Claudia Casarino
El arte es visibilizar
Parte del rol del arte es, sin dejar de lado su armonía estética, interpelar al espectador. Esta misma característica define la trayectoria de Claudia Casarino y la forma en que desarrolla y explora sus ideas. Los temas, sus reflexiones, la encuentran y ella los recorre con actitud investigativa, de donde emanan sus instalaciones artísticas, concepciones sobre los textiles e intervenciones fotográficas. En estas líneas, ahondamos junto a ella en los detalles más significativos de este camino exploratorio que emprende con cada una de sus piezas.
Volcó su talento en más de un canal desde el comienzo; exploró la performance fotográfica, luego trabajó las posibilidades expresivas de los textiles, en un paralelo conceptual con el cuerpo y el ser femeninos. En la voz artística de Claudia Casarino se percibe un timbre de denuncia, con notas de preocupación por la desigualdad y sus consecuencias. Desde la percepción total hasta los pormenores de una obra, ella propone reflexiones profundas en torno a aquellas violencias que percibe en el entorno, sin descuidar la dimensión estética.
“El arte siempre estuvo en mi vida. Desde muy pequeña, en mi casa, se presentaba en forma de literatura, música y en materia visual”, comienza Claudia. La historia de esta artista de 25 años de trayectoria inicia antes de su primera exposición, en sus conexiones con el universo expresivo: “Mi padre fue quien me guió desde muy pequeña, y mi madre se constituyó como mi mayor influencia en relación con el vínculo que compartimos las personas con el vestido. Ella tenía un taller de tejidos, al principio, y de costura de ropas, más adelante. Fue donde también comencé a reconocer la indumentaria como esa otra piel”.
Según Casarino, en su rol de artista que se identifica como mujer feminista, le es ineludible construir, a través del vestido, la narrativa histórica de expectativas, imposiciones y violencias de las que fue víctima la mujer a lo largo de los años. “Creo que la ropa viste el cuerpo, pero desnuda otras realidades. Entonces, para mí, es fundamental trabajar con lo que esa ausencia trae a la conversación”, explica acerca de un elemento muy particular de sus instalaciones textiles: la omisión de una persona que vista sus confecciones artísticas.
Desde sus primeras exposiciones, en los 90, hasta la actualidad, Casarino se encuentra en la búsqueda de las posibilidades expresivas en torno a temas que atraviesan a las mujeres paraguayas y del sur global: “Así llegué a las migraciones, los tránsitos, las tareas de cuidado, la no remuneración de las crianzas y el trabajo del hogar, la invisibilización de una cantidad de aportes que hacemos a la sociedad y al sistema que sostiene al mundo”.
Para ella, la relevancia del arte se materializa en su vínculo con la sociedad, pues convoca a la reflexión acerca de temas que muchas veces se pasan por alto. Esta dimensión induce a pensar colectivamente en torno a ideas comunes de bienestar. “Pero considero que la desigualdad que atraviesa nuestra sociedad requiere de acciones urgentes, y el arte, más que aportar soluciones, lo que hace es traer a la mesa más preguntas”, reflexiona Casarino.
El 25 de noviembre pasado, dio apertura a una muestra que ahonda más en estos temas en los que se zambulle desde el inicio de su carrera, como los vínculos maternales y femeninos. La exposición se denomina En el umbral y está abierta al público en la fundación Migliorisi hasta marzo del 2024. Para este proyecto, la creativa invitó a Bettina Brizuela y la artista brasileña Rosângela Rennó Gomes. La curaduría está a cargo de la carioca Bianca Bernardo.
UN TODO PROCESUAL
¿Inspiración? Para ella, no existe como tal porque, en sus palabras, “casi siempre es un trabajo de investigación”. Las reflexiones se apoderan de su mente y los bocetos iniciales siempre tienen su raíz en la lectura. Una gran parte de su obra se sustenta precisamente en los libros que disfruta. “Mucho pasa por leer. Los temas se concatenan y hay un todo que atraviesa mi cuerpo de obra: las violencias”, explica Claudia. Desde que las ideas llegan a ella hasta que se trasladan al vehículo que utilizará para transmitirlas, se desarrolla una serie de etapas que dan forma al concepto. “Las lecturas se van sucediendo en torno a temas que me llevan de un lugar a otro y que, usualmente, nacen de experiencias personales o narrativas familiares de mi entorno próximo”.
Así también, la investigación y el proceso creativo se convierten en vértices centrales: “Creo que las ideas decantan en formas a través de distintos procesos proyectuales. Pero hablo específicamente de mi práctica de obra. Cada artista tiene su forma de trabajar”. Esta mirada la hace transitar el terreno del arte procesual o process art, un movimiento que centra gran parte de su atención en el desarrollo de la obra más que en el resultado. A partir de esta perspectiva, la creatividad se encuentra en la evolución, las técnicas y los caminos que se dirigen de manera orgánica hacia la visión total.
No decide qué temas tocará, sino que estos la encuentran a medida que los detalles se construyen. “Casi toda mi obra tiene una línea de discurso que se va desarrollando de manera orgánica, es como que una pieza me lleva a la otra. Como arte de investigación, utilizo mucho la bibliografía previamente a la producción de cada trabajo”, profundiza.
Una vez que este proceso artístico de investigación llega a su fin y la obra culmina, la interpretación del espectador es totalmente libre. Sin embargo, a Casarino le interesa que sus piezas tengan diferentes niveles de acercamiento, desde la primera impresión hasta llegar al concepto. “Es una cuestión de fruición estética y va más allá, porque trato de que, si bien hablo de temas complejos y violentos, sea a través de la belleza delicada. Es importante para mí ese privilegio que tiene lo hermoso de hacer que la mirada dé vuelta para volver a fijarse en algo, como decía Jean Cocteau”, menciona.
NATURALEZA EN SU OBRA
Hoy, sus investigaciones giran en torno a nuestra relación con el reino de las plantas, a tono con teóricas como Donna Haraway. “Eso no se aleja de mis trabajos previos, que tienen que ver con colonización, extractivismo y explotación. Un tiempo traté también la extracción de la yerba mate en el siglo XX y, muchas veces, los trabajos de las mujeres”, asegura.
En setiembre último, Claudia Casarino formó parte de una exposición colectiva llamada Ar Livre*Arte Livre en Río de Janeiro, en la que se conjugaron arte, educación y naturaleza en un parque muy significativo. Se trata del Arreto do Flamengo, un lugar concebido por la arquitecta Lota Macedo Soares. El evento reunió instalaciones artísticas participativas de varios creativos del mundo en homenaje a la mencionada urbanista.
Entre todo ese verde, destacó la instalación Ser (también) paisaje, de Casarino, una reedición de la misma obra que desarrolló en Bolivia en 2001. “En ese entonces, quise convocar a la reflexión de cómo nos vinculamos entre paraguayos y bolivianos después de la Guerra del Chaco (1932 a 1935)”, explica. Por meses investigó sobre Lota, sus trabajos previos, biografía, ideales y su relación con la poeta norteamericana Elizabeth Bishop. En los 60, bajo la gestión del gobernador Carlos Lacerda, el parque se creó con planos de Macedo Soares, acompañados del proyecto paisajístico del artista y naturalista Roberto Burle Marx.
Si bien se trata de una derivación de su propia obra de 2001, Ser (también) paisaje nace del recorrido por la vida de Lota, sus ideas originales y las intenciones de la arquitecta en torno al parque. “Su idea era crear un espacio de encuentro y esparcimiento para los habitantes de Río de Janeiro”, sostiene y agrega que “allí, busqué un lugar especial, un bosquecito de ñangapiry, donde desplegué nueve piezas; entrelacé hilos y ramas con cuerpos ausentes. Creé una especie de tienda hecha con dos camisas como espacio de encuentro y vínculo con el otro”, cierra.
De esta manera, siempre inquieta y con ganas de crear, reflexionar y visibilizar, la reconocida artista recibe el 2024 con varios proyectos en el horizonte. Con En el umbral, su actual exposición en la fundación Migliorisi, Casarino invita a cuestionarse acerca de las injusticias y desigualdades que sus obras traen a la mesa año a año.
UNA VIDA CON EL ARTE
En este cuarto de siglo de trayectoria, Claudia Casarino cursó sus estudios en el Instituto Nacional de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Asunción, a donde más tarde regresó como asistente de cátedra de Historia del Arte. Realizó cursos en Nueva York y Londres. Desde aquellos años se rodeó de galardones, como el premio en Escultura I Salón Nacional de Arte Joven en 1996, otorgado por un medio local, y el premio Pedro Agüero, que le dio el CAV/Museo del Barro en 1999, entre otros. Su nombre firma un fragmento importante del escenario actual dentro y fuera del país, tanto que forma parte de Latin American Artists, from 1785 to Now, compilado donde la editorial Phaidon reúne a 308 artistas de la región.