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La balada de la dependencia sexual

Un retrato de la experiencia humana por Nan Goldin

Imágenes: Cortesía Nan Goldin Studio. Artist credit © Nan Goldin

Una de las obras más contundentes de Nan Goldin, fotógrafa y narradora de la escena contracultural neoyorquina de los 70 y 80, está en Asunción. Para entender más acerca de la exposición, Fredi Casco, director artístico de la Fundación Texo para el Arte Contemporáneo, nos comenta sobre su proceso y nos proporciona una mirada sensible al trabajo de la artista.

Nan Goldin nace en 1953 dentro de una familia de origen judío. De muy joven experimenta una tragedia que cambia su vida por completo: el suicidio de su hermana Bárbara. Esto la lleva al abandono temporal de su casa para ir vivir a diferentes comunas, donde encontró personas que constituyeron una nueva familia. 

La conformación y la reivindicación de la familia elegida –la que componen los amigos y amigas, aquellas personas que marcan y poseen un lugar importante en la historia de uno– es fundamental para la aproximación a esta obra icónica de Nan Goldin, entre muchos otros factores. A los 18 años, se traslada a la ciudad de Boston con su amigo David Armstrong. En un bar llamado The Other Side empieza a fotografiar a sus compañeros de piso mientras participan, vestidos de drag, de un concurso de belleza. En ese contexto, a finales de los 70 y comienzo de los 80, la apertura y el registro del espacio privado, el retrato del otro pero también de uno mismo y la cultura queer son algunas de las características que convergen en su obra. 

Imagen: Cortesía Nan Goldin Studio. Artist credit © Nan Goldin

A finales de los 70, Goldin llega a Manhattan y empieza a fotografiar a su entorno cercano e íntimo, a su familia. Su cámara fotográfica se convierte en una extensión de su persona, que registra a su paso la historia de los amores, desamores, excesos y tragedias de la comunidad de la que es parte. 

En un material de la Hasselblad Foundation, Nan explicó que, en ese periodo, fotografiaba fiestas, mientras ella y sus amigos bailaban, mientras tenía sexo con su pareja; lo hacía tanto que su entorno ya no se daba cuenta o no se fijaba en eso. 

La balada de la dependencia sexual es la obra que recoge y plasma el espíritu de esta época en la historia, iniciada en 1979, pero al mismo tiempo es un retrato intimista de las distintas manifestaciones de las relaciones humanas y sus dificultades. Las personas que aparecen son miembros de su comunidad, y está materializada a través de una proyección de diapositivas acompañada por una banda sonora que dispone el mood de lo que se narra en las imágenes. Nan la describió como una obra que abarca todo, con retratos de mujeres como diosas, pero también como putas y madres; niños que son introducidos a la violencia; hombres tan duros como sensibles; fiestas, moda, parejas, violencia física, sexo, drogas, soledad y muerte. 

A diferencia de la fotografía documental tradicional, que toma distancia del sujeto fotografiado, Nan encuentra su lugar de enunciación como un personaje más dentro de la historia que nos relata; no desde el voyeurismo, sino al contrario, dentro de la escena misma. “Esta serie está compuesta por 684 diapositivas que pasan en 40 minutos, con una banda sonora. Es una experiencia inmersiva, por eso se habla también de foto-performance o fotoinstalación. Ella misma empezó esta serie como una cuestión performática”, explica Fredi Casco.

Nan Goldin en Paraguay

La balada de la dependencia sexual se encuentra disponible en la sede de la Fundación Texo, hasta el próximo 29 de agosto, y también forma parte de la programación del festival El Ojo Salvaje 2021. ¿Cómo se dio esto? Fredi nos comenta que una de las ediciones de esta obra de Goldin fue adquirida por la Fundación Cartier en los 90. “Tengo una relación con la fundación de hace nueve años; realicé tres documentales, entre ellos me tocó una entrevista a Nan Goldin en 2014, como parte de una película que hacíamos con Renate Costa y Luis Arteaga, llamada Memorias vivas”, comenta. 

En la entrevista Nan le compartió a Fredi que originalmente esta muestra eran diapositivas que ella proyectaba en la calle, en Times Square, Manhattan, Nueva York, mientras trabajaba en un bar. El proceso para que hoy esta obra se encuentre en Asunción inició varios años atrás: “Empezó prácticamente en 2014, fue un proceso largo, primero como idea de la posibilidad; no obstante recién el año pasado se concretó”. 

Fredi estuvo también a cargo de la curaduría, que en este caso se ciñó a seguir las instrucciones de la artista para el despliegue de la obra, con cuidar que esté exactamente igual a como ella quiere. “Desde ese lugar, mi trabajo fue estrictamente de curador, de curar/cuidar, que salga lo mejor posible esta exposición al ver las compatibilidades del espacio y las técnicas con la calidad de la obra”, explica. 

Un factor que él considera importante es poder proponer cada tanto obras que interpelen al público. “Creo que la fundación trabaja mucho el hecho de posicionarse desde un lugar político”, comenta mientras recuerda también la exposición del artista Feliciano Centurión, que fue el ejemplo de un primer caso en el cual se abrió un discurso a través de elementos de la cultura queer. Y en este sentido, algo esencial para que una creación como esta de Goldin ocupe un lugar aquí, en este contexto social, es gracias al activismo de las luchas feministas y de la comunidad LGBTQ+. “Por más que sea una obra universal que puede interpelar y hablar desde muchos lugares, creo que ese momento particular que vive Sudamérica, especialmente Latinoamérica con respecto a estas luchas, hace que sea más oportuna que nunca”, acota.

La vigencia de la balada

Si diseccionamos esta muestra, vemos que muchos elementos esenciales del discurso de Goldin se manifiestan en nuestro contexto más que nunca. Uno de ellos es la construcción narrativa a través de un diario, de un álbum familiar contado –y editado– desde parámetros opuestos a uno tradicional, que usualmente tiende a mostrar los momentos felices e importantes; y así también ahonda, como mencionamos al inicio, en distintas manifestaciones de las relaciones humanas y del concepto de familia. 

Para Fredi, hay varios lugares de aproximación a esta exposición, y uno de ellos es el uso del color y el flash frontal. “La fotografía que era considerada documento, ligada más a la cuestión del arte contemporáneo, era en blanco y negro, y casi era descalificada la captura a color, entonces ya es un elemento de provocación desde el discurso fotográfico en sí”, explica. También está el elemento conceptual, que tiene que ver con la manera de presentar la obra; el componente que la acerca al arte contemporáneo. 

Hoy en día el hecho de registrar o compartir de manera pública la cotidianeidad es, gracias a las redes sociales y las nuevas tecnologías, algo que identifica a las personas de este periodo histórico. “Esta serie terminó hace 25, 30 años, y sin embargo hoy vemos muchísimo de esto, incluso de manera inconsciente en las redes sociales, porque es un momento en la historia de la humanidad donde la individualidad, el mundo privado es explotado, está sobreexhibido. Se ven ahí una cantidad de cosas de Nan Goldin, de alguna forma, que hasta ahora son premonitorias”, agrega Fredi. Otro lugar donde se observa inspiración de la obra es en la fotografía de moda. No desde el mismo lugar y desde el mismo discurso de la artista, pero sí desde la estética, la utilización del flash frontal y el color. 

Para visitar la exposición de Nan Goldin, podés agendar tu visita en fundaciontexo.org/nangoldin. Está abierta los miércoles, jueves, viernes y sábados de 16.00 a 20.00. El límite es de 50 personas. Instagram: fundaciontexo Facebook: Fundación Texo

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