
Envidia ¿sana o tóxica?
Cómo pasar de la comparación negativa a la sororidad
El deseo de uno es el deseo del otro
Jacques Lacan, psicoanalista francés
La envidia es el sentimiento de tristeza o rabia que causa la felicidad o el logro de los demás. El envidioso se convence de que no podrá conseguir por sí mismo lo que tiene o hace el otro, ya sea por falta de voluntad, disciplina o baja autoestima. Se pueden envidiar objetos materiales, pero también abstractos, como la personalidad o el talento.
Por lo general, es fácil detectarla, ya que la persona empieza por descalificar lo que tiene alguien más, por ejemplo, a través de chismes o relatos conspiratorios sobre la fortuna, la suerte, el éxito o el carisma; con difamaciones o minimizaciones de los logros ajenos, para poner en duda y en tela de juicio todo lo que consigue a quien envidia. Las burlas, las críticas y la desvalorización son sus armas o, mejor dicho, su mecanismo de defensa ante su imposibilidad. La envidia es una energía mal encausada, ya que en vez de aprender a conseguir lo que tiene el otro, la persona se dedica a querer destruirlo.
Tiene que ver con quienes nos podemos medir, con nuestros pares o colegas. Es difícil que un periodista envidie a un arquitecto, ya que esta emoción parte de la comparación, de aquello que el otro puede hacer mejor que uno dentro de su rubro o contexto.

LA IDENTIFICACIÓN EN LA ENVIDIA
Una de las series más exitosas de Netflix es Envidiosa, con más de 3.3 millones de vistas. La trama sigue la vida de Vicky (Griselda Siciliani), una mujer de casi 40 años que enfrenta una crisis existencial luego de una ruptura de un noviazgo de una década. Este evento despierta en ella envidia, resentimiento e inseguridad, lo que se potencia cuando sus amigas se casan o tienen hijos, y ella no.
En la impecable actuación de Griselda vemos actitudes neuróticas típicas de una persona envidiosa: conductas autodestructivas, vulnerabilidad, caprichos, inmadurez, celos, competencia, falta de autocrítica y una constante lucha interna entre la presión social concerniente a lo que se espera de una mujer de su edad, en una sociedad conservadora, y la envidia que le corroe en diferentes contextos: familia, pareja, amistad y trabajo.
Vicky, como toda argentina, amante del mate, del asado, las facturas, el dulce de leche, el fútbol y el tango, también ama el psicoanálisis y hace terapia. Argentina se destaca por su notable concentración de especialistas en salud mental: cuenta con 222 psicólogos por cada 100.000 habitantes, la cifra más alta a nivel mundial. Abismal diferencia con nuestro país, que tiene poco más de 12.000. Independientemente a la densidad poblacional, el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social cuenta con tan solo 260 profesionales distribuidos en hospitales y otros servicios sanitarios, lo que refleja la urgencia que existe en poner atención a esta necesidad por el aumento de trastornos mentales.
ROMPER PREJUICIOS SOBRE LA TERAPIA
En el caso de Vicky, este personaje refleja muchas inseguridades y emociones comunes a todos. Al no cumplir con sus expectativas, empiezan las inevitables comparaciones y sentimientos de competencia con los demás, lo que genera mucha angustia y un verdadero padecimiento psíquico como vemos en el personaje. Por otro lado, también se muestra vulnerable, humana, empática, capaz de pedir ayuda y experimentar momentos de debilidad y errores, lo que confirma la importancia de la terapia, ya que a medida que avanza la serie, ella comienza a tomar control de su vida gracias al análisis, donde aprende a hacerse cargo de sus deseos, culpas y las consecuencias de sus actos.
Llega a identificar eso que le pertenece y le hace feliz versus aquello que siente que tiene que cumplir para la sociedad y que le causa ansiedad y frustración. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado en situaciones en las que, sin intención ni control alguno, hemos dicho de forma jocosa que le tenemos “envidia sana” a alguien, cuando en realidad sentimos un sobrecalentamiento reactivo nivel Chernóbil en nuestro interior detonado por la envidia tóxica y no sabemos cómo elaborarlo?
DIFERENCIAS ENTRE LA ENVIDIA SANA Y LA ENVIDIA TÓXICA
La envidia sana podría ser sinónimo de admiración y la inspiración de buscar ser como alguien, lo que nos impulsaría a mejorar y a tratar de alcanzar aquello que nos gusta o nos impresiona del otro. Sentimos felicidad y respeto hacia las personas que admiramos, deseamos que les vaya bien, tratamos de esforzarnos para emular sus méritos, incluso les ayudamos y nos hace felices verlos triunfar, a diferencia de la envidia tóxica, la cual se caracteriza por desear lo que el otro tiene, sumado a que si no lo conseguimos, nos da rabia y resentimiento; incluso deseamos su fracaso; a veces, hasta lo provocamos.
Este ecosistema emocional tiende a formar parte de una personalidad neurótica obsesiva o narcisista, paranoide. Melanie Klein, en su libro Envidia y gratitud, afirma que la envidia es innata, surge en la primera infancia y que una forma de prevalecer ante ella es aprender a agradecer por lo que uno tiene; es decir, la gratitud es el antídoto. El sentido del humor hacia uno mismo y la paciencia también ayudan a superarla, ya que todos estamos en diferentes capítulos de la vida y si uno desea algo, lucha por ello y lo consigue, lo demás es puro goce de la queja.
Melanie Klein, en su libro Envidia y gratitud, afirma que la envidia es innata, surge en la primera infancia y que una forma de prevalecer ante ella es aprender a agradecer por lo que uno tiene; es decir, la gratitud es el antídoto
La fábula El avaro y el envidioso retrata a la perfección estos pecados capitales: dos personas van por un sendero, un avaro y un envidioso y, de pronto, aparece el genio de la lámpara que les dice: “Señores, por andar caminando por aquí les voy a conceder un deseo; al primero que lo elija, haré que se cumpla su deseo, y aquel que no ha podido elegir primero, en compensación recibirá el doble de lo mismo que se ha pedido”. El envidioso piensa: “Ah, si yo pido primero, se cumple mi deseo, pero también el otro llevará el doble, entonces, voy a esperar porque no quiero que él tenga el doble que yo”, mientras que el avaro piensa: “Voy a esperar todo el tiempo que sea necesario, porque si el otro pide primero, yo llevaré el doble”. Así, el envidioso se da cuenta de que el avaro espera adrede para llevar el doble y, por tanto, no va a pedir nunca. Pasan las horas y los días, hasta que el envidioso le dice al genio: “Ya sé lo que voy a pedir; quítame un ojo”, y así el envidioso dejó ciego al avaro. Esto nos enseña que hay personas dispuestas a sacrificarse para que al otro le vaya mal. Cabe aquí también la frase de Confucio que dice: “Antes de empezar un viaje de venganza, cava dos tumbas”.
LA ENVIDIA ENTRE MUJERES, ¿UN INVENTO DEL PATRIARCADO?
Desde los certámenes de belleza, donde la cosificación las impulsa a competir por la validación y aprobación de los otros, hasta puestos laborales, las mujeres luchan de forma inconsciente por ser “la elegida, la más linda, la más eficiente”. Desde famosas que compiten por el amor de hombres y se pasan refregándose en redes sobre quién es más feliz que quién, hasta líderes políticos que son capaces de ir a la guerra con tal de demostrarse mejores que el otro, la envidia es bélica, tiene energía patriarcal, de competencia. Busca superar al otro, pisa cabezas. Las mujeres tenemos otra energía, apostamos por la comunidad y la solidaridad, sabemos construir hermandad y familia. La sororidad, el equivalente a la fraternidad en femenino, solidaridad.
La envidia no es más que un amor encubierto hacia el otro, un deseo latente de ser como aquello que tanto nos importa y a la vez molesta. El psiquiatra Viktor Frankl afirma que la neurosis de nuestra sociedad es el vacío existencial y que, para evitarlo, lo llenamos con aquello que después tememos perder, ya sea juventud, belleza, una casa envidiable, un puesto de prestigio en una empresa y miles de etcéteras. Creer que la identidad y el valor personal dependen del tener y no del ser es el origen de todos los miedos, la envidia y la inseguridad. El secreto de la felicidad es la vida sencilla. Sin dejar de ambicionar lo que uno desea, podemos alejarnos de la ostentación y de la vanidad. Saber cuándo es suficiente y disfrutar, ser felices siendo nosotros mismos, sin artificios ni comparaciones.