La alquimia de Laura
Arte en vidrio
Ella es ante todo un espíritu libre como el agua que esculpe en vidrio. A lo largo de su carrera, las obras de Laura Giucich mostraron una habilidad matemáticamente concebida, y pasó por muchos materiales hasta llegar a la técnica que hoy la cautiva. Charlamos con la artista sobre cómo derribó estructuras y encontró una alquimia que arde.
Para contar la historia de Laura Giucich, autora de la serie de esculturas en vidrio Y es agua, debemos entender que la curiosidad es, en su visión, tan matemática como artística. Hija de paraguayos, nacida en Argentina, la escultora se encontraría con reveses del destino que la llevaron de un pensamiento “muy lógico” hacia la expresión abstracta.
De hecho, Laura nos cuenta que no considera que haya sido buena en las artes desde la infancia porque sus ideas se acercaban más a las matemáticas y todo el mundo que tradicionalmente encaja como “ciencias exactas”.
Por muchos años, en su interior resistió una puja entre esa afición numérica y la curiosidad artística, acompañada de las ganas de crear objetos desde cero. De hecho, exploró el rubro matemático en diferentes disciplinas tanto en Asunción, Paraguay, como en Buenos Aires, Argentina, los dos países que la acogieron toda la vida.
Sin embargo, había algo en su visión del mundo que la llamaba a descomprimirse. “Primero hice un curso de velas, luego tuve la limitación de que ya conocía todas las técnicas. Entonces empecé a pensar en crear mis propios diseños de molde y pintarlos”, relata. Esta fue la pulsión decisiva para que, en el 2000, decidiera cursar un profesorado en el Instituto Beato Angélico, dependiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Su meta inicial era entender proporciones, aprender dibujo técnico y explorar el arte desde este cimiento. Por ello, a la entonces estudiante le interesaron especialmente los talleres prácticos del lugar, sin saber aún que le ayudarían a construir nuevos esquemas.
Para contar la historia de Laura Giucich, autora de la serie de esculturas en vidrio Y es agua, debemos entender que la curiosidad es, en su visión, tan matemática como artística
TRANSMUTACIÓN ARTÍSTICA
En ese tiempo, la idea de que el arte debía ser perfecto para considerarse como tal estaba muy internalizada en su mente. “Pero eso ya se fue de mi cabeza porque allí, en la práctica, descubrí que soy más abstracta, no figurativa”, confiesa con una sonrisa. Mientras estuvo en Argentina, la artista se decantó por el mundo utilitario en su marca Los Pecados De Lola, que más tarde la seguiría a Paraguay en forma de tienda física por cierto tiempo. En este emprendimiento, llegó a confeccionar carteras de cuero —algunas con cuadros famosos y otras con ideas que surgían de su mente—, packagings, accesorios, bijouterie, espejos, portarretratos y más. Lo que llamara su atención, Laura lo estudiaba.
Con el tiempo, la artista comenzó a surtirse de elementos para especializarse en las artes del fuego, rama que tiene que ver con cerámica, vidrio y metal. En 2002, al culminar el segundo año del profesorado, volvió a Paraguay y se instaló en Patiño, Itauguá.
Para ir de esta residencia a Asunción, Laura pasaba obligatoriamente por Areguá, frente al taller del reconocido maestro Justo Pepe Guggiari y quedaba encantada al verlo trabajar. “Por fin, un viernes, bajé para hablar con él, le pregunté si daba talleres y, al día siguiente, comencé a hacer modelado bajo su enseñanza”, recuerda.
Poco después, Laura pasó por el taller de Gustavo Beckelmann para explorar el mundo de la fundición de metales y, en este punto, hizo clic: “Me di cuenta de que la escultura era lo mío”. Y es que allí, en el fuego, encontró una ciencia que encendía su curiosidad, sus ganas de crear: “Es la tercera dimensión la que me llevó a la escultura”.
YKUAS
Laura vio brotar agua del fuego; de repente, con la técnica correcta, su horno dio a luz nacientes cristalinas. “Más tarde me enamoré del vidrio, que en verdad es otro viaje”, cuenta. En la pandemia, pasó de la cerámica al nuevo mundo de exploración que le ofrecía esta materia prima.
Tenía el vidrio en la mira desde hacía mucho tiempo. Incluso, en cada nuevo viaje a Buenos Aires iba a las tiendas de cerámica, donde también vendían elementos para este material, que ella adquiría con la certeza de que los usaría alguna vez. Por lo tanto, cuando emprendió el camino ya estaba preparada. Con las restricciones sanitarias del 2020, comenzó a tomar talleres internacionales virtuales con reconocidos maestros argentinos y brasileños, que le abrieron las puertas a esta área tan añorada.
“Luego fui a México por cuestiones aisladas, pero ya que estaba allí encontré unos vidrieros que seguía a través de redes sociales y me metí unas semanas a trabajar en sus talleres”, rememora. Entonces emprendió el proceso de ensayo y error que le resulta vital para domar el vidrio. “Este depende de muchos factores, se requiere atención porque, aunque uno tenga un pirómetro que marca la temperatura, nunca se sabe dónde calienta más el horno y dónde lo hace menos”, detalla la escultora.
De esta manera, la artista se introdujo a su serie más reciente, de las más exitosas en su carrera: Y es agua, exposición individual con esculturas de ykuas. La técnica que utiliza Laura se denomina fusing glass o vitrofusión, pero su sello personal es la caída libre para las nacientes. “El fusionado de vidrio es una técnica que se trabaja diferente. A mí se me ocurrió lo del choque térmico, lo consulté con mis profesores y comencé a experimentar. Además, le cambié el sentido a la técnica para generar este tipo de gotas”, ahonda.
Sus esculturas están vivas y se desenvuelven en el taller de su casa en Patiño, a medida que la curiosidad la impulsa a experimentar. Su desarrollo lo hace a pulso en una rama donde encontró la amalgama ideal. «Matemática y arte están totalmente ligadas porque cada cosa tiene una proporción. Todo es números, pero no nos damos cuenta porque está implícito», reflexiona. Para dar forma a sus ykuas, su proceso de tres horneadas inicia por la moldería de un metal que funciona como aislante térmico. Coloca el vidrio sobre ese molde en formato invertido, como un colador, y las gotas del material se derraman por las ranuras. Esta técnica le permitió concebir nacientes de agua viva desde cero.
Matemática y arte están totalmente ligadas porque cada cosa tiene una proporción. Todo es números, pero no nos damos cuenta porque está implícito
“Trabajo con vidrio de ventana y lo fusiono con color, ya que acá no se venden los materiales artísticos que vienen pigmentados; entonces, los armo. Los pinto como quiero, de acuerdo con el resultado que desee y el diseño que le quiera dar”, puntualiza. El siguiente paso es usar el mismo molde en caída libre, que genera una especie de nenúfar o loto, planta acuática a la que emulan los bordes de algunos de sus trabajos.
En la tercera fase de la cocción, vuelve a meter el vidrio coloreado con más material y, en la temperatura específica en la que el vidrio se derrite, comienza la magia al rojo vivo. “Tengo unos lentes y guantes especiales; cuando veo que la gota está quedando en el lugar que quiero, abro el horno y le doy un choque térmico. Así, bajo 200 grados de golpe para que se quede quieto el vidrio”, puntualiza.
Obras como esta tienen un desarrollo de hasta 24 horas y son fruto de su constante deseo de aprendizaje. “No puedo vivir fuera de mi taller, es una necesidad. Me inspira crear, estudiar e investigar. Cuando ya descubrí algo, busco otras ramas”, expresa Laura.
Considera el vidrio un ámbito que aún requiere exploración de su parte. Por ejemplo, hace un tiempo le revolotea en la mente la idea de experimentar con botellas, una materia prima interesante y estancada, a la que desea darle un nuevo curso en el futuro.
El vidrio es alquimia pura porque se trata de transformar elementos, procesarlos y modificarlos
“Tengo que hacerme de tiempo para experimentar y conocer sus características a fondo porque, como todo, tiene su estudio. Me impulsa el descubrir cuál es ese secreto, investigarlo”, agrega. No caben dudas de que sus obras emulan mundos acuáticos tan reales que, a la vista, parecen mojar.
El efecto se logra en la atención a los detalles estéticos. Para la elección del color, Laura debe fijarse en los diferentes esmaltes para vidrio disponibles: “Genero burbujas con las gotas y trabajo distintas capas de vidrio con variados colores. Eso se va arrastrando y ahí es donde se originan los micromundos, donde cada elemento es un viaje”.
Laura asegura que, a veces, es imposible saber cómo quedará una obra; aunque puede visualizar en su mente los colores y las formas, el horno y sus materiales se rigen por sus reglas naturales, acompañados del importante toque de sapiencia y la mirada examinadora de la artista. El proceso está vivo, corre como la sangre de sus venas o el agua de los acuíferos; se impregna de una ciencia mágica en la que encontró el equilibrio perfecto entre los números y la expresión. De esta forma, para ella, “el vidrio es alquimia pura porque se trata de transformar elementos, procesarlos y modificarlos”, finaliza.
Alberto Schroeder
Una genia total, me fascinan sus obras.
Eva Liliana Calvo
Genia total! Orgullo paraguayo argentino. !