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Felicidad sintética

Resetear las emociones

“Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”

John Locke

Después de dos años de encierro, niños y adolescentes recuperan el tiempo perdido y vuelven a reunirse y a celebrar la vida con una euforia y felicidad evidente, como tratando de resetear todo el malestar y la ansiedad acumulada en la cuarentena, con altas dosis de felicidad y compañía. Hablar de la felicidad, en una década en la que vamos a tener que recuperar la confianza en la vida y en la humanidad, es importante para conocerla en todas sus dimensiones, y por qué no, aprender y enseñar a nuestros hijos a saber identificar cómo pueden ser felices en diferentes circunstancias, como la que han atravesado con la pandemia. La felicidad sintética, según el psicólogo Daniel Gilbert, profesor de Psicología de la Universidad de Harvard en Cambridge, Massachusetts, es aquella que nos permite encontrar bienestar en condiciones desfavorables y, de la misma manera, continuar con esa sensación inclusive cuando no conseguimos lo que deseamos. Anticiparnos a cómo será nuestro futuro, según la decisión que tomemos en el presente, es la capacidad que tenemos los seres humanos de simular cómo nos sentiremos en una u otra situación, solo que a veces este simulador falla; o tenemos demasiadas expectativas o consideramos que, si cambiamos de camino, podríamos sufrir demasiado. Ni lo uno ni lo otro suele ser verdad. Muchas veces, a pesar de que el inconsciente nos regala la posibilidad de continuar siendo felices más allá de los embates de la vida gracias a la capacidad de sintetizar la felicidad, nos encontramos estancados por miedo a cambiar.

La felicidad sintética es aquella que nos permite encontrar bienestar en condiciones desfavorables y, de la misma manera, continuar siendo felices

En un discurso, que podemos encontrar en YouTube con el título ¿Por qué somos felices?, Daniel Gilbert le propone un ejercicio al público. Invita a simular que se encuentran ante dos situaciones y deben elegir cuál de ellas prefieren. Una es ganar la lotería (más o menos unos USD 314.000.000) y la otra es quedar parapléjico. Hasta les da un minuto para pensarlo, aunque la respuesta sea obvia: ganar la lotería. Pero según el estudio que realizó sobre la felicidad en estos dos grupos de personas que pasaron por estas situaciones en la vida real —por un lado ganar la lotería y por el otro, quedar parapléjico—, para sorpresa de todos, luego de un año, tienen el mismo nivel de felicidad en sus vidas. Gilbert sugiere que fallamos en la respuesta de que “seríamos más felices si tuviéramos mucho dinero”, porque tenemos un mecanismo denominado “prejuicio de impacto”, que es la tendencia del simulador (capacidad inconsciente de anticiparnos al futuro) a funcionar mal ante situaciones diferentes. En su laboratorio descubrieron que ganar o perder unas elecciones, una pareja, lograr o no un ascenso laboral o pasar o no un examen importante, progresivamente tienen menos duración e intensidad de lo que creíamos o esperábamos que tengan para nosotros. Agrega algo impactante: ningún evento traumático o doloroso tiene mayor relevancia en la felicidad luego de aproximadamente unos tres meses. A todo esto, más de uno se preguntó por qué. Y a la conclusión a la que llega es que la felicidad puede ser sintetizada. Pero esto, en realidad, ¿qué significa y cómo lo hacemos?

Los seres humanos tenemos una especie de mecanismo de defensa innato, un “sistema inmunológico y psicológico inconsciente” de procesos cognitivos que nos ayudan a cambiar la percepción que tenemos del mundo y de lo que nos sucede para poder sentirnos mejor en las situaciones que nos toca vivir, cualquiera sea. Algunas personas, ante situaciones dolorosas o difíciles de enfrentar, se aíslan, lo cual desde un punto de vista psicológico es un sistema de defensa del yo para manejarse frente a la angustia. Pero la verdad es que la vida implica una serie de dificultades, más o menos graves, más o menos dolorosas, que tenemos que enfrentar y resolver. Una forma es aislarse y la otra, sintetizar la felicidad.

Podemos dar ejemplos de cómo sintetizamos la felicidad, que no es lo mismo que la resiliencia (capacidad de los sujetos para sobreponerse a periodos de dolor emocional y traumas). Gilbert da ejemplos de personas conocidas que lo tenían todo: poder, dinero, éxito, prestigio, etcétera. Pero que por alguna decisión propia u otra circunstancia que no eligieron, quebraron, se accidentaron, o lo perdieron todo. Gilbert encuentra semejanzas en las declaraciones de esta gente luego de pasado un tiempo de la catástrofe y es ahí donde hallamos la felicidad sintetizada.

Cuando Moreese Bickham fue liberado, con 78 años —37 de los cuales los había pasado en prisión por un crimen que no cometió—, sus palabras fueron: “Fue una experiencia gloriosa, no tengo un minuto de arrepentimiento, aprendí muchísimo en todo ese tiempo, fue lo mejor que me pudo haber pasado en la vida, crecí mucho como persona”. “¿Experiencia gloriosa?”, se pregunta Gilbert, “¿o felicidad sintetizada?”. La misma actitud la tiene Pete Best, el baterista original de The Beatles, quien en una entrevista en 1994 dijo que seguía siendo baterista, pero que era mucho más feliz de lo que hubiera sido con los cuatro de Liverpool. Aparentemente (según la irónica conclusión de Gilbert), el secreto de la felicidad está en conseguirlo todo o estar a punto de hacerlo (éxito, poder, prestigio, dinero, acumular riquezas) y luego perderlo o, como en este caso, nunca unirse a Los Beatles.

Claro que todos pensamos que estas personas se conforman con lo que les tocó en la vida y que solo es un decir que están felices, que es solamente para aparentar. Este prejuicio se da porque consideramos que la felicidad sintetizada no tiene la misma calidad que la natural, como la diferencia entre pasto natural y sintético. Evidentemente la felicidad natural es aquella que logramos cuando conseguimos lo que queríamos o lo que se considera exitoso; en cambio, la sintetizada es aquella que inventamos cuando no conseguimos lo que deseábamos o cuando nos sucede algo que no podemos cambiar, como al experimentar problemas grandes que afectan nuestra autoestima, que nos desgarran el corazón. Es ahí cuando entran en acción las defensas de nuestra mente; por ejemplo, un divorcio, la muerte de un ser querido, una pérdida económica; estos son sucesos muy importantes en la vida, y en cuanto suceden, el sistema inmunológico psicológico se activa y ayuda a la persona a encontrar de nuevo la felicidad sintética, que por el contrario a lo que creemos, tiene la misma calidad e intensidad que la felicidad natural, sin ninguna diferencia.

Por el contrario, los problemas cotidianos o irrelevantes no tienen suficiente justificativo para activar el sistema inmunológico psicológico, porque por lo general las personas no racionalizamos los traumas pequeños, pero si me echan del trabajo, diré: “Ese empleo no me convenía, ganaba poco y no potenciaba mi profesión”. Así creamos nuevas historias que hacen que cambiemos la forma en que percibimos el mundo y la forma de sentirnos en él, no precisamente para llegar a la verdadera felicidad, la cual es confusa de todas formas, sino para sobrevivir, que es lo único que al cerebro le importa. Eso es sintetizar la felicidad y es lo que mucha gente ha logrado en pandemia o en situaciones de vida o muerte. Todo esto es potenciado por un entorno positivo, por la solidaridad de los demás, cuando aparece en forma de generosidad, ayuda o un altruismo tan hermoso como la donación de órganos que vemos en nuestro país cada vez en más casos, los cuales nos devuelven la fe en la humanidad y, con ese gesto, enseñan a todas las nuevas generaciones a dar vida y amor en forma sublime y expansiva.

Otra condición para que se dé la felicidad sintética es la falta de elección. La libertad de elegir posibles escenarios o situaciones no condicen con la felicidad sintética, la cual se activa solo cuando no podemos cambiar nuestra situación; por ejemplo, si estamos casados con alguien que no nos convence, decimos: “Pero es muy buen padre, es una persona responsable”. En cambio, si solamente estamos saliendo con alguien, nos invita a cenar y come con la boca abierta o maltrata al mozo, probablemente no volvamos a salir con esa persona y no encontraremos una cualidad tan grande como para soportar su conducta. Para poder disfrutar de una felicidad natural o una felicidad sintética, la sugerencia es activar las relaciones sociales. Hemos confirmado que somos capaces de inventar el bienestar en pandemia, encerrados, libres, enfermos o sanos. Tomemos la decisión que tomemos, el inconsciente hará lo imposible para que podamos sobrevivir y atravesar las etapas con la mejor sonrisa, hasta que quizás decidamos cambiar. Lo cierto es que la felicidad no es un solo momento o un golpe de suerte, sino la capacidad de tener pequeños momentos de bienestar todos los días, y para el ser humano está confirmado que ese bienestar proviene de la interacción social, porque es un ser social, ese es el secreto de la felicidad. Tener todos los días alguien con quien hablar, compartir risas y penas; amigos, compañeros, familiares, pareja, hijos es lo que genera y potencia una felicidad o bienestar y no la riqueza o el éxito (necesariamente), que, por supuesto, si no tenemos con quien compartirlo, sería la nada misma.

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