Ansiedad estiva
La temporada más añorada
Todo el año nos pasamos esperándolas ansiosamente… ¡ah, las vacaciones! Contamos días, horas y minutos para poder largar todo e irnos a relajarnos con un poquito de playa, sol, días en familia y gozando del dolce far niente.
Pero quien dice que las vacaciones son un relajo seguramente nunca pasó por la ansiedad de ponerse un traje de baño tras las fiestas, después de haber trabajado durante la locura de diciembre, sorteando el tráfico, el calor infernal y los mil quinientos compromisos, que nos dejan cero tiempo libre para entrenar, ¡y menos aún para tirarse a tomar sol! Este verano, literalmente, llegué blanca y redonda como una mozzarella, y mi única esperanza es tomar algo de sol en estos días, o irme a sopletear antes de partir para la playa, para al menos ascender a estar bronceada y redonda como una morcillita.
¿Y el bolsillo qué tal? Entre regalos, preparativos y pagar deudas, el aguinaldo se evapora antes de poder siquiera encarar las vacaciones. O sea que terminamos pagando los monos de la tarjeta, a sabiendas de que en un mes las tendremos más reventadas que nuestros neumáticos en los baches asuncenos tras las benditas vacaciones.
Y eso del dolce far niente no se aplica bajo ningún precepto a una madre, menos aún si se trata de una con niños menores de seis años. Si viajás, te vas a pasar enero cocinando, barriendo, lavando, repasando y trabajando más de lo que trabajaste el año entero si no llevás contigo a alguien que te ayude. De madre ejecutiva pasás a madre “esclava Isaura”, que se fue a disfrutar de unas bien merecidas vacaciones tras meses de levantarse a las seis de la mañana para llevar a los chicos al colegio y correr después a la oficina, ¡para salir nuevamente a choferear en todas las actividades de la tarde! ¡Olvidate que vas a relajarte sin hacer nada! Lo más probable es que llegues tan agotada y estresada que a tu vuelta necesites unas vacaciones ¡de las vacaciones!
Los únicos que entran en modo vacaciones totales son los chicos, que parecen estar más acelerados que nunca para correr y hacer bochinche, y más relajados que nunca a la hora de ordenar las cosas y colaborar con los quehaceres. Ñandejára, ellos son los que se atribuyen las vacaciones por el buen desempeño escolar —a veces incluso por haber pasado rozando, apenas—.
Y si tus hijos son adolescentes y centennials, seguro ya los escuchaste: ellos ñandeco son los más estresados por los exámenes, el colegio, la facu y por la vida misma. Olvidate de que vas a sacarles una iniciativa colaborativa, esclava Isaura; empezá nomás ya bien a hacer ejercicios de vocalización para entrenar tus cuerdas vocales para lo mucho que te vas a plaguear en las vacaciones.
¡Y explíquenme por qué regla de tres no hay verano sin un insolado! Siempre, pero siempre uno termina rojo como un cangrejo tras el primer día de playa: el marido que se quedó dormido en la reposera tras la quinta cerveza bajo el sol; los chicos que huyen del bloqueador como si fuese moco; o la hija adolescente que pretende quedarse carbonizada en una sola sentada después de un año entero encerrada en su cuarto viendo Netflix y haciéndose videos para Tik Tok.
Y, por supuesto, ¿quién es la enfermera oficial de las vacaciones? Adivinaron, mis queridas lectoras: la madre. Ella es la encargada de correr a la farmacia a buscar un gel para quemaduras, la que siempre se queda con las manos llenas de ungüento por pasarse la tarde entera frotando al insolado de turno. Es la madre quien tiene que pasarse la noche en vela cuidando a ese familiar que se pasó todo el día ignorando sus advertencias, haciendo caso omiso de sus constantes plagueos y escabulléndose de sus garras para evitar el mismo producto que podría haberles salvado.
Mi punto es que una espera con tantas ansias las vacaciones, contando los días, imaginándose un idilio de relajo, alegría, felicidad y despreocupación, solo para darse cuenta antes de que empiecen, faltando solo días, que, pensándolo bien, debido a todo lo que nos espera… A la hora de la verdad, ¡ya estamos deseando que se acaben antes de que empiecen!