
Maggie Leri
Olas de una mujer brava
Su testimonio propone desenmarcar el dolor de la mirada victimizante. Para ella, no hace falta romantizar ni subestimar el dolor y, mucho menos, esconderlo. Además de embajadora de la iniciativa Fit for Life de la Unesco, Maggie Leri es una mujer multifacética, cuyas pasiones se orientan hacia la creatividad y el deporte. En su paso por Paraguay, para presentar su libro testimonial Brava, nos compartió mucho más que su experiencia con el diagnóstico de esclerosis múltiple.
Al conocer a alguien nuevo, en cualquier contexto de la vida, nos enfrentamos al desafío cuasifilosófico de decir quiénes somos. Maggie Leri decide introducirse con su nombre, sin más. “Parece simple, pero no siempre lo fue. Soy madre, escritora, diseñadora gráfica, coach, deportista. Pero, sobre todo, soy una mujer que aprendió a mirar el dolor a los ojos, a transformarlo en fuerza y a contar la historia que antes callaba. Hoy no solo me presento: me reconozco”, comienza.
Maggie nació en Paraguay, pero vive en Uruguay desde el 2020. Recientemente publicó un libro testimonial que bautizó como Brava. La autora recibió, hace más de una década, el diagnóstico de esclerosis múltiple (EM), pero este no es un texto sobre la enfermedad y mucho menos un tratado de autoayuda. Su mensaje tiene un objetivo claro: demostrar que en la vulnerabilidad se encuentra la mayor fuerza.
Entonces, ¿dónde comienza la narración?: “Empieza en un secuestro, en un vientre con miedo. Desde ahí nos presenta a una niña que aprende a vivir con lo que no se dice. Brava no arranca con un diagnóstico, sino con una historia de silencios; no es sobre la enfermedad, es un libro de amor a la vida, a uno mismo, a reinventarse y resurgir”, detalla.
La EM no es igual para todas las personas. Se trata de una enfermedad neurológica que debilita la mielina, un tejido que recubre las fibras nerviosas. Al quedar expuestas, se produce una serie de síntomas que puede incluir dolores, entumecimiento, pérdida de movilidad, entre otros. En el caso de Maggie, aparecieron en la juventud, a los 20, y el diagnóstico como tal llegó dos décadas más tarde. “Fueron 20 años de médicos, estudios, dudas, negaciones, de pensar que quizás estaba inventando lo que sentía. Hasta que alguien, por fin, le puso nombre”, relata.
Recuerda este momento como un proceso largo e injusto: “No tener un diagnóstico no significa que no te pase nada. Durante ese tiempo yo dudé de mí. Aprendí a sonreír mientras me rompía por dentro. Y eso es lo más doloroso: no ser creída. No por los demás, sino por vos misma”. En esa época no había mucha accesibilidad a información sobre esclerosis múltiple. Las fuentes que existían —principalmente internet— eran de doble filo. Sin una persona que explicara los detalles, a través de la experiencia y con palabras sencillas, era un terreno confuso.
VITALIDAD ACUÁTICA
El agua y la natación fueron su puerta al mundo de la actividad física. De hecho, este fue su primer acercamiento a distintas disciplinas en la infancia. “Nadar y nadar. Eran momentos de mucha paz, libertad y silencio. Después vinieron otros deportes, pero la natación fue y sigue siendo mi hogar emocional”, menciona.
Con ayuda de este deporte, Maggie se convirtió en la representación que entonces no encontraba. Actualmente es una voz importante para la visibilización de la esclerosis múltiple, no solo por la publicación de su libro, sino por su destacado rol de deportista y su trabajo de difusión de información. Tanto así que se convirtió en embajadora del programa Fit For Life de la Unesco, una iniciativa que promueve la utilización de las actividades físicas como herramientas para mejorar la salud mental.
Hay dos momentos cruciales en su historia con la natación. Uno de ellos fue la vez que Maggie cruzó hasta la isla Gorriti (Uruguay) a nado, unos 2700 metros en mar abierto. El otro fue el Ironman 70.3 de Punta del Este en 2024. Hizo natación en la categoría de posta junto al compatriota Amado Adorno, quien realizó la corrida. También formaba parte del grupo un compañero uruguayo que aportó sus dotes en la bici. Todos, pacientes con EM.
“Éramos tres personas para completar no solo un sueño, sino también llevar un mensaje de que no hay barreras para una voluntad inquebrantable. El Ironman fue una idea que me sostuvo durante años, me mantuvo enfocada, decidida, trabajando en equipo y creyendo en mí. Haberlo logrado finalmente significó una tremenda alegría”, apunta.
Ya en la portada de Brava nos damos cuenta de que la natación ocupa un rol fundamental. En ella, vemos a Maggie saliendo del agua triunfante: “La tomó el fotógrafo uruguayo Rafa Lejtreger, en Playa Mansa de Punta del Este, en abril de 2024. Desde que empecé a pensar en la tapa de mi libro, me propuse transmitir la idea de resurgir a partir del agua, con actitud brava, segura, contundente”.
De hecho, en el libro se unen todas sus pasiones porque la escritura también fue una fiel compañía desde el principio. “Escribir fue mi refugio y, mucho después, se volvió mi espejo. No lo hacía para publicar, sino para atravesar cuestiones que no podía hablar. Pero un día tuvo que hacerse público todo eso que estaba escrito, porque cuando una palabra cura, sabés que no te pertenece solo a vos”, narra.
Para ella, ese mensaje se resume a la perfección en la idea de encontrar fortaleza en la vulnerabilidad. Y eso se logra cuando uno deja de disfrazar el dolor y lo asume. Maggie nos cuenta que lo aprendió el día que se permitió caer: “La vulnerabilidad me enseñó que ser fuerte no es resistirlo todo, sino dejar que otros te acompañen. Aprendí que mostrarme rota me permitió reconstruirme, con otros y conmigo”.
Aunque para ella fue todo un desafío desnudar algunas intimidades de su vida en el libro, es un esfuerzo que vale la pena porque difundir información sobre EM, así como sobre cualquier tema de salud física o mental, es una urgencia que permanece escondida. Su enfoque busca desafiar tabúes y poner sobre la mesa todo aquello de lo que no se habla, como malestares, dolores, miedos, abusos, inseguridades y otras guerras internas.
“Lo que no se nombra, no se comprende. Y lo que no se comprende, se excluye. Hablar de EM es hablar del cuerpo, del miedo, de la adaptación, de los vínculos, del futuro. Es hacer visible algo que a veces es invisible, pero que igual duele”, explica.
Como todo desafío, la deportista transitó su proceso de escritura con gratitud, porque en cada página revivía sus brazadas en el agua y cómo esta disciplina le ayudó a superarse. “El dolor no necesita maquillaje, pero tampoco que lo pongamos en un altar. Hay que hablar desde la experiencia, no desde el lamento; desde el amor, no desde el miedo; con verdad, pero con esperanza”, agrega.
Al pedirle un consejo para nuestros lectores, Maggie se despide con estas palabras: “No esperen a que la vida los rompa para empezar a vivir de verdad. Anímense a mirarse con más amor y menos juicio. Lo importante no es que todo salga perfecto, sino que tenga sentido. Y si alguna vez sentís que no podés más, acordate de que todo está en tu cabeza, pero también en tu corazón y en tus manos”.