es una anécdota, voy a vivir muchas cosas y todas ellas las voy a tomar con fuerza”, ahonda Lali.

“Los desafíos me fortalecieron como mamá, como mujer y como artista. Me perdoné en muchos aspectos, como el haber postergado mucho el disfrute de la maternidad. A veces, no queremos decirlo así, fría y crudamente como lo estoy diciendo yo, tal vez por culpa o por vergüenza. Yo no tengo eso porque es humano y nadie nació con un manual. La vida me enseñó a darme cuenta de cuál es el tiempo que le debo dedicar a mi hija y mi familia, y cuál al trabajo, si vale la pena, y cómo tratar de dividir mis días entre eso y jugar con ella”, finaliza.

Hoy por hoy, si tuviera que definirse, se resumiría a sí misma como “perseverante, soñadora y con mucha fe”. Así, ella concibe su actual éxito como una auténtica bendición, término que reitera, reconoce y abraza.

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