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Verónica Abente

Decididas y visionarias: Cuentos sobre inclusión, amor y empatía

Si se le pregunta por su oficio, prefiere definirse como profesora antes que como escritora. Y eso que Verónica Abente es uno de los nombres más relevantes de la literatura infantil en nuestro país. Con varios libros publicados y muchos más esperando ver la luz, sus obras logran conectar con la vida y las emociones de los más pequeños, mientras dejan profundas enseñanzas también a los adultos.

Ella no tiene sueños chiquitos. Con un libro para niños sobre celiaquía ya publicado, cuando se le presentó la posibilidad de escribir otro sobre el síndrome de Williams, también para el público infantil, visualizó toda una colección. Así pudimos conocer primeramente las historias de Soy Pedro y Soy Olivia, con quienes inicia la serie Descubro un tesoro, que continúa con Rosa, Fidel, Lara, Juan y Pablo.

Verónica Abente es maestra de primaria hace casi tres décadas. Estudió Formación Docente, luego recibió su licenciatura en Ciencias de la Educación y hace un tiempo terminó una maestría en Neuropsicología, cuando su plan inicial era ser profesora por unos pocos años. “Me quedé en el rubro al descubrir la magia de los niños”, nos confiesa. En su día a día en las aulas, notó la necesidad de que los chicos tuvieran libros que hablaran de nuestra realidad y contexto, quiénes somos como paraguayos y cómo nos sentimos.

A ella siempre le gustó la lectura. En su propia niñez y adolescencia le marcaron los libros de Mafalda —se leyó toda la colección— y uno muy especial que se llamaba 365 cuentos para todo el año. Las antologías poéticas le fascinaban y sus autores preferidos fueron Josefina Plá, Helio Vera, José Luis Rodríguez Alcalá y Renée Ferrer de Arréllaga, entre otros. Con los años descubrió la obra de Pablo Neruda y los cuentos de Jorge Bucay, pero si hay una obra que volvería a leer una y otra vez es Inés del alma mía, de Isabel Allende.

Con la asidua lectura llegó la escritura. Desde temprana edad se presentó a varios concursos de cuentos, y aunque nunca ganó el primer premio, testaruda como se define ella, no dejó de plasmar sus ideas en papel, ya que esa “era mi manera de canalizar mis emociones, de volver a revivir el momento, de expresar lo que el corazón no se animaba a decir en voz alta. Todo el día imaginaba historias en mi mente”, recuerda.

Con los años, se dio cuenta de que una no solo gana cuando se lleva el premio a casa o cuando la llaman de una editorial, sino cuando los libros que escribe son leídos.

Con la intención de que sus niños retengan las lecciones en su memoria, Vero siempre les componía canciones, poesías y trabalenguas. En su casa tiene tantísimos escritos de varias épocas. “Cuentos creados y registrados tengo como más de 30, pero no se llegan a publicar todos. Soy de las que escriben uno o dos relatos por mes y los voy guardando en la nube. A veces bajo alguno y lo reviso. Una habla de lo que le pasa. Tengo a un sobrino con síndrome de Down, un esposo con diabetes y mi hijo es celiaco; y son quienes inspiraron las historias de Soy Juan, Soy Rosa y Soy Pedro, respectivamente. Voy escribiendo lo que veo, lo que sucede, lo que noto que nos hace falta discutir más. Hay muchos cuentos preciosos de pura fantasía, de tantos temas redivertidos para los niños, y también necesitamos ese género de ficción realista: como que existe el personaje y le pasa lo mismo que a mí o a alguien que conozco”, explica la autora.

“Al momento de lanzar el cuento Soy Pedro y soy celiaco, nunca dimensioné que tendría un impacto tan grande, ya que se hizo una edición de 5000 libros. Por aquel entonces participé en varios cuentacuentos y la gente empezó a referirse a mí como: “Ahí viene la que escribe, la que escribe”. Luego llegó el segundo libro, después el tercero y se fueron sumando. Entones, ¿soy escritora? Y sí, lo soy. Escribo así como miran los niños, porque los tengo todo el día en el aula”, nos relata.

Cuando Vero empezó a publicar, también lo hizo con otra serie que se llama Cuento inclusivo; de hecho, se dedica a eso porque es una manera de incluir, en sus palabras, un tema del cual no se habla lo suficiente. Kuña Mujer trata sobre el valor del género femenino, con Mi bichito y yo busca ahondar en el cáncer desde la mirada infantil y con No me gusta que me tienten pretende darles herramientas a los niños para salir de situaciones de intimidación y de bullying.

Justamente, en cuanto a los libros para los más pequeños, le encantan las historias sencillas. “María Elena Walsh es una autora argentina a quien leí, canté y disfruté. Alma Flor es otra artista que me encanta como escribe, por la sencillez y la rima que tiene. De René Ferrer de Arréllaga, en sus primeros cuentos para niños, me atrapaba la capacidad que tenía para sacar de una mariposa azul una historia magnífica. De Gladys Carmañola, por ejemplo, la manera de contar para niñas con una cadencia, un ritmo y una musicalidad que hacía que me dijera a mí misma: ‘Algún día quisiera escribir así’. Es muy distinta la literatura para los grandes que para los niños”.

Al consultarle sobre cuál considera que es su aporte en su noble oficio, sin dudarlo ella responde que no es consciente del impacto de sus obras hasta que alguien se lo hace saber. “Hablamos de temas que son muy comunes, que nos tocan la piel y el corazón”, expresa la autora, que resume en tres cualidades su trabajo. “En todo lo que escribo hay tres condimentos que no deben faltar: la inclusión, la empatía y, por supuesto, la imaginación. Sobre todo, la empatía me parece fundamental ya que es lo que construye una sociedad más humana y más feliz. Yo creo que es un aporte muy grande”, manifiesta.

En todo lo que escribo hay tres condimentos que no deben faltar: la inclusión, la empatía y, por supuesto, la imaginación […]. Yo creo que es un aporte muy grande

Algo curioso en la escritora es que ella siempre habla en plural, y eso responde a que nunca está sola. Si bien puede desempeñarse como la directora de orquesta, a su lado hay un montón de gente, desde ilustradoras, diseñadoras y correctores de estilo, hasta psicólogos. En este punto, Vero nos detalla que comparte un cuento mucho antes de que se empiece a ilustrar “y trato de ver cómo todos se sienten identificados, reflejados. Si es que el relato es realmente una versión fiel del tema planteado, tenemos que asegurarnos de que no haya nada que lastime o hiera, porque eso es algo que no quisiera nunca. Son cuestiones muy sensibles y siempre hay todo un equipo detrás que incluye también a médicos, nutricionistas, asociaciones y familias enteras”.

Un detalle muy lindo es que en el día del lanzamiento de un determinado cuento, la misma cantidad de libros vendidos se regala a ciertas escuelas; es decir, se dona el mismo número que se comercializa. “Eso lo hemos hecho siempre y es una satisfacción ser consciente de que las personas, cuando saben de esta acción, se prenden y adquieren un ejemplar, porque así regalan otro”, nos comenta.

Sus obras no están disponibles en formato digital y esto responde a que “los niños necesitan el impreso por innumerables beneficios. Debe ser fantástico leer en digital, pero los chicos no pueden tocar un dibujo, no les es posible apegarse. Yo veo que ellos se abrazan a sus libros y dicen que ese es su amigo, que ese cuento habla de ellos. A una máquina no le das besos; en cambio, con uno en papel te vinculás. Neurológicamente hablando, cuando el pequeño pasa a la página, adquiere un concepto de corporalidad que es fundamental en su desarrollo. Ahí se activan todas las neuronas para seguir la lectura. El mundo que viene es digital, en muchos aspectos, pero a los niños les tenemos que dejar que la vida sea real, y el libro físico es algo real”.

Pero esto no quiere decir que ella rehúya de la tecnología. Es más, la colección Descubro un tesoro está completa en YouTube, con los relatos animados, y esta decisión la tomó con su equipo pensando en todos aquellos que no pueden comprar el libro. También es como una manera de salir al mundo.

KUÑA MUJER

Esta es una obra para niños y adultos que habla del valor de las mujeres, del respeto a cada una, del cuidado que hay que hay que tener entre nosotras, de los varones hacia nosotras y de nosotras hacia los varones. Nos cuenta por qué se nos dice “kuña porã”, “kuña mbarete”, “kuña vale” y “es un libro que da mucho poder, para que cualquier mujer se sienta libre, importante y valiente”, agrega.

Es una obra que escribió después de un episodio de mucho dolor que vivió con su propia hija, luego de asistir juntas a un funeral por un feminicidio. “En ese entonces tenía dos cuentos sobre el tema. Sin embargo, nunca los publiqué, porque en un momento dado pensé ¿qué es lo que necesitamos las mujeres para nunca más llegar a eso? Creo que la respuesta está en sentirnos amadas, respetadas y con un valor que sea tan fuerte que podamos poner un alto a la situación y salir antes de que sea muy tarde. Así surgió Kuña mujer, con el ánimo de compartir por qué nos dicen ‘kuña’ en Paraguay, por qué hay tantos apodos para nosotras. Empecé a recopilar afirmaciones de nuestras raíces con la intención que nuestro tronco se haga mucho más fuerte, de modo a florecer como mujeres”, detalla.

AMOR A LA ESCRITURA

Como escritora para niños y también para grandes, Vero trata de tocar temas de todas las áreas, pero aún siente que le queda pendiente muchísimo. Le gustaría incursionar más en la historia del Paraguay; incluso ya tiene un libro terminado pero no publicado sobre el Palacio de López. También le encantaría seguir narrando sobre la naturaleza, por un lado, y las emociones, por otro. Por supuesto, siempre armada de imaginación y para los niños.

“Yo creo que los chicos son los que van a cambiar el futuro, soy una convencida de que un niño que lee, es un joven que después se acercará a la lectura y un adulto que va a seguir leyendo”, expresa la escritora mientras rememora que “cuando yo empecé a escribir, una vez dije muy sinceramente: ‘Ojalá haya muchos libros paraguayos que hablen de niños y que sean para ellos’. Varios me preguntaron por qué quería competencia. Les respondí que no pasa por ahí, sino por la ilusión de que todos seamos capaces de contribuir un poquitito más a la literatura infantojuvenil”.

En su opinión, ciertamente la mirada de una mujer es distinta; así lo ve en su caso, como madre, maestra y ciudadana. Esto lo detalla de la siguiente manera: “Tuve la bendición de llevar dentro de mi vientre a un hijo y eso me dio una experiencia distinta, también como maestra y ciudadana. Considero que la mirada femenina es muy abarcadora, por nuestros múltiples roles”.

Vero Abente escribe con varios fines; primero, que el libro sea leído y llegue al corazón de la gente. Segundo, con la intención de compartir y, tercero, para venderlo y que ese capital genere otra obra en un ciclo que siga educando, aportando a la inclusión y generando empatía. Cuando una niña se le acerca y le dice: “Yo también voy a ser escritora como vos”, ella no puede evitar sentirse sumamente gratificada, pero no por su persona, sino porque siente que, como autores, dejan una huella en la humanidad. “La escritura y que los chicos anhelen escribir es como prolongar esta sociedad, un indicio de que va a continuar, seguirá evolucionando y dejará un rastro”, nos comparte.

Cuando escribo un libro, sé que son como mil en realidad, porque cada persona lo interpreta a su manera […]. Esa es una forma de decir que vale la pena seguir escribiendo

Y es que este trabajo le da miles de satisfacciones. “El sentir que al narrar una se conecta con otro y que, cuando escribo un libro, sé que son como mil en realidad, porque cada persona lo interpreta a su manera. Muchas veces los lectores me dan un retorno, me comentan cómo les llegó el relato, qué parte de la historia les tocó. Esa es una manera de decir que vale la pena seguir escribiendo, porque todavía hay muchísimo para contar, cosas que te conectan con otra persona y te hacen un ser más humano”, finaliza.

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