Apenas el Sol
La visita al hogar perdido a través de la memoria
La escritora, productora y directora de cine Aramí Ullón nos comparte acerca de su segundo documental, en una charla amena que nos introduce a las particularidades del proceso creativo y de investigación que desembocó en esta importante obra cinematográfica.
“Nuestro territorio, Eami, es un ser vivo que nos cobija y se ilumina con nuestra presencia. Nosotros nos expresamos a través de nuestro territorio, y nuestra historia está dibujada en cada cauce, en árboles, en claros de bosque y en salinas. Nuestro territorio, Eami, se expresa también a través de nuestra historia, porque el pueblo ayoreo y nuestro territorio somos un cuerpo”, explica Mateo Sobode Chiqueno sobre las características de los ayoreos y la estrecha vinculación con la región y el territorio que fueron (son) suyos, en el informe El caso ayoreo, de 2009.
Nos trasladamos por un instante a Suiza para ubicar el momento en que comenzó la travesía y el inmersivo trabajo detrás de Apenas el Sol. Aramí estaba terminando de editar El tiempo nublado, su primer documental. Un día se encontró con una pieza periodística en un diario que hablaba sobre la existencia de ayoreos que vivían en aislamiento voluntario, sin contacto alguno con la civilización occidental. “Me causó mucha impresión el hecho de no conocer esta realidad. Me pregunté si era algo que me pasaba a mí o muchos paraguayos también desconocían esa situación”, comenta. A partir de ahí, la curiosidad y las ansias de indagar en el tema la llevaron a realizar un trabajo de encuesta, de la cual participó gente de diversos ámbitos, de distintas clases sociales y profesiones. El resultado: de 100 personas encuestadas, solo una estaba al tanto de esta situación.
Esto le dio la pauta de que la problemática en torno al tema no era algo que solo ella ignorara, sino que había un desconocimiento general del universo indígena en Paraguay. Hace poco más de 60 años, el inmenso territorio ayoreo comenzó a ser invadido por no indígenas. Muchas acciones y atropellos sufrió este pueblo ancestral a lo largo del tiempo. Explica Benno Glauser, en el informe El caso ayoreo, que, grupo por grupo, fueron deportados a estaciones misioneras y sedentarizados a la fuerza. Durante la dictadura se loteó gran parte del norte del Chaco y su tierra pasó a ser mercancía de prebenda y propiedad de unos pocos, que tenían permitido deforestarla o modificarla de acuerdo con sus planes productivos.
El aislamiento voluntario se volvió una medida de cuidado, ante la negligencia y la destrucción de su territorio, su cultura, su forma de vivir. “Me acerqué a Benno Glauser —antropólogo que dedicó gran parte de su vida al trabajo con el pueblo ayoreo— y con muchísima paciencia y amor me enseñó toda la parte teórica e histórica de lo que les pasó, y su situación actual. Eso llevó mucho tiempo, muchos años”, acota Aramí.
Antes de llegar a las comunidades, ella invirtió su tiempo en prepararse con toda la información posible y el entendimiento necesario para cuando se dé ese primer encuentro. Luego de dos años de investigación y preparación, en 2014 se concretó el primer viaje con Benno hasta las comunidades. Allí, en la primera jornada en Campo Loro, conoció a Mateo Sobode Chiqueno, quien se convertiría en el protagonista de la película, y a su familia. El llegar acompañada de Benno, que ya tenía una relación de confianza, respeto y amistad con Mateo, hizo que sea un poco más fácil iniciar una conversación y crear un vínculo. El proceso siguió su curso, pero se hizo más vivencial en las comunidades. “Mateo y yo empezamos a viajar juntos a través del Chaco. Me presentaba a los ancianos ayoreos que, así como él, nacieron libres en los bosques chaqueños y fueron arrancados de la selva”, agrega.
Poco a poco conoció y dialogó con lo que ellos llaman “los ancianos”, personas de entre 60 y 80 años de edad que nacieron en el monte y fueron sacadas de su lugar, pero que aún recuerdan la vida en el bosque. “No nos acercamos a nadie que viva en aislamiento voluntario solo a los que fueron sacados del monte. La película se centró en esos ancianos. Trabajamos con gente de la zona de Boquerón y Alto Paraguay”, explica. El trabajo previo de investigación y todos los procesos mencionados se realizaron sin ninguna filmación. Los materiales de apoyo fueron fotografías fijas en Polaroid y muchas notas a mano de lo que Aramí iba aprendiendo.
Los ancianos del filme viven en lo que en principio eran asentamientos religiosos, ya que la mayoría de ellos fueron sacados de su hábitat por misioneros de distintas congregaciones, entre ellos menonitas y salesianos. “Los lugares no tienen recursos naturales para que ellos subsistan. No son sitios forestados donde pudiesen vivir todavía de la naturaleza, y tampoco tienen acceso a los cuerpos de aguas naturales del Chaco”, comenta. En 2016 se realizó el primer periodo de rodaje, que duró solamente 12 días. Durante ese lapso entendieron cuál iba a ser el lenguaje cinematográfico de la película, así como la logística de filmar en un territorio tan complejo como el Chaco paraguayo. El segundo periodo se hizo en 2018 y luego en 2019 se finalizó este proceso en dos fases más de filmación.
La posibilidad de vivir de una manera completamente diferente es algo que caló profundo en Aramí; el no pertenecer a este sistema global, el conservar una forma propia y tradicional de vida, en contacto completo con la naturaleza.
Otra vida es posible
En el prólogo de El caso ayoreo, Ticio Escobar escribió sobre la profunda significación que el arraigo tiene desde la perspectiva de este pueblo. “El territorio no es el mero suelo, la tierra física, sino el lugar contorneado y marcado por mediaciones simbólicas intensas que dibujan la cartografía del hábitat y habilitan efectivamente un sitio para el desarrollo de sus particulares formas de vivir, crear, creer y crecer colectivamente”.
Lo que describe Ticio es parte fundamental de lo que se les arrebató, y con el territorio también se fue diluyendo la memoria, el recuerdo de esa vida pasada, originaria. “La gente del monte que llamamos aislados no necesitan ‘ganarse la vida’. La tienen ganada cuando nacen, y vuelven a encontrarla y recrearla con cada paso y cada día. El mundo donde viven no es su enemigo, como lo es el nuestro para nosotros”, explica Benno Glauser en La letra invitada, un artículo del Centro de Documentación y Estudios (CDE).
La posibilidad de vivir de una manera completamente diferente es algo que caló profundo en Aramí; el no pertenecer a este sistema global, el conservar una forma propia y tradicional de vida, en contacto completo con la naturaleza. “Eso me conmovió mucho; pero al mismo tiempo me causó tristeza que esa forma de existencia esté en constante riesgo de desaparecer. Son pequeñas luces de posibilidad de una vida diferente, pero está todo el tiempo a punto de ser aniquilada”, ahonda la documentalista.
Mientras más se adentraba y conocía la situación, más caía en cuenta de que esa forma ideal de vida, para la mayoría de los ayoreos, ya no era posible. Al ser sacados a la fuerza y al perder sus medios de subsistencia, se quedaron en un espacio de incertidumbre, ya que no forman parte de las sociedades que los separaron de sus territorios, pero tampoco pueden volver al monte, porque cada día está desapareciendo un poco más.
“Creo que eso es lo que me mantuvo todos estos años, siete años de trabajo investigando para que la película encuentre en esas personas y paisajes, en esa devastación del Chaco, en los rostros de los ayoreos, qué significa que te saquen el hogar y ya no puedas recuperarlo nunca más”, menciona.
“La memoria es tierra fértil”
Adriana Almada
En la película, Mateo atraviesa el árido Chaco mientras graba testimonios y canciones de otros ayoreos, para intentar preservar su cultura en riesgo de desaparición y reconstruir la historia de su hogar perdido. “El proceso de memoria es importante para que ellos mismos recuerden eso que era suyo y que de alguna forma [las sociedades no indígenas] quisieron reemplazar con otro tipo de conocimiento”, agrega. Mateo indaga en las aguas oscuras del recuerdo por medio de las entrevistas y la recolección de testimonios. Este trabajo realizado abre muchas puertas y da pie a varias posibilidades, según Aramí: al rememorar, toman decisiones sobre cómo esas evocaciones pueden ser una fuente de fortaleza e identidad para ellos.
La memoria, sin embargo, no es un concepto estático. Aramí enfatiza que no pasa por algo fijo que se relacione a un momento o evento específico e inamovible. Al contrario, está en constante movimiento: “La memoria es una posibilidad de futuro. Me permite, desde el pasado, pensar, proyectar y decidir cómo quiero ser. Participa en la creación de uno mismo a futuro”.
Una experiencia latente
La película requirió un proceso largo, pero sumamente enriquecedor. De todos esos años, algo importante quedó en Aramí: el cuestionar sus propios privilegios a partir de la base de que nuestra sociedad es el resultado de un proceso colonial. “Para mí lo que no tiene precio en todo este transcurrir es que entendí mis propios mecanismos coloniales, y eso no quiere decir que los haya desarmado, pero los tengo presentes cada día y cada vez más, porque sigo aprendiendo mientras la película se va mostrando”, menciona.
A medida que la película recorre festivales y salas de cine, el diálogo que se genera ya no incluye solo al equipo de trabajo, sino también al público. Mientras tanto, Aramí espera que el documental sirva como documento, parcial, pero que constituya parte del universo de la memoria del pueblo ayoreo y los paraguayos, pues tiene que ver con nuestra historia también.
El documental se estrenó en el Festival Internacional de Cine Locarno, uno de los más importantes del mundo, el 10 de agosto pasado. Este mes tendrá proyecciones comerciales en salas de Polonia. “En octubre queremos cumplir con el compromiso más importante y querido: llevar un cine móvil a las comunidades ayoreas del Chaco paraguayo, como aproximación para que vean la película en la que son protagonistas”, comenta. Aproximadamente hacia el final de octubre o principios de noviembre se verá en cines locales.
Sobre Aramí Ullón
Nació en Paraguay. Hace 15 años migró, primeramente, a España y luego se asentó en Suiza. Su formación profesional, sus conocimientos y capacidad en el ámbito cinematográfico se deben a su trabajo y aprendizaje empírico. Su trayecto en el mundo audiovisual comenzó a sus 16 años, cuando formó parte del equipo de un programa de televisión que se dedicaba al debate político y social. Desde entonces está en el rubro cinematográfico, con experiencia en el área de producción, casting, vestuario, producción ejecutiva, etcétera.