Image Alt
 • Actualidad  • Psicología  • Vínculos invertidos

Vínculos invertidos

Cuando los hijos hacen de padres de sus padres

Culpas a tus padres de todo, eso es absurdo, son niños como tú. ¿Qué vas a ser cuando crezcas?

Renato Russo. Vocalista de Legião Urbana.

Cuando nos convertimos en padres, asumimos roles y normas que no están escritos en un manual. Son criterios naturales que se organizan alrededor de esas funciones (en parte innatas, y en parte, aprendidas) que ocupa cada uno: los progenitores cuidan de los chicos, los sostienen emocionalmente, les dan seguridad, educación, amor, contención, límites y atención. Pero muchas veces, sucede un fenómeno de inversión de roles denominado parentalización, que consiste en que los hijos se hacen cargo de sus padres. 

Los hijos se ven en la necesidad de cuidar de ellos mismos y de sus hermanos; asumen el papel de sus padres mientras los adultos se van acomodando, sin darse cuenta, en el rol de hijos, y dejan a los propios niños huérfanos y en una posición de absoluta vulneración de sus necesidades y sueños. Esta disfunción familiar, casi invisible, perjudica de forma lenta pero segura al chico, que se responsabiliza de tareas, cuidados y problemas que no le corresponden, y que no puede canalizar ni cognitiva ni emocionalmente. Así, relega su vida y trata de hacer malabarismos a su corta edad con problemas que deberían remediar los adultos. 

Los problemas que acarrea

Esta inversión de roles se identifica cuando el niño atraviesa por estados emocionales de estrés, tales como el rencor, los celos y la violencia en el colegio. La inversión de roles corrompe el estado psíquico del chico, quien se ve obligado a soportar mucha presión. 

La dinámica disfuncional llega a quebrar también los vínculos con los hermanos, porque en vez de relacionarse con ellos como amigos, igual o par, tiene que ponerse en lugar de autoridad y no puede relajarse, debe hacer del “malo” o del “exigente” en vez de jugar tranquilo o buscar apoyo en ellos. El niño en esta situación puede convertirse en una persona con baja autoestima, que siente que no merece la atención ni el cuidado de nadie, ya que ni siquiera sus padres pusieron en suspenso sus vidas y las organizaron para permitirle ser hijo. 

El hijo siente que no puede cometer errores (como todo niño) sin que esto ponga en riesgo el equilibrio familiar. A veces busca ser muy perfecto para que no se note la invalidez de sus padres o familia pero, por dentro, lleva un estado emocional muy estresado y quebrantado. 

Pasa hasta en las mejores familias

Este tipo de dinámicas se da en cualquier estrato social. Si bien en las franjas de pobreza se normaliza mucho más porque mamá tiene que salir a trabajar y por eso el hermano mayor cuida al menor por algunas horas, al regresar a la casa, la autoridad de la madre se vuelve a instaurar y eso le permite al niño regresar con tranquilidad al rol de hijo. En estos casos, la dinámica invertida no es algo que se sostiene en el tiempo y no podemos hablar directamente de parentalización.

Los hijos se ven en la necesidad de cuidar de ellos mismos y de sus hermanos; asumen el papel de sus padres mientras los adultos se van acomodando, sin darse cuenta, en el rol de hijos, y dejan a los propios niños huérfanos.

Sin embargo, los padres, a pesar o además del trabajo, acceden a mayores estímulos que los invitan cada vez más a “vivir sus vidas” y evadir la realidad, so pretexto de ser felices. Esto, en detrimento de la atención a los hijos porque, sencillamente, no pueden renunciar a sus múltiples actividades o placeres que sí se sostienen en el tiempo y que se configuran como estilos de vida en los que, muchas veces, los padres “adolescentizados” son más inmaduros que sus chicos.

La inmadurez emocional

Los niños necesitan modelos y lo expresan en todo momento. Cuando se disfrazan de superhéroes o se ponen la ropa de sus padres, lo que están haciendo es imitar los roles e introyectar patrones. 

Pero, ¿qué pasa cuando estos modelos son inmaduros y apenas pueden sobrellevar sus cargas emocionales? ¿Qué pasa cuando los niños demandan atención y no encuentran respuestas en sus padres, porque ellos están demasiado concentrados en satisfacer las suyas? 

Lo que sucede es que queda poco espacio para las demandas del hijo y este se encuentra desamparado afectivamente, porque solamente hay lugar para las prioridades hedonistas de los padres y él debe asumir un lugar de responsabilidad sobre el equilibrio de su familia. Cuando hablamos de modelos, no decimos que los chicos tienen que imitarnos; ser modelo de los hijos es inspirarlos, no causarles preocupación o inseguridad. 

A continuación, enumeramos algunas circunstancias que generan inversión de roles:

  • Registrar si hemos tenido una infancia en donde nuestros propios padres nos relegaron cosas que no podíamos asumir a cierta edad y, a través de eso, intentar reconocer si estamos normalizando esta situación o la repetimos. ¿Cómo nos damos cuenta? Cuando aparecen frases como “en mi época, cuando yo tenía tu edad, ya hacía tal y tal cosa”, para minimizar la capacidad o el valor de tus propios hijos y subestimar sus miedos, aprovechando su inmadurez para endosarle cuanta tarea o responsabilidad exista.
  • Cuando sucede la muerte de algún progenitor, uno de los hijos (por lo general el mayor de ellos) termina dando apoyo como sostén del hogar, y no solo emocional, sino también en la dinámica familiar y en una búsqueda por recuperar el equilibrio. El niño se hace cargo de sus hermanos o del hogar, y descuida sus estudios y sus propios deseos en la vida. 
  • En separaciones conflictivas puede suceder que los padres caigan en el error de juicio de involucrar a sus hijos en su victimización, al creer que tienen vía libre para hacerlo sin visualizar las expectativas o decepciones que producen en ellos con las decisiones que toman. Frases como “yo no puedo solo”, “necesito que me ayudes ahora que estoy solo”, “ahora me toca ser feliz” y “es mi vida, merezco realizar mis deseos” instan al hijo a esconder sus propias emociones o pasarlas a segundo plano para asumir el rol de esposo del padre con quien vive, y queda simbólicamente huérfano. 
  • Cuando existe algún tipo de disfuncionalidad en el rol parental a causa de un trastorno mental, adicciones, enfermedades o vulnerabilidades económicas o intelectuales. En casos de negligencia en la crianza, los niños quedan expuestos a situaciones de inseguridad, traumas, maltratos, abandono, violencia verbal y física, hechos que obligan al chico a responsabilizarse por su vida y la de sus hermanos, y llega incluso a buscar ayuda legal por sí mismo. Situaciones como esta generan estados de culpa prolongada por traicionar a sus padres, aunque haya buscado ayuda con justa razón. 
  • En la vejez, muchas veces los hijos dejan de lado sus vidas por ayudar y contener emocionalmente a sus padres mayores, lo que muchas veces provoca problemas con su pareja y familia, a quienes deja de lado por cuidar a sus progenitores.

Cómo escapar de la inversión de roles familiares

Un ejercicio interesante para salir de esta disfunción inconsciente es registrar si estamos delegando nuestro rol. Podemos empezar por lo mínimo, por ejemplo, por cómo hablamos, y fiscalizar nuestro discurso. ¿Acaso somos esa persona en la que nuestro hijo se apoyaría, en quien buscaría ayuda, consejos y contención como padres? ¿Nos convertimos en esa persona que habla sin parar de sus problemas y frustraciones pasadas? 

Lo siguiente es observar si no saboteamos toda la atención mientras que los hijos están de público, boicoteando su capacidad de aprender a ejercitar la expresión de sus emociones y deseos en un lugar de confianza, tal como debería ser la familia. Asimismo, debemos atender si priorizamos sus actividades, si desplegamos espacios para realizar sus deseos y si los sostenemos en sus errores; prestar atención a si soportamos y amortiguamos sus angustias y aburrimiento con contención y paciencia, sin quejas ni recriminaciones. 

Solo a través de estos necesarios pasos podremos decir que somos padres y que nuestros hijos están amparados ante un rol que no solo se adjudica por naturaleza, sino que también por una toma de conciencia racional y espiritual. Así sabremos si hemos creado un espacio donde el crecimiento en familia se sostiene de una jerarquía esencial que aporta seguridad. 

De esta manera, les damos la oportunidad de que estén habilitados para enseñar a soñar a sus propios hijos en el futuro, de que pongan en práctica todo aquello que, como padres, les hemos enseñado a través del ejemplo. Solo así podrán entender a sus chicos, sus sentimientos y verdaderas necesidades. En la crianza de los hijos, el orden de los factores sí tiene un gran impacto en el valor del resultado.

POSTEAR UN COMENTARIO