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Madres, ¡somos resiliencia!

Convertir la circunstancia en oportunidad

Si quieres cambiar el mundo, ve a tu casa y ama a tu familia.

Santa Teresa de Calcuta

Este mes hablamos sobre el estrés en cuarentena y sobre cómo mantener la paciencia y la salud mental, en el que quizá podemos designar como el momento más desafiante de nuestras vidas como madres.

¡Qué desafío se nos ha presentado a todas las madres con esta pandemia! Después del sector médico, político y científico, creo que, en nivel de dificultad, y sin temor a exagerar ni a equivocarme, venimos luego las madres. Ya lo decía uno de los tantos mensajes que nos llegaron en este tiempo de cuarentena: “Ninguna madre la tiene fácil, y menos ahora que el mundo cambió. No la tiene fácil porque tiene que dejar la incertidumbre fuera de casa solo para hacernos sentir que aquí adentro está todo bien. Porque es mamá, maestra, informática, proveedora, enfermera, psicóloga, futbolista, bailarina, chef y, además, hace que todo esto funcione en un mismo espacio. Porque ahora nos tiene que llevar de paseo, pero sin salir de casa, porque nos tiene que cuidar, incluso cuando no puede estar. No la tiene fácil porque tiene que buscar otras formas de darnos amor, en un mundo que ya no permite los abrazos”.

Madres, estamos llamadas a salvar nuestro mundo, empezando por nuestro hogar; a encontrar estrategias que nos ayuden a sacar el máximo potencial creativo y la fortaleza emocional. Debemos animarnos entre todas a volver a empezar una y otra vez, un día a la vez.

La carrera del hogar y el teletrabajo

Las madres tenemos más probabilidades que los padres de anticipar las necesidades de la familia y planificar con anticipación para el peor escenario posible; pero también por eso tenemos más trabajo: el carrito de compras online se me colgó; falta papel higiénico y leche, tendré que salir (si el número de chapa me lo permite) con todas las medidas de protección necesarias, tapabocas y alcohol al 70 % a mano; de paso puedo traer la impresora de la oficina ya que, por el momento, está cerrada, ¡y el teletrabajo es mucho más pesado!; ¿cuál era la contraseña para las clases virtuales?; me preocupa que el colegio cierre, pero debería cerrar; la ropa sucia se acumuló otra vez; ¿cómo estará mamá?, la voy a llamar esta noche después de prepararles la cena a los chicos; ¿otra vez fideos?; hoy sí ya les tengo que acostar antes de las 21:00 y asegurarme de que duerman las ocho horas que necesitan para mantener su sistema inmunológico fuerte. 

Y, por supuesto, como madre, no puedo olvidarme de decir a todos que se laven las manos durante todo el día.

En esta vorágine se convirtió nuestro día a día en cuarentena. La pregunta es: ¿cómo podemos con tanto? La fuerza la llevamos en el ADN, la lucha por la supervivencia, la que ya nos sacó adelante en varias pandemias, guerras y crisis.

El secreto para no decaer no es una megaestrategia de organización o una técnica psicológica supercompleja, sino simplemente activar la misericordia para con nosotras mismas porque, realmente, no vamos a poder con todo, pero, sin duda, vamos a hacer todo lo mejor que podamos.

No sumar emociones negativas

Los padres somos sobreprotectores por naturaleza, y ni hablar si existe una amenaza; ahí nos volvemos hipervigilantes. La sobreexigencia logística se complica si, además, tenemos a nuestro cargo el cuidado, la atención y la dependencia emocional de nuestros adultos mayores, nuestros padres y abuelos, sin olvidar que también nos preocupan nuestros amigos y demás familiares.

A toda la lista de tareas tenemos que agregarle la significativa dosis de carga emocional que todas experimentamos en esta situación: estrés, incertidumbre y sensación de vulnerabilidad. Lo importante es no sumar más emociones negativas a las que ya tenemos.

Un ejemplo es que cuando sentimos tristeza o añoranza solemos sentir vergüenza por no poder manejar mejor nuestras emociones, y reprimimos el llanto. Lo mejor es abrazar el proceso del duelo, habilitar la compasión hacia una misma y no convertirnos en nuestras propias juezas o verdugos. No es momento de sumarnos más imposiciones, al contrario, es un momento de reflexión e introspección en el que podemos también descubrir la cantidad de autoexigencias que nos estamos imponiendo, y evaluar qué impacto tiene todo esto sobre nuestro estado de ánimo, y el efecto que esto tiene en la forma en que, proyectivamente, tratamos a los demás.

Podemos descubrir que, así como nosotras nos juzgamos y nos autodestruimos emocionalmente, del mismo modo lo estamos haciendo con nuestros hijos, a quienes les exigimos lo que, muchas veces, nosotras mismas no podemos lograr, y eso nos frustra. 

Por supuesto que el nivel de estrés también tendrá que ver con nuestra historia pasada y nuestras experiencias negativas; por ende, los efectos del aislamiento no serán los mismos para todos. Por ejemplo, será diferente para una persona que sufre de estrés crónico (sostenido en el tiempo y ocasionado por un mal matrimonio; una enfermedad con síntomas o una depresión) que para aquella persona que presente un estrés agudo (momentáneo, que sirve para la resolución de problemas inmediatos y urgentes; el que experimentamos con la pérdida de trabajo, asaltos o —en este momento— una pandemia).

Nuestras emociones configuran nuestro estado de ánimo, del cual dependen también todas las relaciones interpersonales del hogar. Iniciar o continuar con un proceso terapéutico online es algo que ahora se multiplicó exponencialmente, lo cual habla de una evolución en la percepción de la salud mental.

Paradójicamente, para desestresarse, lo mejor no es desactivarse, dormir o buscar el descanso vacío; la mejor higiene del estrés es conectarse y focalizarse profundamente con una actividad placentera y hacer algo que nos guste: ordenar, cocinar, pintar, leer, escribir, sacar fotos o terminar un proyecto. Conectar con una tarea positiva y placentera suma sensaciones satisfactorias, y hacerlo varias veces a la semana mantiene en forma la mente.

Confiar ciegamente en la resiliencia

La resiliencia es una capacidad innata y poderosa, no es una palabra de moda. Basta con recordar cómo nos sentimos el día que nos contaron que alguien a quien amábamos muchísimo falleció, le diagnosticaron una enfermedad o tuvo un accidente. La reacción inmediata que sobreviene después de una noticia devastadora es un quiebre emocional, seguido por un shock y síntomas físicos de malestar, llanto y hasta desvanecimiento, pero pasadas unas horas nos recomponemos, y todos, intuitivamente, nos preguntamos: ¿y ahora qué?

Es increíble que a pesar del no saber qué hacer en un escenario tan doloroso, al final, siempre encontramos una forma para seguir adelante. Ahora, más que anticipar escenarios, es momento de confiar intuitivamente en la pulsión de vida que nos guiará hacia una resolución del dolor o la pérdida (si se presenta lo peor). 

Empecemos por organizar aquellas cosas a las que podemos darle una estructura realista de compromiso y control, ya sea con el horario con los chicos —negociar las horas de acceso a las redes, a los videojuegos, al estudio, la alimentación, la rutina de ejercicios—, pero también, animarnos a ceder un poco ante el caos. 

Debemos permitirnos hacer el proceso del duelo, sin sumar emociones negativas. Para esto es importante también dejar de lado las noticias alarmistas y mantener el hogar libre de polución negativa, algo que también es importante para no angustiar a los chicos. 

Contagiemos amor

Es cierto: este Día de la Madre será surrealista. Por un lado, vamos a confirmar que el amor es cuántico, que su fuerza es atómica, que trasciende fronteras y que es capaz de viralizarse mucho más rápido que cualquier microorganismo. Vamos a estar presentes a través de la voz en una llamada, de una imagen en una foto (o videollamada, claro) o en un mensaje en un texto. 

Por otro lado, vamos a ofrecer un regalo de compromiso con la vida: cuidarnos entre todos, lo que va a ser más valioso que un regalo tangible. Tomar conciencia de esto nos va a permitir recuperar ese abrazo pendiente en donde todos coincidimos que, a pesar de la distancia, nos sentimos más cerca que nunca. ¡Feliz día a todas las mamás que nos ayudan a salir adelante siempre! 

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