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El acto subversivo de leer

Todos los meses, el staff de High Class se reúne para definir el contenido editorial, y si bien las notas de esta sección suelen dedicarse a echar luz sobre la obra de algún autor o autora, este mes decidimos poner el foco en otro lugar, en un cuestionamiento que no necesariamente persigue el obtener respuestas, sino dibujar el panorama de una situación actual: la lectura y el consumo de literatura en el país.

Hace unos meses, una importante editorial paraguaya lanzó una campaña publicitaria en la cual socializaron cifras sobre el consumo de lectura promedio de la ciudadanía. Según esta campaña, la cantidad de libros que la población lee por año es de 0,25. Esta situación fue uno de los motores para la elaboración de esta nota; por ello, quisimos acercarnos a sectores y personas periféricas al ámbito de las grandes librerías para tener una noción más completa de este panorama.

La educación que nos falta

Muchos habrán escuchado, o habrán dicho alguna vez, que varias de nuestras falencias como personas, como ciudadanos, se remiten a nuestra (carente) educación. La importancia del acceso a este derecho es vital, y es aquí donde empezamos con este artículo.

Paraguay sigue en un eterno proceso de transición a la democracia, que empezó hace 30 años. En el ámbito de la educación y la lectura, la herencia del régimen stronista sigue sedimentada en nuestra realidad actual. Anteriormente, la lectura era considerada un objeto de represión y los libros eran considerados materiales subversivos, lo cual se reflejó en la educación de la época, que fue servil a los objetivos de fortalecer y mantener la dictadura.

En Paraguay, la inversión en educación está por debajo del mínimo recomendado por la Organización de las Naciones Unidas por la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), que es el 7 % del producto interno bruto (PIB). Actualmente la inversión está cerca del 5 %.

De los resultados de los exámenes de PISA-D —un estudio a nivel mundial que mide el rendimiento académico de los alumnos en ciencias, matemática y lectura— que se tomaron el año pasado, se pudo rescatar lo siguiente: siete de cada diez estudiantes no comprenden lo que leen. Es más, según la Encuesta Permanente de Hogares de 2013, hay 280.000 personas mayores de 15 años en el país que no leen ni escriben. El pulso del panorama educativo paraguayo está en crisis, pero la buena noticia es que esta nota no tiene un final deprimente. No todo está perdido.

Lia Colombino.

Leer en Paraguay

Todos los días realizamos el acto de leer; desde sinopsis de noticias, eventos y situaciones en redes sociales o artículos desde el celular, hasta hojear periódicos y revistas en las salas de espera. La Cámara del Libro Asunción Paraguay (CLAP) había cifrado en 0,25 el promedio de libros que cada paraguayo lee por año, y esa fue la cifra utilizada por la campaña publicitaria mencionada anteriormente.

La menos fatalista de las realidades está respaldada por la cifra arrojada por la Encuesta Latinoamericana de Hábitos y Prácticas Culturales de 2013, elaborada por la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), que dice que en Paraguay el promedio de libros leídos por persona es de 3,1 por año, mientras que el promedio latinoamericano es de 3,6.

A medida de que las personas van aumentando su nivel educativo, es mayor la frecuencia con la que leen. Y aquí es donde también incide una variable de la cual no hablamos aún: el nivel socioeconómico. Según mejora el estatus económico, la frecuencia de la lectura aumenta.

Por otro lado, la existencia de bibliotecas públicas con horarios y políticas de uso accesibles, representa un tema importante para los lectores. En la web de la Biblioteca y Archivo del Congreso Nacional, se puede ver la cantidad de localidades que no cuentan con una sola biblioteca. En contraposición a esta realidad, grupos de personas de distintos lugares se organizan para llenar ese vacío al crear bibliotecas callejeras y comunitarias. Este tipo de proyectos comunitarios que  accionan sobre una situación de negligencia estatal, se ve reflejada también en el ámbito editorial, en la comunidad de escritores y escritoras, y de artistas en general.

La literatura es un trabajo, una disciplina. Uno tiene que capacitarse, proyectarse

Norma Flores Allende

Una generación que florece en medio del desierto

Norma Flores Allende

Es comunicadora, docente de inglés y escritora. A la edad de 26 años decidió tomar más en serio la escritura, encararla desde otra perspectiva y proyectarla como un trabajo. Publicó su primer libro, Memorias de un planeta extraño, en 2016. Participó de antologías de narrativa y poesía, escribió guiones para historietas y realizó actividades de promoción  cultural en Asunción.

Hablando con ella sobre la falta de lectura en el país nos acercamos a un tema que va de la mano: la promoción y el apoyo a artistas y escritores. “La literatura es un trabajo, una disciplina. Uno tiene que capacitarse, proyectarse”, comenta Norma, mientras habla sobre la importancia de que los trabajadores de la escritura puedan pensarse como gremio, ya que ve en los escritores jóvenes una necesidad de activar de manera colectiva, de concebir la escritura no solamente como algo solitario; y en este sentido, también plantear y defender sus derechos, como el acceso a cobertura médica, jubilación y derechos de propiedad intelectual.

Entre los obstáculos comunes para escritores está la precarización diaria, agrega Norma: “En el sentido de la necesidad de tener múltiples trabajos, estudiar, solventarse económicamente y, encima, poder plantear proyectos artísticos”. Enfatiza en que se necesitan más espacios de capacitación, ya que las carreras universitarias existentes están orientadas a la formación docente. “Reconocemos que esto es arte y trabajo, y como tales tenemos que formarnos, leer y ejercitarnos”, agrega.

En ese sentido, Norma realizó una investigación que denominó “Urumbe”, debido a que varios de los escritores a los que entrevistó se refirieron a Paraguay como un desierto cultural, entonces  estos serían los cactus, las plantas que florecen y perduran a pesar de las temperaturas extremas. “El hallazgo que más me sorprendió fue que se puede hablar de una generación de escritores; arrojan las mismas respuestas, tienen las mismas problemáticas y se posicionan de manera similar”, menciona. Entre todos los resultados de la investigación, uno de los más importantes es el notable liderazgo femenino actual.

La generación actual, tanto en activismo como en producción literaria, está encabezada por mujeres escritoras: “Son las mujeres las que están escribiendo más y tienen más presencia, las que están organizándose y creando, están ganando premios importantes y siendo publicadas por editoriales importantes”. Norma hace hincapié en esto ya que históricamente fue al revés; pero hoy hay una toma de conciencia de género y de clase.

Norma recomienda el libro Contemplar el abismo, de Melissa Ballasch, una novela corta de ciencia ficción y fantasía paraguaya.

Norma Flores Allende.

Giselle Caputo

Giselle creció rodeada de libros. Su mamá es bibliotecaria del colegio donde estudió, entonces, con sus hermanas solía pasar los recreos en la biblioteca. Es licenciada en Letras y se encuentra al frente de la editorial Aike Biene. “Desde muy joven ensayo la escritura de poesía, y desde entonces, leyendo también a mis amigos que escribían genialmente, ya sentía o intuía una cierta orfandad relacionada a la difusión y visibilización de las obras literarias de autores menores en Paraguay, voces aisladas”, comenta Giselle, refiriéndose al nacimiento de su firma.

En 2017 se alió con César Barreto, escritor y diseñador editorial, y juntos crearon lo que hoy es Aike Biene Ediciones, una entidad independiente, sin fines de lucro, con ganas de ejercitar el cuidado del libro en todas sus instancias. Se definen como una editorial con conciencia crítica, política y artística.

La idea de Aike Biene es que sea un lugar donde los autores no deban pagar por la publicación y donde, además, cada obra sea tratada como un producto artístico y cultural, tanto de forma como de fondo. “Hasta ahora tenemos publicados seis títulos, y para fin de año llegaremos a diez. Nosotros auspiciamos la totalidad del gasto de materialización y difusión de las obras, y entre ellas hay una dinámica cooperativa: con la recaudación de una publicación se gestiona la siguiente”, explica Giselle.

Para ella, el trabajo del sector alternativo en todas las áreas de la cultura viene a aportar diversidad, transformación y enriquecimiento del pensamiento crítico. “Creo que en Asunción hay una comunidad de lectores dispuestos e interesados en alimentarse de expresiones artísticas cercanas, nacionales y contemporáneas como una forma también de construir la propia identidad y reforzar vínculos sociales generacionales. En ese sentido, Aike Biene Ediciones funciona gracias a la receptividad de estas personas”, concluye Giselle.

Su recomendación para la comunidad lectora es A tiempo y no, una plaquette autogestionada de Cinthia Martínez; en palabras de Giselle, una obra terriblemente hermosa y sustanciosa.

Giselle Capuro.

Matías Cardozo

Anteriormente hablamos de escritores que sufren precarización a causa de tener que trabajar, estudiar y gestionar sus aspiraciones artísticas al mismo tiempo. Bueno, Matías es un editor digital que, de día, se dedica a la redacción creativa en publicidad. Su interés por los libros digitales nació por curiosidad y apostó de lleno a la posibilidad de hacer algo diferente en cuestión de edición literaria.

Gracias a que una compañera de trabajo, adquirió un dispositivo digital para leer, un Kindle de Amazon; empezó a investigar sobre el formato, comenzó a leer en blogs y hacer tutoriales, de forma totalmente autodidacta. “Compré mi propio dispositivo y empecé a experimentar y a comprender el proceso de la edición en sí”, recuerda.

La editorial creada por Matías, Tiempo Ediciones y Contenido, se dedica a diseñar el libro en un formato específicamente para la lectura digital; el PDF y el archivo de Word son formatos para impresión, pero que por su portabilidad y poco peso, fueron utilizados para editar y distribuir libros. Fue el caso de La paciencia de Celestino Leiva, un cuento de Helio Vera que a finales de los años 90 se distribuyó ya a través de la red social Yagua.com. “Es, tal vez, el primer cuento en formato digital en Paraguay”, señala.

Existen antecedentes de autores que ya sacaron obras en formato digital, pero no son del todo fáciles de encontrar. “El libro digital se destaca por su accesibilidad. La persona adapta el contenido del libro a sus condiciones de lectura; por ejemplo, si tiene problemas de visión, puede cambiar y agrandar la tipografía según el dispositivo en el que esté leyendo. También es accesible para personas con dislexia, pues la mayoría de las aplicaciones de lectura digital traen su propio juego de fuentes para personas con dislexia. Utilizando los motores de voz, se puede hacer el text to speech; es decir, la aplicación te lee la obra. Eso es lo que permite el formato digital: la accesibilidad”, reflexiona Matías.

Uno de los problemas es el proceso engorroso que conlleva colectar las ganancias, si es que las hay. “Paraguay no tiene tratados de comercio fijos con Estados Unidos que nos permitan la exoneración de impuestos sobre bienes culturales, entonces hay retenciones impositivas para que nosotros podamos colectar el dinero por las obras digitales que vendemos”, dice al respecto. El primer libro que editó fue una novela de Gabriel Grommeck llamada Esa piel que no es mía (2013). Hasta ahora, Tiempo Ediciones tiene un catálogo de 10 libros digitales, una apuesta para que la literatura paraguaya salga al exterior.

Su libro recomendado es Nobis, de Juan Ramírez Biedermann, un libro de cuentos que crea un universo sobre lo que ocurre en el barrio Las Mercedes entre finales de los años 80 hasta inicios del 2000.

Matías Cardozo.

Lia Colombino

A Lía siempre le gustaron los libros y el olor que desprenden. Se la puede considerar una persona empapada en todo lo que implique el arte, su historia y sus múltiples significados a través del tiempo y el contexto de los jóvenes escritores del país. “Después de unos años de conocernos con Fredi Casco, empezamos a pensar en publicar nuestros textos. Ana Ayala empezaba a diseñar y con ella armamos nuestra primera plaquette, un pequeño libro de poemas con dos tapas que, en ese entonces, publicamos con Arandurã Editorial”, comenta sobre sus inicios en el mundo editorial.

En el año 2000 lanzaron la primera publicación de Ediciones de la Ura, su propia editorial. “La idea era incursionar en la publicación de textos literarios porque, en aquel entonces, no nos reconocíamos en lo que se hacía en ese campo. Creíamos en la edición como un trabajo de reescritura y no solo en la impresión de los textos”, menciona. Lo que les interesaba era trabajar transdisciplinariamente en un lugar donde el músico también es lector y donde el escritor opina sobre el diseño, “un poco como las uras, que nadie las llama para que crezcan en un cuerpo extraño que hacen propio”, reflexiona Lía.

Ediciones de la Ura cuenta con trece publicaciones. Lía comenta que las publicaciones independientes tienen mucha importancia, pues son las que miden un poco el aire, lo que se respira, pues trabajan desde la micropolítica: “En países donde también hay políticas de Estado existen las editoriales independientes porque siempre hay disidencia, y eso es bueno. Es bueno que haya alternativas”.

Aparte de la editorial, Lía lleva adelante talleres de escritura. ¿Por qué? Porque su formación personal tiene que ver con un taller de escritura. Fue parte de los talleres de Gabriela Yocco, poeta argentina, su maestra durante cuatro años. “En su taller me di cuenta de que eso era algo que yo podía hacer. Mis compañeros me mostraban sus textos y empezó como una cosa natural. Después, durante los veranos en Asunción, nos juntábamos entre algunas personas para compartir lo que hacíamos”, comenta, y agrega que los talleres que imparten nacieron por una necesidad de este grupo de personas y que luego se fueron abriendo a quienes se enteraban.

Ella concibe a estos talleres como un espacio lúdico, no académico. “Yo creo que no se puede enseñar a escribir, por eso no creo que el taller tenga que ver con educación, desde donde se suele entender. Me parece que se puede aprender desde las experiencias que se ponen a disposición en el taller. Es un proceso, a veces largo”, concluye.

Su recomendación literaria es Arcano, de Andrés Ovelar, editado por Aike Biene Ediciones.

En países donde también hay políticas de Estado existen las editoriales independientes porque siempre hay disidencia, y eso es bueno. Es bueno que haya alternativas.

Lia Colombino

Si bien la falta de políticas públicas se siente en todos los ámbitos, no solo en el editorial y el artístico, existen personas y colectivos que siguen apostando por el lector, la lectura, la creación colaborativa y por los libros en sí, que aún mantienen viva la llama de esta pasión que une multitudes.

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