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Dueña de tu cuerpo

Sexualidad en tiempos del cáncer

En un país como el nuestro, la sexualidad femenina sigue siendo considerada tabú, y por esta razón es uno de los temas menos considerados al abordar los efectos del cáncer en la vida de una mujer. Con la ayuda de María Rosa Appleyard, psicóloga clínica especializada en sexología y terapia de pareja, desciframos los efectos de la enfermedad en el deseo, los cambios en la autoestima y los beneficios de la vida sexual plena en la recuperación.

María Rosa Appleyard tiene una amplia experiencia debatiendo temas relacionados con el sexo, pues además de ser psicóloga clínica, posee un máster en sexología y terapia de pareja. De hecho, es la presidenta de la Sociedad Paraguaya de Estudios sobre Sexualidad Humana (SPESH) y gerente de proyectos de Educación, Clínica en Investigación en Sexualidad (ECIS).

Una de las funciones principales de la sexualidad es el placer, y todos los seres humanos tenemos derecho a disfrutarlo. La especialista menciona que mientras este disfrute no genere daño a la persona, a su pareja o a terceros, cada situación puede estar supeditada a sus propios deseos.

Es por eso que una sexualidad plena puede permitir disfrutar de una sensación de bienestar físico y psicológico, lo que a su vez genera efectos beneficiosos tanto en la calidad de las relaciones de pareja como en el bienestar emocional de cada uno. “Puede potenciar una actitud más positiva en cuanto el estado de ánimo general. En este sentido, permite afianzar la vida sexual, mejorar la calidad de vida e, incluso, prevenir malestares mayores como la depresión”, asegura Appleyard.

“Por lo tanto, una vida sexual plena es aquella que permite desarrollar y disfrutar de todos estos aspectos de forma libre y responsable, indistintamente de la condición en la que se encuentre”, agrega. Enfrentar una patología como el cáncer de mama provoca cambios significativos en la vida íntima de la persona y, a fin de evitar que se genere un deterioro en este aspecto, es importante considerar las opciones más funcionales durante y después del tratamiento.

La alta incidencia de este diagnóstico en Paraguay hace que las mujeres se vean expuestas a las historias de amigas, compañeras, parientes o parejas que pudieron haber pasado por situaciones similares. Appleyard menciona que esto puede provocar sentimientos contradictorios entre enfrentar la muerte y la esperanza de cura, o bien ante el proceso que exija cambios drásticos en su vida.

Autoestima en declive

La exposición a los diferentes y continuos estudios, la incertidumbre de los resultados, los tratamientos, los efectos adversos de los mismos, son solo algunos de los elementos que pueden generar un tremendo desgaste físico y emocional en las mujeres ante el diagnóstico y tratamiento del cáncer de mama. “Por eso, es recomendable tener en cuenta también el aspecto emocional de la mujer al momento de acompañarla en este proceso, así como entender la dificultad que puede provocar en ella la aceptación de su patología”, acota.

Pocas personas son conscientes de los efectos de una enfermedad de tal envergadura en las dimensiones más privadas del ser humano. María Rosa Appleyard comenta que existen investigaciones que avalan que uno de los temores principales de las mujeres ante un diagnóstico de cáncer de mama, es la repercusión que tendrá sobre su autopercepción femenina: “Existe una presión social muy fuerte sobre los aspectos que tienen que ver con la ‘perfección’ del cuerpo. Perder parte de esa perfección podría generar temores intensos de abandono de la pareja, de convertirse en alguien incapaz de generar deseo, de quedar ‘incompleta’ y de dar fin abruptamente a su vida sexual. Por estas razones, suele verse afectada la autoimagen, el autoestima y la autopercepción sexual”.

Según investigaciones realizadas en Brasil, las mujeres que recibieron reconstrucción mamaria posterior a la mastectomía presentaron mejores puntuaciones en cuanto a la satisfacción y aceptación de su cuerpo, así como mejorías en lo que respecta a su sexualidad. De manera similar, otras investigaciones realizadas en Francia y China comprobaron que las mujeres que no se realizaban reconstrucción mamaria, posterior a la operación, demoraban más tiempo en reponer su calidad de vida.

“Existen estudios actuales que demuestran que las mujeres con cáncer de mama podrían disminuir o evitar los encuentros sexuales durante el proceso de tratamiento, y que también podrían presentar disfunciones en las diferentes fases de la respuesta sexual”, asegura la profesional.

Según el tipo de intervención que exija el tratamiento, este podría tener un efecto directo sobre la respuesta sexual. Cuando se trata de tratamientos hormonales, de radio o quimioterapia, generalmente se manifiestan disminución del deseo sexual, disminución de la excitación y falta de lubricación, dolores durante las relaciones sexuales y anorgasmia. De hecho, muchas de las veces, se debe a la menopausia precoz que se da en consecuencia del tratamiento.

La suma de los factores genera un estrés particular, sobre todo en lo relacionado con la intimidad. “Cuando el tratamiento implica operaciones, las condiciones que tienen que ver con el interés y las ganas de tener sexo, las frecuencias de las relaciones, el sentirse deseada, la satisfacción, la falta de intimidad, la autoimagen, la vergüenza y los problemas en la comunicación con la pareja, podrían colaborar a desmejorar significativamente”, puntualiza.

Reconfigurar la intimidad

Según María Rosa Appleyard, existen estudios actuales que demuestran que las relaciones sexuales podrían tener un efecto beneficioso sobre el estado de ánimo de la mujer que está atravesando por algún tratamiento contra de cáncer de mama, así como también el contar con el apoyo y la contención de la pareja en ese momento. Estos factores permiten que la situación pueda ser vivenciada con mayor optimismo.

Es normal que disminuya la frecuencia de las relaciones, teniendo en cuenta el estrés que pueden generar y exigir todos los cambios por los que atraviesa una mujer en tratamiento.

La vida sexual sana es parte sumamente importante para la recuperación de una condición como esta. “Para algunas, significa una nueva oportunidad para ocuparse de ella misma, darle un nuevo sentido a su vida sexual y afectiva, así como también vivir más en contacto con su cuerpo y sus deseos. Indistintamente de que se encuentre o no en una relación de pareja, es necesario que la mujer sepa que esta patología no termina con su vida sexual; si bien podría modificarla, podría resultar en una situación nueva que le permita vivirla de una forma más amplia, saludable y hasta más satisfactoria”, apunta Appleyard.

De acuerdo con su experiencia, María Rosa sabe que ante este diagnóstico la preocupación se concentra en lo más urgente y prioritario: el tratamiento a realizar, algo que implica un proceso cargado de estrés y mucho temor. “A veces, estas situaciones requieren de un apoyo profesional en cuanto a la terapia de pareja, y de esta forma poder ayudar a manejar aquellas situaciones que pudieron interferir con la intimidad, la comunicación, la seducción, la vida sexual y a la relación afectiva”, agrega.

Los abordajes actuales permiten trabajar en los aspectos de dolor, aceptación o temores que puedan afectar la relación, y potenciar otros aspectos más saludables para ambos, sin dejar de hacer los chequeos necesarios de control.

Según investigaciones, podría tomar de seis meses a un año posterior al tratamiento restablecer la vida sexual de manera estable, pero estos márgenes son relativos a las condiciones de cada persona y de la vida en pareja.

Lo principal es monitorear que no se instalen o acentúen algunas disfunciones sexuales como dolor durante las relaciones, malestar o imposibilidad de penetración, así como problemas con el deseo o para lograr orgasmos, así como inconvenientes de comunicación o para retomar la intimidad.

Appleyard recomienda no ejercer presión para tratar de retomar la vida sexual: “Podría ser más saludable permitir que se vaya restableciendo según la mujer pueda y quiera. En caso de ser necesario, existen profesionales en el área de la salud sexual que podrían complementar el tratamiento de forma más funcional”.

En cuanto a prevención de la depresión, también es vital tener en cuenta algunos factores en mujeres que no se encuentran en pareja, reconociendo la importancia del acompañamiento y contención de sus relaciones interpersonales.

Un shot de hormonas

Cando el deseo sexual se dispara, se liberan las hormonas sexuales que incrementan la excitación sexual, la adrenalina acrecienta la frecuencia cardíaca y estimula la circulación, incorporando el aporte necesario de oxígeno a las células y a las feromonas. Este proceso interno libera la endorfina, lo que crea una sensación de placer y un estado de euforia que permite alcanzar el orgasmo. En las mujeres, durante el orgasmo también se libera oxitocina, responsable de que el útero aumente la intensidad de la liberación de tensión sexual.

Asimismo, investigaciones científicas han comprobado que durante el coito hay un incremento en la secreción de oxitocina y vasopresina, lo cual afianza el vínculo entre las parejas. En el caso de la serotonina, la dopamina y las encefalinas, actúan en las estructuras cerebrales relacionadas con el placer y las sensaciones de recompensa. Además, las encefalinas y endorfinas liberadas son las encargadas de la sensación de placer y disminución de dolor.

Este artículo fue publicado originalmente en la edición de octubre 2018 de High Class.
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