Image Alt
 • Arte  • Entrevistas  • Tana Schémbori
Tana

Tana Schémbori

Protagonista fuera de escena

Si revisitamos la historia del cine paraguayo, encontramos su nombre como uno de los que propiciaron el boom. Pero además de ser pionera de la pantalla grande y trabajadora incansable del teatro, Tana Schémbori se describe como una enamorada de la actuación en general y formadora de actores. En esta oportunidad, la sacamos de su rol de directora para conocer, en primera persona, la raíz de su fuerte vínculo con el arte interpretativo.

Agradecimientos: HEI Films, Adrián Aguirre y Lala Da Rosa. Make-up & hair: Erika Vargas. Prendas: Fernando Bernardou para Nardou Couture, Hais Py e Ismenia Rodríguez.

“Soy mamá de Bauti, teatrera, cineasta y me considero formadora de actores más que directora”, nos responde Tana mientras se mira en el espejo del camerino. Esta vez, ella será quien esté ante cámaras, y no tras ellas dando indicaciones o resolviendo imprevistos.

Entre los preparativos para la producción, nuestra protagonista confiesa que construir la manera en que se muestra fue parte de un trayecto extenso: “Llegué a esta definición porque, en una ocasión, me preguntaron cómo quería presentarme en un festival de cine. En ese momento, el rol de mamá —que me llegó a los 42 años— redefinió todo para mí”.

Mucho antes de ser reconocida y convertirse en la Tana con quien conversamos hoy, tuvo su contacto inicial con la actuación en la infancia. Dio sus primeros pasos en teatro cuando tenía siete años, en un taller de la escuela de arte de las Hermanas Vicentinas de Zagreb en San Ignacio, Misiones, el mismo lugar donde Koki Ruiz se formó en plástica.

“Entré a la salita de teatro y declamación de la profesora María Dinora de Ocampos. Me doy cuenta de que las herramientas que adquirí allí, como el uso creativo del texto, del espacio escénico y el dominio del cuerpo, son las mismas que aplico hoy en mi trabajo con los actores”, rememora. En su juventud, también se formó en la escuela de teatro que el Arlequín llevaba adelante en 1988, donde tuvo maestros que la marcaron profundamente, como Agustín Núñez. También estudió Ciencias de la Comunicación con énfasis en Investigación porque aún no existía la carrera de Cinematografía. “Por eso, en el cine, no soy teórica, soy alguien que se formó haciendo”, cuenta.

De hecho, sus primeras prácticas en el mundo audiovisual se dieron en Alta Producciones, del recordado Carlos Patapila González Brun. Allí, se formó junto a Juan Carlos Maneglia, quien se convertiría en su socio inseparable, cofundador de la productora Maneglia-Schémbori y codirector de algunos de los largometrajes paraguayos más reconocidos internacionalmente, como 7 Cajas (2012) y Los buscadores (2017).

Al respecto, menciona que “7 Cajas fue todo un compromiso. Cuando se estrenó fuimos conscientes de su impacto. Los jóvenes se acercaban a decirnos: ‘Ya sé lo que quiero hacer en la vida’ o ‘había sido se puede’. Fue una gran responsabilidad”.

Y es que para Tana, su compromiso principal en materia de formadora de actores es el de ayudar a construir la industria cinematográfica y que esta se convierta en un espacio de crecimiento y profesionalización para las y los trabajadores del audiovisual.2

“7 Cajas y, primero, La chuchi (2006) demostraron que había gente interesante que actuaba. Antes, en los 90 y 2000, existía el preconcepto de que los actores eran demasiado teatrales. Sin embargo, estas producciones fueron la prueba de que tenemos talentos versátiles en el cine y el teatro”, opina.

TEATRO SCHEMBORIANO

Hoy por hoy, ella es una reconocida directora, cuya línea de trabajo produjo, como mencionamos, 7 Cajas, Los buscadores y una gran cantidad de cortos, documentales y comerciales. En el terreno del entretenimiento, su productora Maneglia-Schémbori también dio a luz la popular serie Marilina: Atreverse a soñar (2023) y, actualmente, la sitcom Solo por unos días, con 60 capítulos en construcción transmitidos por Telefuturo.

Junto a los momentos de gran felicidad que le regala el audiovisual, ella nunca olvida su primer amor: el teatro. Y el Taller Integral de Actuación de Maneglia-Schémbori se volvió un espacio ideal para formar actores tanto para las tablas como para la pantalla.

“Es importante para mí hablar de formación porque soy una enamorada de la actuación, es lo que permite que me mueva en el cine y el teatro por igual. Cuando ya no esté, quiero que me recuerden como alguien que formó actores y les dio entusiasmo”, ahonda.

A su método de enseñanza le llamamos teatro schemboriano gracias a que el reconocido actor Nico García lo bautizó así. Tana cuenta esta historia con mucho cariño. Y es que él, al volver de Buenos Aires en una ocasión, le dijo: “Vos tenés algo único que yo ni vi ni sentí en ningún otro lugar”. ¿Pero qué es lo diferente en este caso? Para Tana y todos los que han pasado por su escuela, la distinción está marcada por el sentido de unión y sincronía de realidades diversas. “Mis obras suelen involucrar a mucha gente, almas que conectan y cuentan historias desde la honestidad de lo que les sucede, a través de temas como el amor o la soledad”, menciona la maestra. Para llegar a ser un producto colectivo, los actores primeramente trabajan consigo mismos, con su “yo”. Se enfrentan a sus reacciones reales, a sus emociones, a su sentir y de allí parten sus acciones.

Por eso, le gusta definirlo como un trabajo grupal que busca explorar desde adentro hacia afuera, sin perder al individuo en la comunidad. “Se trata de desestructurar las ideas preconcebidas sobre la actuación para que el actor se muestre desnudo y se permita ser. Es un trabajo colectivo porque parto de lo que ellos me ofrecen”, explica.

En este proceso, el espacio, el cuerpo y la organicidad son tres conceptos cruciales. El teatro schemboriano es diferente del convencional porque no se parte de un guión inflexible, sino de lo que este genera en los intérpretes.

“En este teatro schemboriano, no sé lo que voy a hacer al principio. Generalmente, hay 20 actores y voy observando sus dolores, preocupaciones y aquello que los mueve. No les marco pautas, sino que les doy puntos de partida, premisas, músicas y veo lo que ellos proponen a partir de estos disparadores”, detalla. Para elegir a sus colaboradores, la directora parte de una base de 20 intérpretes, porque trabajar con un grupo numeroso es parte del proceso creativo. “No es solo un ensayo donde se pasa letra; algo les sucede a ellos, cambian, y yo también me transformo. Hay un ida y vuelta, una comunicación. Cada clase se convierte en una experiencia casi mística de comunicación. Son 20 personas, y cada una le aporta a la otra”, señala.

En este 2025, la obra Modo avión fue resultado de los ejercicios del taller de teatro schemboriano. En ese caso, la temática global era la comunicación. “Observamos cómo, a pesar de tener el celular, a veces no nos hablamos realmente, no escuchamos al otro, no lo miramos. El siglo XXI nos ha dado muchas herramientas, pero a menudo no estamos presentes con el otro”, describe.

INMERSIÓN EMOCIONAL

Lo que hace interesante al teatro schemboriano es su atmósfera intensamente emocional. No hay guión fijo, todo puede ir cambiando, ninguna obra es igual a la anterior. Por eso precisamente es importante la conexión de los actores entre sí y con su entorno. “No es que simplemente se monta y se marca. Hay que sangrar un poco para lograrla”, compara.

De cara a la obra Sangre, que subió a las tablas en la primera semana de octubre, la tarea fue explorar el mundo de Federico García Lorca y las fibras que este tocaba en los actores. Aquí, partieron de un cuestionamiento personal como teatreros: ¿Por qué, en esta época, querríamos hacer Lorca? No se quedaron en la típica idea de que es un clásico. “Es impresionantemente contemporáneo en cuanto a los temas que aborda y cómo lo hace. En este caso se trata de recuperar y revalidar estos textos poéticos para darles un sentido más contemporáneo”, asegura. Precisamente en el caso de Sangre, la escenografía demuestra ser un punto fuerte del método schemboriano. En el escenario, vimos ropas colgadas que aludían a los tendederos de Yerma y, a la vez, un backstage teatral donde las prendas tendidas representaban a los personajes que interpretamos en la vida diaria.

“La corporalidad es fundamental, pero siempre con organicidad. Aunque los actores no sean bailarines, sus movimientos son siempre orgánicos. No se mueven porque sí, cada elección tiene un propósito porque hay una hiperconsciencia del cuerpo. La coreografía es parte importante del proceso, nos ayuda a entender lo que decimos”, detalla.

Esa organicidad se logra dentro del taller, después de varias clases en las que los actores hurgan en su mundo interno y lo proyectan al exterior. “En Lorca, por ejemplo, tenemos actrices que se identificaron con Berna (Bernarda Alba) y es una versión muy sincera y honesta de ellas. Es el resultado de varios ejercicios que les dan confianza para mostrarse tal cual son porque, en el teatro que hago, el actor se desnuda y se muestra”, destaca.

Este último punto —la actuación— es el que permite a Tana moverse con tanta soltura en el terreno del cine y del teatro por igual: “El proceso de formación con los actores, tan emocional, me llena y me hace bien. Creo que vale la pena la formación porque dejo una huella en ellos, y ellos en mí”.

POSTEAR UN COMENTARIO