El robo del siglo
Artistas que reinterpretan la historia
Hace 22 años, cinco obras de arte fueron robadas del Museo Nacional de Bellas Artes. Hoy, para echar luz sobre el hecho, el arquitecto y artista Christian Ceuppens convocó a cinco jóvenes pintoras con el objetivo de reinterpretar este episodio de la historia. Victoria Bedoya, María Liachovitskaya, Leticia Casati y Anna Scavone son las elegidas para mostrar al mundo versiones contemporáneas de cada una de las piezas. De la mano de sus protagonistas, te mostramos en detalle el proceso de esta exposición que iniciará el 22 de marzo.
Corría el año 2002 cuando, en pleno centro de Asunción, un túnel de 25 metros de largo se extendía por debajo del pavimento de la calle Iturbe, en su cruce con Mariscal Estigarribia. En ese entonces, el acervo del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) se encontraba en el segundo piso del edificio del Archivo Nacional.
Esa excavación fue la obra de ingeniería de un grupo de experimentados ladrones que alquilaron una casa frente al Archivo Nacional, con la excusa de convertirla en un local gastronómico. En apariencia, los escombros que entraban y salían de allí correspondían a las refacciones del emprendimiento. En realidad, eran el presagio del “robo del siglo”.
En la mañana del 30 de julio de ese año, la secretaria del MNBA se percató de que cinco obras de importantes artistas europeos de la colección Godoy habían desaparecido. Fueron extraídas a través de aquel túnel.
“Sabían exactamente a lo que iban, robaron las piezas más valiosas, hicieron un túnel con luces y maderas recubiertas para evitar derrumbes, un trabajo profesional”, opina la escritora y docente Bea Bosio. Cabe destacar que cada cuadro estaba valorado en, al menos, USD 200.000. Ella agrega: “Los lienzos nunca estuvieron en la calle. Los sacaron de sus marcos para que sea más fácil transportarlos”.
Dos de las cinco piezas fueron recuperadas tiempo más tarde. Tête de Femme, de Adolphe Piot, volvió a Bellas Artes en 2007, gracias a pistas facilitadas por un equipo periodístico. Un año más tarde, el cuadro anónimo San Gerónimo fue detectado en la ciudad de Posadas, Argentina. Bea relata que una de las hipótesis más fuertes es que las obras fueron a parar al mercado negro.
LOS OJOS DEL PRESENTE
“Hasta ahora, la denuncia está dormida”, interviene Christian Ceuppens, artista, arquitecto y director de Museos de la Secretaría Nacional de Cultura. En memoria de ese robo, el MNBA fue elegido como sede de una de las primeras actividades del año en el marco del proyecto Museo Vivo, con el objetivo de revivir y reinterpretar la historia.
La actividad toma el nombre de El robo del siglo y reúne a cinco jóvenes artistas para reversionar las piezas sustraídas desde una mirada fresca y actual. “Se trata de apreciar cómo miramos una obra de otro tiempo. Todas ellas hacen una reinterpretación, con la que muestran cómo es la estética hoy”, explica Ceuppens.
Para relatar el robo y explicar los elementos de cada reinterpretación, Christian eligió las palabras de Bea, quien en su faceta de investigadora también está a cargo del texto curatorial. A la hora de seleccionar a las jóvenes artistas, el arquitecto tenía dos cosas bien claras: debían ser una por cada obra y todas, necesariamente mujeres.
“Creo que el hecho de que sean mujeres genera un escenario profesionalmente favorable, que corresponde al fenómeno de que actualmente son ellas quienes están trabajando en pintura. Tiene que ver con el movimiento que representan, una fuerza de pintoras actuales”, detalla. De manera orgánica, los nombres de Victoria Bedoya, María Liachovitskaya, Leticia Casati, Anna Scavone y Camila Cadogán aparecieron en escena.
La actividad comenzó en febrero, con un atelier abierto hecho el sábado 17 y domingo 18, en el espacio del museo, ubicado actualmente sobre la calle Eligio Ayala. La dinámica consistía en ver cómo las artistas comenzaban los bocetos y las primeras pinceladas en vivo, con la posibilidad de que el espectador se acerque y haga preguntas sobre los cuadros que eligieron o los elementos utilizados para evocar la historia.
Este último elemento es crucial ya que, cuando Christian las convocó, dejó muy en claro que no existía más lineamiento que el estilo de cada una. Las obras no fueron asignadas, sino que ellas eligieron la pieza a reinterpretar de acuerdo con las emociones que les evocaba el robo y los vínculos generados con el cuadro en cuestión.
Si bien el público tuvo la oportunidad de observar los primeros pasos de esta iniciativa, la idea es que las artistas continúen su proceso creativo en sus respectivos talleres hasta la fecha de la vernissage, que tendrá lugar el próximo 22 de marzo. “El museo se fundó el 28 de marzo de 1902, pero no es un acontecimiento que se festeje usualmente. Por eso me pareció interesante hacerlo ahora, como celebración”, detalla Christian y agrega que la muestra estará disponible por un mes desde esa fecha.
Para él, esta actividad pretende mover el avispero y dirigir los ojos hacia los museos. Además, el sarcasmo se convierte en un pilar importante. En este punto recuerda las palabras de Lotte Schulz, reconocida artista y entonces directora del MNBA, quien ironizaba la situación al decir, en primer lugar, que “ahora por fin los paraguayos se van a enterar de que tienen un museo nacional”. Lotte había coronado su discurso así: “Antes ofrecía cursos de arte a los jóvenes sacerdotes para que supieran el valor histórico de sus iglesias. Ahora voy a ofrecerlos a la policía para que cuenten con un mayor conocimiento ante este tipo de delitos”.
Con los paralelismos correspondientes, Christian sostiene que este evento, como parte del proyecto Museo Vivo, es el puntapié inicial de un necesario proceso de revaloración cultural a nivel estatal y ciudadano: “Por un lado, esta actividad pretende celebrar nuestro acervo y, por otro, tiene un carácter de denuncia. La investigación se perdió. Se recuperaron dos obras, pero el paradero de las otras tres no se sigue investigando”.
MUSEO VIVO
Este es el nombre de un proyecto de la Secretaría Nacional de Cultura, liderado por el artista y arquitecto Christian Ceuppens. Se trata de una serie de actividades interactivas que pretenden revivir la historia de cada uno de los museos del país a través de la performance y otras modalidades artísticas. Según su ideólogo, corresponde a una tendencia mundial que busca conectar con el público: “Transforma al espacio en algo dinámico, actúa extramuros y promueve políticas públicas en materia de cultura y arte”.
LA HUIDA DE SAN GERÓNIMO
Cuando la artista y gestora cultural Silvana Domínguez comentó que la había recomendado para un proyecto de Christian Ceuppens, María Liachovitskaya no cabía en sí de la emoción. “Hace mucho quería participar de las actividades artísticas en Paraguay”, cuenta la pintora lituana de ascendencia rusa, más conocida como Masha.
Normalmente, ella pinta con una técnica denominada alla prima, que consiste en terminar un cuadro en una sola sesión. Sin embargo, en este caso decidió mezclar su forma de trabajo con la de la escena que escogió para pintar: San Gerónimo, de autor anónimo. “Es una combinación porque no voy a hacer la pintura de una sola vez, sino que estoy utilizando capas para crear un efecto esfumado”, explica.
La línea de trabajo de Masha está muy ligada a la naturaleza muerta, el medioambiente y los retratos en vivo, por lo que se considera clásica en su abordaje de la pintura. Sin embargo, tomó esta oportunidad para comenzar a jugar con la imaginación.
“En mi interpretación, san Gerónimo, que era un sacerdote católico que tradujo la Biblia al latín, sostiene un papel en el que dice ‘auxilium’, un pedido de ayuda en esa lengua antigua. Me imaginé ladrones paraguayos con tereré y zapatillas”, grafica.
Para materializar lo que tenía en mente, jugó con las formas y proporciones del santo, y añadió personajes. “Necesitaba una figura para trabajar una composición más compleja. Sabía que quería algo diferente: agregar más caos, movimiento, acción”, expresa.
COMEDIA PICTÓRICA
La artista plástica Victoria Bedoya, más conocida como Vicky, mantiene un enfoque humorístico en sus pinturas. Para ella, el elemento narrativo de sus cuadros es el eje dominante. “Principalmente pinto al óleo y, de repente, en acrílico también. Mis obras cuentan una historia o situación; al mirarlas, te das cuenta de qué está pasando. Suelen ser en tono cómico o satírico, pueden llamarse inusuales porque muestro animales y personas en situaciones extrañas”, confiesa. Cuando Christian Ceuppens la contactó para hablarle del proyecto, buscó la manera cómica de relatar la escena del robo. Vicky eligió Paisaje, del francés Gustave Courbet.
El primer desafío para revivir esa pieza es que, además de que se trata de uno de los cuadros desaparecidos hasta hoy, el registro oficial que llegó al presente es una imagen de baja calidad, se distinguen pocos elementos, por no decir ninguno. “Busqué otros paisajes que pintó el artista y encontré unas cataratas como referencia”, puntualiza.
Luego se dedicó a imaginar los detalles del robo y dividió el cuadro en dos escenas con dos protagonistas: la rata fumadora y el pollo narcotraficante. “Les busqué para esta ocasión. Justo encontré este pollo y pensé: ‘Este va a ser el que roba la obra, no puede ser otro’”, comenta. El siguiente paso fue dividirlo en dos partes: “Primero, ellos están ahí, en el museo, después ya se escapan en un auto con la obra robada dentro”.
COMPOSTURA DE CORAZÓN
Tête de Femme, de Adolphe Piot, es la obra que flechó a Anna Scavone. La mirada de la joven anónima pintada por el conocido artista francés consumó el hechizo. “Los ojos siempre son un ángulo muy importante para mí; ella, en particular, es muy expresiva, misteriosa”, analiza.
La obra de Piot fue recuperada en agosto de 2007, luego de haber sido hallada en Asunción, y hasta la fecha permanece expuesta en una de las salas del museo. Este detalle es sumamente importante para la reinterpretación de Anna, quien decidió pintar un corazón atravesado por una pica en las manos de la protagonista.
La pica, como reminiscencia de las técnicas utilizadas para hurtar el museo, inflige un corte en la protagonista del cuadro. En el imaginario de Anna, el corazón tiene una compostura hecha con hilos rojos que buscan zurcir esa herida.
“Ella expone su corazón, que alude a lo ocurrido. Fue robada y recuperada, por eso la veo con una especie de compostura, de reforma; se cosió una herida para volver a su hogar”, ahonda. Para construir la imagen, Anna utilizó una técnica en capas que ayuda a trabajar los colores y las sombras de manera precisa. Si bien se trata de una forma de trabajo que usa diariamente, ahora utiliza los velados como meta personal: “Vi como un desafío captar la atmósfera renacentista. Quise hacer un retrato lo más fiel posible”.
MATERNIDAD MODERNA
La virgen con el niño Jesús, del pintor español Bartolomé Murillo, es uno de los cuadros más importantes de la selección y, a la vez, uno de los que nunca se encontraron. Esta fue la pieza con la que Leticia Casati se involucró, ya que estaba trabajando el tema de la maternidad en sus pinturas más recientes.
Para su versión, Leticia incorporó los elementos antiguos propios de pinturas de temática religiosa con características contemporáneas que provocan una disrupción en el resultado final. “Voy a resignificar el concepto, quiero hablar de la maternidad en tiempos modernos. Entonces, cambio la vestimenta y la voy a hacer un poco parecida a mí (a la Virgen)”, puntualiza. Bajo este concepto, la artista quiere transmitir los desafíos de ser madre, trabajar y ocuparse de una misma en la actualidad.
De su estilo y su técnica, la artista utilizó el movimiento, los cortes y planos en un desorden intencionado. “La pieza se va a ir abstrayendo en algunas partes, pero en otras va a ser clásica, renacentista. En otros fragmentos, será más expresionista, como dos cuadros en uno”, menciona.