Oda al malbec (argentino)
Te contamos cómo fue que la cepa malbec, casi extinguida durante una plaga, llegó a Sudamérica para convertirse en la variedad emblema del país vecino. Una historia digna de un guion cinematográfico que incluye exilio, guerra civil, crisis económicas varias y la esforzada labor de un puñado de visionarios.
Por Alejandro Sciscioli
No es ningún secreto que los vinos preferidos por los consumidores locales son los tintos, y entre ellos, por lejos, los favoritos son elaborados a base de malbec. Esta cepa se adaptó de manera extraordinaria a los distintos terruños de Argentina, país que cada 17 de abril celebra el día internacional de la variedad que le ayudó a ganar un enorme prestigio internacional como productor vitícola.
De entre todo el calendario anual, ¿por qué precisamente esa fecha y no otra? La historia tiene todos los condimentos necesarios para un atrapante relato literario, comenzando por una plaga, pasando por una guerra civil, varias crisis económicas y culminando con el “robo” de un experto para llevarlo de un sitio a otro.
Este apasionante relato inicia en Francia, continúa en Chile y culmina en la provincia de Mendoza.
“Estos vinos se consolidaron en la Edad Media y terminaron de fortalecerse en la modernidad. La conquista del mercado inglés fue un paso decisivo en la valoración de esta variedad en Inglaterra y en el mundo”
Wines of Argentina
De Francia, con amor
El malbec tiene su origen en el sudoeste de Francia. Allí se cultivaba esta cepa con la que se elaboraban vinos denominados “de Cahors” por el nombre de la región, reconocidos desde los tiempos del Imperio romano.
“Estos vinos se consolidaron en la Edad Media y terminaron de fortalecerse en la modernidad. La conquista del mercado inglés fue un paso decisivo en la valoración de esta variedad en Inglaterra y en el mundo”, explica la institución Wines of Argentina en su sitio de internet, explicando el origen de la cepa.
Hacia fines del siglo XIX, una plaga (la filoxera) destruyó la viticultura europea en general y la francesa en particular, por lo que el côt (sinónimo con el cual también se conoce a la variedad) cayó en el olvido dejando, sin embargo, una cultura de apreciación del malbec ya construida.
¿Y cómo es que la variedad llega a Sudamérica? Gracias a la pasión de un controvertido actor político argentino del siglo XIX, llamado Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888). Con grandes luces y sombras, Sarmiento fue impulsor y fundador de numerosas escuelas e instituciones educativas en su país y en el exterior.
Durante uno de sus tantos exilios, Sarmiento impulsó en Chile la construcción de la Quinta Normal de Santiago, en 1841, inspirada en la Escuela Normal de París, donde se cultivaban distintas plantas, particularmente vides.
Vale destacar que, por aquel tiempo, la clase dirigente chilena miraba hacia Francia con creciente interés, y uno de los aspectos que se procuró incorporar fue la vitivinicultura, incluyendo cepas (entre ellas obviamente la malbec) y técnicas de elaboración del vino. En este contexto irían a Chile especialistas franceses, como René Lefevre, Claudio Gay y Michel Aimé Pouget.
Cruzando los Andres
Para que el malbec llegue a Mendoza, primero la Argentina tuvo que terminar una horrible guerra civil que duró décadas y culminó en 1853, cuando uno de los bandos en disputa logra imponerse al otro.
Así fue que Sarmiento nuevamente entra en escena: culmina su exilio en Chile y se instala en Mendoza, donde nuevamente “hizo de las suyas”, siempre viendo la situación desde el punto de vista educativo. Basándose en el éxito pedagógico logrado con la Quinta Normal de Santiago, este personaje promueve la creación de una institución similar en la provincia.
Fue así que “el 17 de abril de 1853, con el apoyo del gobernador de Mendoza, Pedro Pascual Segura, se presentó el proyecto ante la Legislatura Provincial con vistas a fundar una Quinta Normal y una Escuela de Agricultura. Este proyecto fue aprobado con fuerza de Ley por la Cámara de Representantes, el 6 de septiembre del mismo año”, subraya Wines of Argentina.
¿Y quién fue el experto contratado para la Quinta Agronómica de Mendoza? El francés Michel Aimé Pouget, quien desde Chile cruzó los Andes con todos sus conocimientos y sus plantines de vitis vinífera, en ellos el malbec.
El tiempo pasó, y si bien las instituciones fundadas en 1853 no perduraron en el tiempo, la llegada de inmigrantes italianos, españoles y franceses sentaron las bases para el crecimiento exponencial de la viticultura en Argentina. En ese contexto, el malbec se adaptó de forma magistral a los distintos suelos y climas.
Salto a la calidad
Con el paso del tiempo y debido precisamente a las costumbres de consumo de los inmigrantes europeos y sus descendientes, el consumo de vino per cápita en Argentina se encontró, hasta bien entrado el siglo XIX, entre los más altos del mundo. Aún hoy los bodegueros recuerdan los insólitos 90 litros de vino por persona al año que se consumían, una cifra sideral, si en especial se observan los escasos 25 litros aproximados que se beben hoy.
Claramente, la gran mayoría de la producción estaba orientada a vinos económicos, de consumo diario. Quien escribe estas líneas aún recuerda cuando, en su Buenos Aires natal, iba a la vinoteca del barrio con la “damajuana” vacía (envase de vidrio de 5 litros) para llenarla con vino tinto a granel.
Esos vinos eran mezclas de las variedades que había en los viñedos y no se prestaba mucha atención al producto logrado. Lo importante era conseguir la mayor cantidad posible de litros para abastecer al insaciable mercado local. Y en el medio hubo muchas imprudencias, como la adulteración de vinos que, en algunos casos, llevó a la muerte por intoxicación a descuidados consumidores.
Todo comenzó a cambiar cuando fueron ganando la pulseada al vino otras bebidas, ya en la década de 1980, como las cervezas, las gaseosas y los jugos, yendo de ese modo la industria a una inevitable y muy fuerte crisis. No quedó otro camino que iniciar una búsqueda a nivel sector para dar un salto de calidad que permita la exportación de ese nuevo vino argentino.
Los vinos argentinos elaborados a base de malbec enamoraron al mundo, y el país que hacía millones de litros de muy baja calidad pasó a ser uno de los jugadores de peso entre los exportadores.
Los pioneros del malbec
A inicios de la década de 1990, Argentina vivió una coyuntura económica muy particular: durante años se equiparó la cotización del peso a la del dólar en el famoso “uno a uno”, permitiendo a muchos sectores industriales, entre ellos el bodeguero, la posibilidad de adquirir tecnología de punta.
Con ese respaldo, el sector comenzó a pensar y a trabajar el concepto de que la calidad en el vino llega desde el viñedo. Así, un puñado de visionarios, trabajando con importantes consultores internacionales, entendieron que con el malbec tenían la oportunidad de llegar a la tan ansiada calidad, y con ella a la exportación.
Si bien es cierto que todos quieren ser el padre de la criatura, en especial cuando esta es muy exitosa, lo cierto es que entre esos pioneros destacan los nombres de Paul Hobbs (por entonces trabajando con la familia Catena), Ricardo Santos, Jorge Riccitelli y Michel Rolland, entre muchos otros.
Lo que vino después fue un verdadero boom: en pocos años, los vinos argentinos elaborados a base de malbec enamoraron al mundo, y el país que hacía millones de litros de muy baja calidad pasó a ser uno de los jugadores de peso entre los exportadores.
De a poco, el cultivo del malbec llegó o se intensificó en las distintas regiones vitivinícolas del país dando vida a muy buenos vinos en todos los segmentos del precio. Entonces, en este abril de 2020, alcemos nuestra copa para decir: “al gran malbec argentino, salud”.
Destacado por su color oscuro intenso y su explosión frutal, el malbec ofrece una amplia gama de perfiles aromáticos asociados a las condiciones específicas del terroir.
¿Cómo es un buen malbec?
WofA destaca que el malbec es la variedad insignia de Argentina y la que mejor representa el paladar local: desde 2011 es la cepa más cultivada en el país y se ha posicionado como líder en volumen, calidad y exportaciones a nivel mundial. Destacado por su color oscuro intenso y su explosión frutal, el malbec ofrece una amplia gama de perfiles aromáticos asociados a las condiciones específicas del terroir.
En general, sus aromas recuerdan a cerezas, frutillas o ciruelas, pasas de uva y pimienta negra en algunos casos con reminiscencias de frutas cocidas (mermelada). Añejado en madera, adquiere notas de café, vainilla y chocolate. En boca tiene la capacidad de llenar el paladar gracias a sus taninos dulces, sedosos y envolventes. Refinado, vigoroso y equilibrado, el malbec da origen a una diversidad de estilos que reflejan su gran potencial”, explica.