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Terapia vs. redes sociales

Un llamado a invertir en salud mental

Los grandes egos son grandes escudos para mucho espacio vacío.

Diana R. Black

Una herramienta para el bienestar

Hoy día, el prejuicio de acudir al psicólogo está obsoleto a razón de los diversos síntomas generados por la sociedad posmoderna. La salud mental cobra la misma importancia de cuidado y prevención que la salud física; lo raro, actualmente, es encontrar alguien que nunca fue a consultar o no recibe terapia, como si de la rutina de un gimnasio común y corriente se tratara.

La premisa “mente sana en cuerpo sano” nunca tuvo mayor validez. Este es el momento en el que la inversión de energía puesta en mejorar la imagen y la apariencia física es casi obsesiva, ilimitada y, por supuesto, siempre insatisfecha, porque depende de aspectos que se pueden perder, comparar o desvanecer, como la juventud, la belleza o la reputación.

Cuando la inversión de tiempo y energía se pone solo en el ego, la imagen y el físico, el ser queda desnutrido y, por ende, vulnerable ante la avalancha de exigencias externas que instigan a creer que el vacío que siente el sujeto actual puede ser llenado con objetos de consumo o con una imagen mediatizada que obtiene impacto en las redes sociaes. La tecnología también tiene un rol en la construcción de la subjetividad actual y no se puede que subestimar.

Tarde o temprano es necesario encontrar el momento para acceder a tener esa indispensable y necesaria entrevista con nosotros mismos, no solamente para mejorar aquellos aspectos que nos angustian y detienen en la vida, sino para sacar a relucir nuestras potencialidades. Podría liberarnos de complejos o suposiciones para resignificar la vida desde un ángulo más profundo y trascendental.

Autoestima basada en la cultivación interior

Arribar al desapego del ego a través del conocimiento y la cultivación personal requiere de madurez emocional e inversión de tiempo —nada de terapias breves o inmediatistas, síndrome de la cultura del fast food y soluciones fáciles al alcance de un clic o una pastilla—. Así como se construyen los músculos en un gimnasio o se perfecciona la técnica en un deporte o arte, también la esfera emocional e intelectual requieren de la misma dedicación para mejorar.

A veces, evitar hablar sobre lo que nos pasa se traduce en fomentar una autoestima a través del una mirada exterior. Esto genera más ansiedad ya que, en un esfuerzo vano, mejoramos el aspecto, pero el interior sigue vacío y, al final, estamos llenos de nada. Además, nos condiciona a una esclavitud narcisita que detona una serie de síntomas y estados neuróticos propios de esta posición.

Esto nos deja vulnerables ya que consideramos que merecemos atención y consideración de todos; si esto falta, el malestar cae como un rayo fulminante, lo que provoca recriminar a los demás en vez de practicar la autocrítica, apostando a la ignorancia como coartada victimizante. ¿Por qué pasan estas cosas? ¿Qué implicancia tenemos en lo que sucede?

En el psicoanálisis no hay una estrategia, sino una dirección de querer encontrar en el otro todo lo que es positivo en él y que lo ayude.

Juan David Nasio, psiquiatra y psicoanalista argentino

Diferentes enfoques terapéuticos

En la psicología integral se tienen en cuenta distintos modelos terapéuticos. Lo importante es destinar el que más se adapte a la persona para mejorar su calidad de vida. Por lo tanto, no se abren debates acerca de cuál teoría o terapia es la mejor.

Al contrario, cada una cuenta con la misma importancia, y se pueden usar principios de distintas teorías. Específicamente, el psicoanálisis toma como objeto de trabajo el inconsciente, y es una terapia que tiene como prejuicio que es larga y profunda, pero justamente allí radica su efectividad.

El prestigioso psiquiatra y psicoanalista argentino Juan David Nasio, autor del libro ¡Sí, el psicoanálisis cura!, dice al respecto: “Lo que cura en el análisis es la relación repetida, regular, intensa, afectiva, esclarecedora entre un analista y su paciente. Lo que cura es eso. Y, en particular, el analista tiene un rol muy especial para ayudar a la curación, que es el poder encontrar al sujeto no afuera, sino adentro de él”.

El mismo material dice: “En el psicoanálisis no hay una estrategia, sino una dirección de querer encontrar en el otro todo lo que es positivo en él y que lo ayude. No quiere cambiar nada del paciente, no quiere sacarle cosas al paciente. Quiere hacer que el paciente descubra lo que él ya tiene en él y que eso, al descubrirlo, lo ayude. Y lo que él ya tiene en él es algo positivo. Todo ser tiene un núcleo sano muy rico. La dirección es esa; revelar al paciente lo que es de él, mostrárselo y que él, al descubrirlo, esté más alivianado, que esté mejor consigo mismo a través de la inversión en conocimiento y no en el ego”.

El uso de las redes y la exposición mediática de hoy día opera a nivel subjetivo como un espacio en donde hacerse visible, amado y aceptado, pero no funciona como consultorio

Plataformas para purgar la angustia

El uso de las redes y la exposición mediática de hoy día opera a nivel subjetivo como un espacio en donde hacerse visible, amado y aceptado, pero no funciona como consultorio. Realizar descargos en estas plataformas suele ser un ejercicio común y corriente, y estamos acostumbrados a eso, pero normalizar que el fuero íntimo de las emociones sea expuesto como mecanismo para entablar empatía con el público y, a través de eso, sentirse bien, no es más que un autoengaño; en realidad, solo se buscan las respuestas que se quieren encontrar, muy alejadas de la verdad interior. Esta práctica también nos deja expuestos a malas interpretaciones.

Estos descargos no suplantan la responsabilidad de hacerse cargo de la evidente necesidad de crear y sostener un espacio analítico, algo que requiere de disciplina y toma de conciencia. La tecnología no es más que una extensión antropológica del ser humano que expone la suposición subjetiva de la persona: adulta o infantil, querellante o solidaria, narcisista o genuina. Podría decirse que la adicción a la tecnología es un malestar cultural posmoderno porque solo nutre el ego, no el conocimiento.

Las redes sociales funcionan como el lago en el que Narciso se ahoga mirando su reflejo; un lago convertido en imagen de una realidad desfigurada, ilusoria, filtrada y llena de actitudes extremadamente estudiadas para agradar al otro. Nos observamos a partir de fotografías editadas que muestran nuestra mejor —pero ilusoria— versión; “espectacularizando la cotidianeidad”, pero sin retribuciones trascendentales.

El filósofo, ensayista y profesor universitario Antonio Escohotado opina al respecto: “Confío en Internet como el mayor regalo que la humanidad ha recibido nunca. Creo que ni siquiera el descubrimiento del fuego o de la rueda iguala los bienes que nos van a derivar de Internet, si estos son utilizados para obtener conocimientos y no solamente para dedicarse a ver cuántos likes nos genera una imagen”.

Claro que podemos hacer uso recreativo, ocioso y estético en las redes, siempre y cuando no nos obsesionen ni condicionen a buscar ser algo a través del ego. No creamos la ficción que nos contamos.

Llegará el día en que dimensionemos que la misión real de la tecnología en nuestras vidas es la de facilitar oportunidades para obtener conocimiento libre y gratuito, incluso que las terapias online sean en un futuro, la norma y el ritual social por excelencia. Creo que la evolución humana pasará de la era del ego, de la viralización de chismes y morbo, a la era del conocimiento, donde se aprovechará la oportunidad de obtener información y conocimientos, que nos ayuden a sacar, realmente, la mejor versión de nosotros mismos.

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