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La carga mental de las mujeres

Cómo controlar los pensamientos automáticos

No estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar, estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar

Angela Davis

Como cada año, alrededor del Día Internacional de la Mujer, recordamos los logros alcanzados en materia de igualdad, derechos y conquistas altamente anheladas en lo social y cultural. Pero existen materias pendientes con nosotras mismas, que tienen que ver con cuestiones más cotidianas y domésticas que todavía nos condicionan a vivir estilos de vida muy estresantes y apremiantes, sin mencionar lo que aún falta en lo que respecta a seguridad y libertad.

Algunos de estos roles que cumplimos nosotras sin siquiera darnos cuenta siguen teniendo huellas del patriarcado, porque no podemos erradicarlos de la noción de las complejas dinámicas sociales tan arraigadas. El síndrome de la carga mental de las mujeres es un fenómeno por el cual sentimos que todas las responsabilidades recaen sobre nuestros hombros, en el trabajo, el hogar, la familia, el desarrollo personal e integral de nuestra vida, etcétera. Esta carga, además de estar conformada por detalles grandes o pequeños, también tiene una característica obsesiva que es casi imposible de eliminar, porque está formada por pensamientos automáticos, que no solamente condicionan nuestro día a día, sino también configuran nuestra identidad y por eso son tan difíciles de modificar.

LOS PENSAMIENTOS AUTOMÁTICOS

Las emociones son sentimientos que nos dominan y nos pueden arrancar sonrisas o lágrimas; otras condicionan nuestras decisiones y determinan nuestra vida y la de los demás. Pero sabemos que las emociones no son necesariamente resultado de un hecho concreto o una situación, sino la interpretación que hacemos de aquello que nos pasa, es decir, son consecuencias de nuestros pensamientos.

Cada quien tiene un código personal, una subjetividad para interpretar ciertas situaciones como buenas, malas, agradables o desagradables; un diálogo interno que está configurado por la forma de pensar que tiene cada uno. A estos pensamientos los podemos denominar “automáticos” ya que no requieren de raciocinio previo o análisis de la situación y son poderosos porque generan emociones intensas, a veces ataques de pánico, fobias, depresión o, en lo positivo, motivación y convicción de que somos capaces de lograr algo. Por ejemplo, si una mujer fracasa en una relación amorosa importante, puede quedarse con un pensamiento automático que le dice: “Nunca más encontraré una pareja que me haga feliz. Todos los hombres son iguales, no vale la pena apostar por el amor, todos decepcionan”. Esas afirmaciones son irreales; sin embargo, esa persona está convencida de ellas y las emociones que le generan; por tanto, se deprime cada vez más y se aísla.

La forma de minimizar la carga implica el ejercicio de entender el bagaje no solo personal, en terapia, sino histórico del lugar de la mujer paraguaya en la sociedad y fiscalizarlos momentos en los que estos pensamientos intrusivos nos atacan

Lic. Gabi Casco Bachem

CÓMO IDENTIFICARLOS

Los pensamientos automáticos u obsesivos se caracterizan por ser inflexibles, repetitivos, concretos e inapelables. Estas son algunas de sus características:

  • Son específicos: “Mi pareja me está siendo infiel, tiene otra persona en mente, me va a abandonar, no me ama”.
  • Son concretos: generalmente se forman por pocas palabras que aparecen en la mente e interrumpen la paz mental: “Cáncer, soledad, muerte, enfermedad, abandono, traición”.
  • Se cree en ellos a pesar de que son irracionales: “Esa persona tiene un muy buen pasar económico, por tanto, está inmiscuido en negocios turbios”. No necesita comprobación alguna para convencerse de lo que piensa.
  • Surgen por generación espontánea: no hay forma de detenerlos, nublan el pensamiento.
  • Se caracterizan por ser muy dramáticos: un dolor en el pecho ya es un ataque al corazón, como con los hipocondriacos.
  • Tienen que ver con la cultura y la idiosincrasia de la persona: “El paraguayo es de tal o cual forma; el argentino; el brasilero”. Son discriminativos.
  • Son difíciles de controlar una vez que se desencadenan: todas las personas hemos tenido, en algún momento o varios de la vida, pensamientos deprimentes que nos llevan a pensar en cosas cada vez peores y se disparan las ideas asociadas con la situación catastrófica como una cascada de tragedias.
  • Se caracterizan por ser imperativos: “Debería tratar de ser más disciplinada, tener más fuerza de voluntad, disfrutar más de la vida y sentirme agradecida por todo lo que tengo”, lo que genera sentimientos de culpa, baja autoestima, frustración y tristeza.

Los pensamientos automáticos son aprendidos. Todos hemos sido condicionados desde la infancia por las formas de pensar de nuestra familia y entorno; creencias, amigos y medios de comunicación; circunstancias y contexto, para interpretar lo que pensamos, con todas las consecuencias que esto trae consigo. Por tanto, si somos madres con pensamientos automáticos deprimentes, generadores de discriminación, con críticas destructivas, así también serán nuestros hijos.

DISMINUIR LA CARGA

La carga mental que tenemos las mujeres, las madres que trabajan y deben mantener el hogar, es mucho más intensa que la de cualquier ingeniero de la NASA; implica todos los aspectos de la organización y gestión del hogar, compromisos familiares como cumpleaños, aniversarios, citas médicas y cumplir con los amigos. Esto conlleva no solo el verificar cada tarea, sino anticiparse a ellas. Nosotras asumimos estas responsabilidades sin siquiera decidirlo, lo que podemos denominar como una especie de síndrome de Estocolmo doméstico; no podemos escapar de él mientras todos los demás se dejan llevar por la gestión de una sola persona en la comodidad de la rutina. Eso se desarrolla en todos los aspectos de la vida que se consideren interesantes y no absolutamente necesarios.

Pocas son las que considerarían un halago el hecho de ser una mujer gloriosa en Paraguay, implica más bien un acto de heroísmo a razón de la tasa de feminicidios, la desigualdad que todavía impera en diferentes ámbitos, el desamparo que existe en la niñez y adolescencia e incluso en el cuidado de adultos mayores, que recae casi completamente sobre las madres y mujeres. Esto requiere una revisión histórica para comprender el hecho de conferir tantos poderes y responsabilidades a un sujeto y no un objeto, donde incurren demasiados compromisos inexorables, lo cual no solamente causa esta especie de neurosis de rumiante constante de pensamientos que agobian a las mujeres durante todo el día, sino también una sensación de estar dejando de lado un aspecto importante de su vida, sus deseos e identidad.

La forma de minimizar la carga implica el ejercicio de entender el bagaje no solo personal, en terapia, sino histórico del lugar de la mujer paraguaya en la sociedad y fiscalizar los momentos en los que estos pensamientos intrusivos nos atacan. Son, por lo general, lapsos de mucha vulnerabilidad en donde buscamos la aprobación de los demás, o también en situaciones donde necesitamos aplacar una culpa inconsciente y para compensar tratamos de hacer y cumplir con todas las expectativas que tienen de nosotras.

A veces puede formar parte de un arsenal de autoflagelos para evitar sentir felicidad por algo o para pagar una culpa por adelantado por celebrar algún evento que sentimos no merecemos. También opera como elemento distractor para procrastinar, es decir, aplazar lo que tenemos que hacer; por ejemplo, si existe la sospecha de algún padecimiento médico y solamente pensamos en lo peor, retrasamos la cita para evitar la confirmación de nuestros pensamientos catastróficos. A veces también nos ayudan a evitar la fatiga, así en vez de cumplir con alguna tarea o ejercicio, nos sumimos en pensamientos en loop sin fin que nos mantienen en un estado casi catatónico.

Sea cual fuere la motivación de estos pensamientos, es interesante que en vez de solamente dejarnos pensar por ellos, pensemos en ellos y podamos dilucidar su utilidad siniestra o utilitaria para desactivarlos si es que nos molestan demasiado y, por supuesto, aprender a delegar las cargas que tenemos encima, para vivir una vida más liviana y menos neurótica, y también ofrecer una oportunidad a los demás a que nos ayuden y sostengan en este valioso pero no necesariamente glorioso rol de ser mujer en nuestro país.

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