Image Alt
 • Actualidad  • El mundo y sus esquinas  • La historia del lazo rosa

La historia del lazo rosa

Una cruzada por la vida

El lazo rosa simboliza la toma de conciencia en la lucha contra el cáncer de mama. Este recordatorio representa tanto a luchadoras, activistas y a aquellas que han ganado o perdido la batalla. Marca la presencia de una causa y la importancia de examinarnos en una cuestión que es de vida o muerte: la detección temprana. Pero, ¿cómo surgió este símbolo y adquirió tanta fuerza?

La historia de la utilización de un lazo o cinta como símbolo de alguna causa social surge en Estados Unidos, y adquiere fuerza en dos momentos diferentes. El primero ocurrió en 1979, cuando Penney Laingen, esposa de un rehén que había sido tomado cautivo en Irán, se inspiró en una canción para atar cintas amarillas a los árboles que estaban frente a su casa. El lazo, según informó a la prensa que se acercó a ella, simbolizaba el deseo de que su marido estuviera de regreso. Era un signo de espera y esperanza.

Por primera vez, el lazo se convirtió en un medio, en un mensaje. Al poco tiempo, un montón de telas amarillas empezaron a aparecer en todo el país de manera solidaria, y ahí comenzó la historia de la cinta que hoy adquiere distintos colores para representar diversas causas.

Once años después, los activistas de la lucha contra el sida vieron que las cintas amarillas se habían vuelto a poner de moda durante la Guerra del Golfo, y se preguntaron cómo simbolizar a la gente que estaba muriéndose de esta enfermedad en su país.

Convirtieron la cinta amarilla en roja –el color que representa la pasión–, la doblaron y la pusieron en un prendedor, que fue utilizado en el escenario por el actor Jeremy Irons durante la entrega de los Premios Tony (los Oscar del teatro) en 1991. Con eso quedó instalada definitivamente la unión entre causa y lazo. Cada evento caritativo tenía que tener uno que lo distinguiera, y se volvieron tan populares que, al año siguiente, el New York Times declaró a 1992 como “el año del lazo”.

Para tomar conciencia

Con respecto al rosado, la iniciativa la tuvo Susan G. Komen, de la Fundación del Cáncer de Mama. Komen solía repartir viseras de color rosa a las mujeres sobrevivientes del cáncer de seno que participaban de la Corrida por la Cura, uno de los eventos más tradicionales de esta causa. Meses después de que Jeremy Irons hiciera lo del lazo rojo, esta organización empezó a dar lazos rosa a cada participante de la corrida.

Sin embargo, esa primera aparición fue un detalle más en el marco de esta corrida tan importante; entonces, para que se expandiera verdaderamente como símbolo de lucha, era necesario un evento en donde el propio lazo fuera protagonista.

A principios del año 1992, la editora de la revista SELF se encontraba diseñando una edición especial que, por segunda vez, sacaba una tirada entera para concientizar sobre el cáncer de mama. En el 91 lo habían hecho con la supervisión de Evelyn Lauder, una de las herederas de Esteé Lauder y sobreviviente de la enfermedad, y la edición había sido un éxito. La cuestión era cómo superar esa primera marca.

Entonces, a la editora se le ocurrió crear un lazo y comprometer a Esteé Lauder para que lo distribuyera en sus tiendas de Nueva York. Le comentó la idea a Evelyn Lauder, pero ella tuvo una idea mejor: ponerlo en todas las tiendas de Estados Unidos.

Una semana después supieron de una mujer que ya estaba haciendo un lazo color durazno para el cáncer de mama. La mujer tenía 68 años, se llamaba Charlotte Haley y era nieta, hermana y madre de mujeres que habían batallado contra esa dolencia. Las cintas eran hechas a mano y estaban colgadas en su comedor.

Cada grupo de cinco cintas venía con una tarjeta que decía: “El Instituto Nacional del Cáncer tiene un presupuesto de 1,8 billones de dólares, y solo el 5 % va a la prevención del cáncer. Ayúdenos a concientizar a los legisladores y a América usando este lazo”.

Haley era una activista natural de la causa y entregaba los paquetitos en el supermercado de su barrio y escribía cartas a mujeres prominentes, tratando de propagar su mensaje. Para cuando la revista se enteró de su existencia, Haley ya había repartido miles de tarjetas. Entonces la llamaron y le propusieron una alianza, pero Haley no quiso asociarse con ellas, alegando que eran demasiado comerciales.

A finales de ese mismo año, la revista y Estée Lauder, luego de consultar con sus abogados, decidieron utilizar el lazo y seguir con el plan de ponerlo en las tiendas, pero para no tener problemas con Haley, eligieron otro color: el rosado.

Con eso establecido, los mostradores de Estée Lauder repartieron 1,5 millones de lazos solo en 1992, cada uno acompañado de una tarjeta laminada que describía cómo examinarse los pechos. Recolectaron más de doscientas mil firmas exigiendo a la Casa Blanca más fondos para investigaciones.

En un año, el de color durazno había desaparecido, mientras que el rosa se convertió en todo un símbolo. Tal es así que empezó también a ponerse en boga la asociación de las marcas a las buenas causas. Así como Reebok se encargó de hacer suya la causa de los derechos humanos, en 1993, la famosa firma de cosméticos Avon abrazó el emblema del cáncer de mama.

Avon buscaba crear un programa que se destacara, dado que ya había como 15 empresas medianas y grandes comprometidas con la misma causa. Entonces, de nuevo, apareció el lazo rosa, pero esta vez en una pieza de orfebrería, una joya de oro y enamel rosa. Lo hizo en dos tamaños, uno más imponente y otro más pequeño en forma de prendedor, para que los hombres pudieran usarlo en el cuello una camisa. El costo del prendedor pequeño fue de USD 2, y el monto recaudado en dos años fue de USD 10 millones.

Luego de la exitosa campaña, varias empresas más empezaron a sacar productos con el lazo rosa, que iban desde joyas a camisones, cosméticos, osos de peluche, ropas deportivas, tarjetas de crédito, etc. Se llegó a un punto tal que, en 1996, el cáncer de mama fue nombrado la caridad más importante del año por la prensa.

Hoy día hay cerca de 100 compañías que apoyan la causa, y estas son solo las suficientemente grandes como para entrar bajo el radar de las estadísticas. Con el mensaje del lazo rosa como concientización, todo lo que una compañía tiene que hacer para recordar a las personas acerca de la importancia de hacerse exámenes de detección temprana, es poner a su producto un lazo rosa.

New Balance, por ejemplo, dona dinero de la venta de sus gorros, medias y remeras de la Corrida por la Cura a la Fundación Komen, pero los sneakers del lazo rosa son simplemente para “tomar conciencia”: tienen una cinta pequeña en cada lengua. Difícil, sino imposible, que nadie, salvo la dueña, los vea. La posibilidad de que esa cinta cruzada recuerde a una mujer que debe hacerse una mamografía, puede salvar su vida, y esa es la razón de ser de esa línea.

Por supuesto que también hay detractoras de la popularización del símbolo. Una activista de San Francisco opina que se necesitan cambios mucho más profundos en términos de investigaciones y acceso al cuidado, mucho más allá que tomar conciencia de hacerse una mamografía. Necesitamos saber qué está causando la dolencia y necesitamos una cura.

De cualquier forma, el símbolo ha logrado mucho en cuanto a la divulgación de la causa. Entre 1991 y 1996, los fondos para investigación sobre el cáncer de mama subieron a USD 550 millones, y de acuerdo con la Asociación Americana del Cáncer, el porcentaje de mujeres que se hacen una mamografía anual se ha duplicado en la última década.

Que el lazo rosa nos sirva a todas para tomar conciencia. Que nos recuerde que nadie está inmune y que la detección temprana puede salvarnos la vida.

Este artículo se publicó originalmente en la edición de octubre 2018.
POSTEAR UN COMENTARIO