Image Alt
 • Actualidad  • ¡La vida sigue siendo bella!

¡La vida sigue siendo bella!

Resolución asertiva de problemas

El que quiere cantar, siempre encuentra una canción

Anónimo

¿Cómo no invocar en este momento el argumento de la película La Vida es Bella de Roberto Benigni? ¡Cuántos desearíamos tener la creatividad, la esperanza y la espontaneidad de Guido (el padre) para sortear con humor los momentos estresantes de los campos de concentración! Con una determinación de extremo optimismo y amor, Guido crea una falsa realidad para su hijo, haciéndole creer que están en un juego y que el que gana se lleva un tanque de guerra.

Tal como dice Viktor Frankl en su libro El Hombre en Búsqueda de Sentido, las personas que tienen un propósito o una vida con significado logran superar adversidades con mayor éxito. Estamos en un momento en el que podemos tener la percepción de que estamos en estado de guerra a razón de las medidas tomadas a nivel mundial; el enemigo es invisible y común a todos: la covid-19.

En ese sentido, el filósofo surcoreano Byul Chung Han vaticina que “por mucho tiempo viviremos como en un estado de guerra permanente, en donde sobrevivir se convertirá en algo absoluto”. Esta nueva filosofía de vida —activada en modo supervivencia— va a impedir que nos concentremos en otras cosas, y las consecuencias incluirán sacrificar el placer en pos de la conservación e ir perdiendo o desvirtuando, paulatinamente, la importancia del sentido de la buena vida, del disfrute, además del deterioro de la humanidad y la socialización, debido al miedo colectivo, según Han.

En este panorama poco alentador, la premisa será el “sálvese quien pueda”; no la alegría o el disfrute de vivir, como antes. La situación exhorta a los padres a velar por la inocencia, la salud mental, la alegría y la tranquilidad de los hijos, para que, al menos ellos, no pierdan esa capacidad de disfrutar de la vida, aunque no sea más que lo esencial de la infancia: la seguridad de un hogar, la estabilidad y el amparo emocional.

Si en este momento las madres somos resiliencia, los papás son refugio. Es un momento en el que, así como no permitiríamos a los chicos ver una película de terror, tampoco podemos exponerlos a nuestras angustias, miedos y paranoias. La incertidumbre nos obliga a crear un microclima en nuestras casas, en donde los integrantes puedan encontrar certezas y alegrías. 

En este momento, el papel de los papás es crucial y pueden empezar por entender qué cosas cambiaron y cuáles no para los hijos, cuáles son las actitudes que pueden adoptar y cuáles mejorar para que todos encuentren belleza en la vida. Ellos vuelven a ocupar ese lugar de contención y respuesta en un mundo que lo había derrocado simbólicamente. Hoy pueden retomar el lugar de referente sustentable, de acuerdo al nuevo mundo y las prioridades que se están gestando.

La capacidad de resolver problemas

Sin duda, la imaginación y la creatividad juegan un papel predominante en situaciones de crisis. Son herramientas que nos pueden ayudar a transformar la realidad, por más dura que sea, en algo más soportable o, incluso, en algo trascendental. Pero esto no se logra solamente con voluntad, pues también influye la configuración con la cual hemos aprendido a afrontar las dificultades y los problemas; algo que aprendemos de nuestros referentes durante la infancia y adolescencia. 

Teniendo en cuenta la influencia de los padres, es importante tomar conciencia de qué es lo que ven los chicos en casa en estos días, ya que ellos saben lo que pasa y nos miran y aprenden (para bien o para mal) a partir de cómo estamos afrontando una situación en la que se conjugan tres dificultades básicas para todo el mundo: el confinamiento, la ansiedad y la inestabilidad económica.

Es probable que nuestra forma de afrontar las situaciones responda a la manera en que hemos internalizado “el manual de ejemplos” para resolverlas. Analicemos la biografía familiar: ¿hemos visto a una madre o a un padre lamentándose por todo, huyendo de los problemas, culpando a los demás sin tener un ápice de autocrítica o predisposición positiva u optimista para comprender, arreglar o superar un problema? ¿Lo hemos visto quejándose, ocupando siempre el lugar de víctima o de héroe traicionado, peleando con todos? 

Sería muy diferente haberlos visto resolviendo problemas de forma asertiva, con valentía, dignidad, poniendo en palabras sus emociones, pensando en cómo avanzar y salir adelante sin quejas. Esto no quiere decir que deban ser robots sin tristeza o decepción, sino que afrontan los problemas apelando a la creatividad, con entusiasmo y ganas de salir a flote. Es diferente a regodearse en el goce masoquista. 

En este sentido, como padres o tutores, nos podemos preguntar qué ejemplo de resolución de problemas quisiéramos ser. El solo hecho de invertir energías en pensar qué se puede hacer para seguir adelante ya constituye una predisposición asertiva y positiva para resolver problemas. Este es, quizá, el mayor patrimonio emocional que podemos heredar a nuestros hijos, porque la vida está hecha de desafíos que aprendemos a afrontar en casa.

Despertar la capacidad de determinación y esperanza

Optar por la esperanza es sinónimo de determinación. Es activar la motivación que permita construir un estado de ánimo capaz de sostener y de ayudar a quienes nos necesitan —a los hijos, en este caso—; implica superar obstáculos construyendo proyectos que impulsen a seguir adelante, enseñarles a vencerse a sí mismos, a escapar de los pensamientos apocalípticos, a prohibir las quejas como una disciplina de vida, a apostar por el agradecimiento y a huir del goce de la queja y la deserción.

A través de las pequeñas acciones del día a día, los padres enseñan que se puede salir adelante. Las acciones van desde realizar pequeñas tareas en el hogar para incentivar la responsabilidad a aprender algo nuevo, o simplemente mejorar alguna técnica deportiva o artística, actividades que permitan experimentar la satisfacción de la superación personal.

Los padres son los que construyen el mundo simbólico de los hijos y la posición subjetiva en la vida. Para eso no se necesita ser presidente o ingeniero de la NASA; puede ser, por ejemplo, un humilde carpintero que, con amor, cría un ser humano tan asertivo como Jesús. Papá es quien nos introduce al mundo de las palabras, normas, leyes y, por ende, a las resoluciones; es quien nos enseña el mundo público y lo que necesitamos para coexistir en una sociedad.

Tenemos la oportunidad de empezar a desarrollar un estilo de vida sustentable no solo en lo ecológico, sino también en lo emocional, porque asistimos al nacimiento de un mundo nuevo, lleno de nuevas preguntas que requieren nuevas respuestas. 

No es fácil ser referentes y amortiguadores de embates, angustias y frustraciones. Existe un gran compromiso por parte de muchos papás, a quienes se los ve participando en las clases virtuales, cocinando, acompañando como nunca antes a la familia y tratando de sostener el esquema económico familiar. Es un momento desafiante y, también, una oportunidad para tener en cuenta que esta situación no se trata solo de sobrevivir, sino que también es una oportunidad para encontrar motivación y energía necesarias para invertir en ser ese manual de resolución asertiva de problemas. 

Es el momento para convertirse en un referente potable y animarse a reconocerse en ese espejo. Como decía Nietzsche: quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier “cómo”.

En un momento histórico en el que todo cambió, una sola cosa permaneció igual: los padres siguen siendo referentes para los hijos. Son los adultos a quienes miran y admiran, y son los parámetros con los cuales se van a medir y desafiar más adelante en la vida.

POSTEAR UN COMENTARIO