Adriana Almada
Arte en letras
Ella relata al mundo los engranajes que codifican las expresiones artísticas contemporáneas nacionales e internacionales. Adriana Almada es crítica de arte, curadora, escritora, poeta y, sobre todo, un alma capaz de acercar la obra a la mirada pública a través de sus palabras y la lectura, emocional o analítica, que le provoca la creación de cada artista.
Nuestras páginas ven pasar una gran cantidad de artistas cada año, pero hoy nos fijamos en los ojos que muchas veces los captan de entre la multitud y los acercan, un poco más, a su público objetivo. Curadora y crítica, Adriana Almada es una voz que hace eco en el arte nacional y que, a finales del mes pasado, fue condecorada por el Gobierno de Francia con la insignia de Caballera de la Orden de las Artes y las Letras.
Nació en Salta, Argentina, pero se trasladó a Paraguay en los 80 y, desde entonces, se convirtió en una referente de las artes visuales, las letras y la cultura en este territorio. En el campo literario, publicó poesía y escritos especializados. Por muchos años, fue vicepresidenta de la AICA International, asociación que reúne a unos 6000 críticos del mundo entero y, además, también presidió su sección nacional, AICA-Paraguay. Actualmente, es directora artística de la Colección Mendonca de Arte Contemporáneo y curadora general de Pinta Sud ASU. Su nombre está ligado a un gran número de muestras y proyectos del área.
Si bien no puede precisar el momento exacto en que se unió a las letras, lo cierto es que creció con ellas. “Hice escritura en distintos registros: poética, periodística y crítica”. Con esta última comenzó en el 84, cuando redactó su primer texto sobre un artista para una exposición de William Riquelme, en el Instituto Cultural Paraguayo Alemán.
Para ella, la manera de acercarse al arte no está tallada en piedra. “Me gusta hablar de escritura crítica. Hay quienes la practican con un registro poético muy intenso. Por ejemplo, un gran poeta como Baudelaire fue crítico, pero hay quienes son más analíticos y se aproximan a la obra de una manera más racional”, nos cuenta.
Al consultarle acerca de su estilo personal, Adriana retoma la idea de que hay varias formas de vincularse a la producción artística. “Yo creo que es algo que uno puede ir modulando según las circunstancias. Hay obras que invitan a una aproximación de tipo poético, y otras, más de investigación. De todas maneras, considero que la escritura crítica es siempre un ejercicio subjetivo que pone en curso una aproximación que tiene mucho de sensible”, expresa.
Este mundo de palabras fue el que le abrió las puertas, también, a la actividad curatorial, porque la labor indagatoria une íntimamente ambos hemisferios. “Al momento de preparar una curaduría, uno ensaya un enfoque crítico a partir de una investigación de contexto o de orden subjetivo”, señala.
EL ARTE EN TODAS PARTES
Identificar el potencial artístico de las cosas, incluso de aquellas que pueden pasar desapercibidas, la destaca. En esta percepción atenta del entorno, observa cómo la diversidad, en todo sentido, conquista espacio social.
“La producción contemporánea está cruzada de intereses múltiples y puede ser abordada desde distintas disciplinas, como el psicoanálisis, la psicología, la etnografía, la política, la sociología y la propia historiografía del arte”, apunta. El camino a elegir depende del campo en que se sitúa la obra y, a su criterio, la diversidad atraviesa todas estas preocupaciones.
Por eso, en nuestro país, Adriana ve una profundización en las cuestiones de género y diversidad de todo tipo: cultural, sexual, política. “Son problemáticas que afectan a los individuos y al cuerpo social entero. No hablamos solo de grandes marcos como la dictadura, por ejemplo, sino que hay mucho interés también en lo micropolítico, en lo personal y autobiográfico, pero siempre en relación con un contexto mayor”, opina.
En la diversidad, los artistas también se encontraron con los avances digitales, que utilizan como vehículo expresivo, herramienta o amplificador de lenguajes creativos. “Se da en las nuevas generaciones. La tecnología en sus múltiples aspectos y aplicaciones es parte de la vida y del aprendizaje humano. La incorporación de esta y la inteligencia artificial a la práctica artística me parece oportuna y da cuenta del tiempo que vivimos, diversifica el arte y aporta a los propósitos creativos”, analiza.
El arte contemporáneo en Paraguay, desde su especificidad, participa de problemáticas, cuestiones e inquietudes que son comunes a una esfera global
Adriana Almada.
DE CARA AL MUNDO
La idea de que “Paraguay no figura en el mapa” está instalada como una broma popular de boca en boca. Sin embargo, en muchas áreas estamos en un periodo de visibilización. Incluso, esta es la palabra con que Adriana se refiere a la etapa en que se encuentra la producción nacional: “Se han establecido más intensamente vínculos y nexos a nivel regional. En los últimos años, el interés por el país ha crecido mucho”.
En su opinión, la producción artística debería pensarse en términos de horizonte, según un mapa de intereses locales, regionales o globales, de acuerdo con los casos. “El arte contemporáneo en Paraguay, desde su especificidad, participa de problemáticas, cuestiones e inquietudes que son comunes a una esfera global”, agrega.
Este fenómeno ocurre a la par que los artistas trabajan las condiciones específicas del país, y esto mismo atrae los ojos del mercado extranjero. “Revisitar siempre el pasado, donde uno encuentra una cantidad de relatos encapsulados, convierte al país en un reservorio de historias. Hay una narrativa muy rica que se desarrolla a partir de innumerables situaciones, muchas de las cuales permanecen en terreno confidencial, conocidas por vía oral, y que no están trasladadas a la historiografía oficial. Es un campo muy fértil”, detalla.
Considero que la escritura crítica es siempre un ejercicio subjetivo que pone en curso una aproximación que tiene mucho de sensible
Adriana Almada
La curadora sostiene que actualmente el circuito internacional presta especial atención a la riqueza del arte popular e indígena. “Aquí cito el caso específico de Julia Isídrez quien, aunque en algunas instancias es considerada una artista popular, en otras se la presenta como escultora contemporánea del Paraguay por la obra que desarrolla. Allí hay un desplazamiento de categoría, en el sentido conceptual de la palabra”, cuenta.
¿Y con qué tiene que ver este cambio de percepción que se da fuera del país? Adriana cree que la respuesta está en la mirada: “Una cosa es verla como una artista popular o una artesana que reproduce formas que, por tradición, fue desarrollando en el ámbito de la familia. Otra es verla como una artista capaz de desarrollar figuras nuevas y audaces, de estar en diálogo con la producción contemporánea del mundo, siempre reconociendo sus raíces, pero ya en un camino franco hacia innovadoras expresiones”.
AGUJEROS NEGROS Y AUSENCIAS
Nuestra entrevistada observa que el creciente interés por el arte producido por mujeres reconfigura el mapa desde hace décadas. “Es más, en la región se está produciendo toda una recuperación de obras de autoras que, hasta hace unos años, no habían tenido gran visibilidad. Se trata, también, de estudiar los procesos de invisibilización que afectaron a las mujeres en diferentes campos profesionales”, puntualiza.
Por esta razón, el público nacional —al igual que el extranjero— es testigo de la conversación intergeneracional que propician algunas muestras hechas por y para mujeres en los espacios culturales, algunas de las cuales fueron curadas por la propia Adriana. Aquí, ella hace una parada: los 60. “Es interesante poner obras de los años 60 en diálogo con la producción actual de artistas jóvenes. Me sucedió, al momento de curar la exposición El país de las mujeres, el año pasado, que me encontré explorando nexos interesantes entre ellas porque hay realidades e intereses compartidos”, señala.
Observó, entonces, las reivindicaciones enarboladas por el movimiento feminista como una puerta de entrada al trabajo de revisión historiográfica que cruza las prácticas artísticas en el mundo: “Hay agujeros negros. La historia que conocemos está llena de nombres masculinos, y los femeninos aparecen eventualmente. Esto comenzó a cambiar con el arte contemporáneo”.
Adriana recuerda los nombres de las artistas Ofelia Echagüe, Edith Giménez y Laura Márquez. También menciona en su lista a Cira Moscarda, un caso singular. En primer lugar, habla de su labor docente: “Fue una gran maestra, en cuyo taller se realizaban prácticas experimentales muy avanzadas para la época, en los 60. Aunque también tuvo obras, no queda mucho de ellas. En este caso particular ya lo multidisciplinario se encontraba presente, fue un momento de eclosión que es importante revisar para establecer filiaciones entre aquellas mujeres que estaban trabajando el arte de diversas maneras y nuestras preocupaciones contemporáneas”.