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Las chicas superpoderosas

Más allá del fútbol

Un título alternativo (pero demasiado largo) para esta nota podría ser “Cómo el equipo Americano de fútbol de mujeres está cambiando la historia más allá del deporte”. Sin duda, en la cancha son gigantes; la selección femenina de fútbol de los Estados Unidos ha demostrado una actuación estelar a lo largo de su trayectoria, y su presencia se va imponiendo en el podio de la victoria, repetidas veces y de manera indiscutida.

Las atletas acaban de ganar su cuarta Copa Mundial y han logrado el oro olímpico varias veces. La final del Mundial de este año se dio en Lyon (Francia) contra Holanda, y un glorioso 2-0 a favor de las norteamericanas no solo implicó un triunfo deportivo, sino algo mucho más profundo que se viene gestando más allá de los arcos y de las canchas. Es un canto femenino portador de varias causas. La primera es la igualdad salarial entre hombres y mujeres.

Al final del último juego de la Copa, cuando el reloj estaba llegando al minuto 90 y la victoria norteamericana estaba asegurada, desde la hinchada comenzó un cántico que siguió luego del silbato, cuando hombres y mujeres irrumpieron en la cancha y empezaron a corear una frase que fue creciendo en magnitud a medida que se le unían más voces: “equal pay, equal pay”. Los fans se referían a la igualdad salarial, un deporte que la FIFA no practica actualmente.

Gran parte de esta lucha la lidera la capitana del equipo estadounidense, Megan Rapinoe, quien antes del partido final se había quejado de que el monto del premio en el Mundial Masculino de fútbol es de 400 millones de dólares, mientras que en el  Femenino llega con suerte a los 30 millones. Abismal diferencia para el mismo nivel de excelencia y extenuación de un mismo deporte.

Esta queja generó que Gianni Infantino, presidente de la FIFA, se apresure en asegurar que para el próximo mundial la cifra sería duplicada, como un inicio. Megan entiende que, mundialmente, el fútbol masculino sea más rentable que el femenino, pero acusa a la FIFA de no hacer lo suficiente para ir achicando esa diferencia. Por ejemplo, denunció con total elocuencia la falta de respeto de la entidad futbolera mundial hacia el fútbol femenino, al hacer coincidir al mismo tiempo la final de la Copa América y la Copa de Oro con la Copa Mundial de Fútbol Femenino.

En las semanas del torneo, Megan Rapinoe se convirtió en el rostro indiscutible del campeonato, y no solo por su excelencia en el campo de juego —pues se llevó el Balón de Oro, de mejor jugadora, y la Bota de Oro, por ser la máxima goleadora— sino también por sus diversas denuncias, que buscan dar una visibilidad al fútbol femenino y la convierten en una de las grandes activistas feministas del momento. La igualdad salarial no es la única causa que abraza con fiereza, tiene otras varias luchas y es referente de liderazgo y justicia para su equipo y para su época. 

En septiembre de 2016, en un partido local, Megan se convirtió en la primera deportista blancaen arrodillarse durante el himno nacional en rechazo a la violencia racial, un gesto que habían empezado a realizar algunos de los jugadores afroamericanos en protesta a la agresión policial contra la gente de color. En aquel momento, declaró que el gesto de arrodillarse no era una falta de respeto a la bandera, sino todo lo contrario: “Cuando me pongo de rodillas, estoy frente a la bandera con todo mi cuerpo, mirando directamente al corazón del mayor símbolo de libertad del país, debido a que creo que es mi responsabilidad asegurarme de que todos puedan disfrutar de la libertad en esta patria”.

Un gesto similar tuvo el día del partido final del Mundial. Se quedó en silencio sin llevarse la mano al corazón durante el himno, en protesta a la postura de Donald Trump hacia las minorías y los inmigrantes. Es bien sabida la rivalidad que tiene con el presidente de su país, a quien acusa de machista, misógino y racista. Antes de jugar el partido, aclaró públicamente que si ganaban ella no iría a la Casa Blanca, atendiendo a la costumbre de los equipos vencedores de visitar el palacio de gobierno de su país. A pesar de la pelea abierta que sostuvo por Twitter con el presidente Trump, las invitaciones al Senado, a la Cámara de Diputados y a la Alcaldía de Nueva York no tardaron en llegar, cosa que demuestra no solo la división del país del Norte, sino la fuerza política que está teniendo este grupo de mujeres.

Por otro lado, Rapinoe es una de las deportistas de más alto nivel en el mundo declarada abiertamente gay. Ella hizo pública su orientación sexual en 2012, y desde entonces es una aguerrida defensora de los derechos LGBTI. Megan no se calla y está dispuesta a usar su plataforma de atención para luchar por las minorías y los marginados sociales.

Según una columna de opinión del New York Times, pocos equipos deportivos históricamente han sido tan referenciales en luchas sociales como este equipo estadounidense de fútbol de mujeres. Pocas atletas han tenido la expectativa de representar tantas cosas para tanta gente y protestar por salarios igualitarios, derechos LGTBI y denunciar injusticias sociales, y a la vez ser el rostro de corporaciones poderosas y de sus clientes. 

Este año, el equipo femenino decidió demandar a la Federación Americana de Fútbol por discriminación sexual, exigiendo igualdad de pago y mismas condiciones de trabajo con sus pares del equipo masculino. El caso de la exigencia de las chicas en Estados Unidos es diferente a otras iniciativas que surgieron en otras partes del mundo, porque el fútbol femenino en Estados Unidos es mucho más exitoso que el masculino.

Mientras que la selección masculina obtuvo como gran logro en 1930 el cuarto lugar en un mundial, las mujeres han sido ya cuatro veces campeonas del mundo y trajeron a casa los mayores galardones olímpicos. También son mucho más rentables. Según balances financieros obtenidos por el Wall Street Journal, entre 2016 y 2018 el equipo femenino generó más dinero que el masculino. Aun así, las mujeres reciben bonos de USD 5000 por juego, mientras los hombres cobran USD 13.000.

Pero estas chicas tienen toda la polenta del mundo para dar batalla dentro y fuera de la cancha. Como lo han dicho en varias ocasiones: “No se trata solamente de dejar nuestro deporte en un lugar mejor para las generaciones que vendrán en los años posteriores. Se trata de inspirar a las mujeres alrededor del mundo para que defiendan aquello en lo que creen. Que sepan que tienen aliadas en nosotras. Estamos con ellas y vamos a continuar luchando por todo el tiempo que hiciera falta”.

No faltaron lágrimas y emoción en el equipo americano en el glorioso momento de alzar la Copa del Mundo. Luego, el canto se hizo unánime en el estadio, representando a ambos bandos, y se volvió histórico al unir a toda una rama de un deporte en un mismo reclamo: equal pay (pago igualitario). 

Que el canto no termine. Que vengan más victorias como estas. Que el juego sea limpio para ellas y para todas nosotras.

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