Autoexploración
Las distintas facetas de Rut Ortiz Montenegro
De experimentar con la cámara del teléfono a la sanación personal a través de la fotografía, así podría describirse el camino recorrido por Rut Ortiz Montenegro, pero implicaría simplificar la cruda y personal experiencia de esta fotógrafa. Te invitamos a descubrir con nosotros el particular universo de Rut.
Probablemente hayas visto su trabajo en la edición de marzo de High Class, el número que dedicamos a la mirada femenina en una amalgama de arte y moda. Aquella revista implicó la tarea de reinterpretar obras de arte emblemáticas con su propia visión, y la pieza elegida para Rut Ortiz Montenegro fue La columna rota, de Frida Kahlo; lo que, desde ya, es una representación de la sensibilidad con la que es capaz de capturar los sentimientos.
Si todavía no la conocés, ya es hora de que sepas quién es. Con 25 años de edad, Rut es una de las fotógrafas jóvenes más relevantes hoy. Su trabajo es, a falta de una mejor palabra, visceral. Es una exploración de miedos, ideas y sensaciones extraídas del subconsciente y que, una vez traídos al cotidiano, resultan impactantes por la honestidad de la artista a la hora de comunicarlos.
Como pasa con muchas cosas trascendentes en la vida, se cruzó con la fotografía de manera casual, pues su puesto laboral requería que hiciera fotos de eventos sociales con un teléfono. Como también sucede a menudo con las cosas que subestimamos sin percatarnos, pasó un poco de tiempo antes de que Rut se percatara de que le serviría como medio de expresión personal. “Antes de eso, me expresaba pintando al óleo, pero era algo que no me salía muy bien o, al menos, me frustraba un poco, probablemente porque me encerré en un tipo de trazo. Lo dejé de lado y me volqué a la fotografía”, recuerda.
Su mayor influencia y fuente de inspiración es su propia mente, la cual alberga una gran cantidad de estímulos y detalles sin ningún tipo de análisis previo. De hecho, la fotografía es la forma en que ella explora esa información, la descifra y la procesa según la etapa que está atravesando.
¿En qué otras ramas del arte te desenvolvés?
En nada específico. Siempre amé escribir, es lo que, de alguna manera, me sostiene desde los 12 años; solo que nunca lo llevé a otro nivel, quedó ahí para mí. En principio, las fotos eran una excusa para deshacerme de lo que escribí, publicando como pie de foto en Instagram o Facebook. Cuando comparto lo que escribo con otras personas, siento que me libero de lo que sea que me haya impulsado a escribir.
¿Qué tiene la fotografía que no te ofrece ningún otro medio artístico?
Se puede jugar con la realidad y lo abstracto. Que la imagen sea estática te da el espacio para contemplarla durante el tiempo que sea necesario, cada detalle te lleva hacia donde tu cabeza lo permita. De igual manera, no me quiero encasillar. La fotografía es un medio para mí y ahora estoy experimentando con lo audiovisual. Me gustaría dirigir cortometrajes, pero eso aún está en la nube.
El sexo es un tema que mostrás mucho y tu fotografía transmite una visión muy íntima, pero cruda y real del tema. ¿Es algo que perseguís? ¿Qué querés transmitir?
Mis fotografías no están ligadas al sexo, en absoluto. Es una rama más de lo que hago. Desde que tengo consciencia, desde los ocho o nueve años, me fijo mucho en lo que hay a mi alrededor, como las plantas, el viento, las frutas, los colores, las flores y todo lo que tenga que ver con la naturaleza. También tengo una fijación con objetos que me despiertan sensaciones; lo que muestro en mis imágenes tiene que ver con lo que veo, huelo, degusto o toco.
Cuando tenía 12 años, empecé a escribir sobre mis sensaciones porque era algo que me extasiaba, pero me molestaba no saber cómo controlarlas. Podría describir esa emoción como una bola de energía que tengo adentro que tiende a crecer y recorrer todo mi cuerpo. Cuando era chica, eso tendía a estallar en forma de llanto. Años después, se fue intensificando y empezó a afectarme de manera psicosomática, cada vez más frecuentemente. Empecé a sentir un temblor en las piernas y, cuando empecé a trabajar, los neurólogos pensaron que era estrés relacionado con el trabajo; renuncié, pero me siguió pasando. Mi cabeza llevó demasiado lejos esta bola de sensaciones.
Esta crisis, como la describieron médicos de distintas especialidades, siguió un curso cada vez más problemático para Rut. Devino en depresión, una enfermedad contra la que sigue luchando hasta hoy. El cúmulo de estas experiencias y la incapacidad para manejar esta sensibilidad de una mejor manera, la llevaron a una exploración fotográfica relacionada con el tacto.
Su crisis llegó a afectar también sus relaciones interpersonales, especialmente las de pareja y las sexuales, pues el cúmulo de sensaciones, sentimientos y emociones la dejaba desarmada. Entonces, por mucho tiempo, la fotografía fue su medio de exploración y sanación. “Esas imágenes se acercan mucho a lo que yo siento y me ayudan a deshacerme de todo lo que pasé”, comenta.
¿Establecés alguna separación entre la fotografía que realizás comercialmente y las que realizás para vos?
Sí, trato de mantener eso. Las únicas veces que trabajé con mi imagen para marcas fue porque me dejaron ser yo misma, no me limitaron ni condicionaron. Todo lo que publico en mis redes tiene que ver conmigo, hay un trasfondo significativo detrás de cada imagen o texto, y es por eso que todo lo que tenga que ver exclusivamente con trabajo, solo lo muestro a quienes me pidan presupuesto.
Tu portfolio es bastante amplio. ¿Cuál es el estilo que más te representa?
No quiero limitarme. Más allá del tipo de fotografía, me importa lo que voy a contar a través de ella.
¿Te ves a vos misma como artista?
Históricamente, lo que define a alguien como artista está en constante cambio y difiere según la apreciación y conceptos que se pueda tener. Para mí, cualquier persona que posea sensibilidad y pueda expresarla, es un artista. No me gusta ver a esa palabra como algo soberbio o inalcanzable.
Cuando trabajás con modelos o sujetos de estudio, ¿cómo abordás la sexualidad que mostrás en tus fotos?
Las pocas veces que fotografío a otras personas, para mí son personas con quienes me siento conectada de alguna manera. Siento que ellos pueden contar mi historia con toques personales de sus propias experiencias. Es una especie de liberación mutua. En el momento de la sesión, casi siempre cierran los ojos y no existe nada más que el aire que respiran, sus manos y el distante punto al que sus mentes viajan.
¿Qué es diferente en ese proceso cuando el sujeto sos vos misma?
Cuando el sujeto soy yo —que es la mayoría de las veces—, es porque no puedo dormir sin sacar lo que tengo en mente. Necesito expulsarlo como sea, ¿y quién más que mi propio ser para expresarlo? Pudor es algo que no tengo; todo lo referente a eso, para mí, nunca existió. Hay cosas mucho más preocupantes por las que uno debería sentir vergüenza.
¿Cómo abordás la moda? ¿Qué significa la moda para vos?
Me metí en el ámbito de la moda sin querer. Hace cinco años que todo me lleva a ese mundo y admito que quise salir. Entre idas y vueltas, gracias a personas específicas con las que trabajé, entendí que es una forma de expresión y materializar lo que llevamos dentro.
¿Cómo ves el rol de las mujeres en la fotografía actual?
Hablando desde mi experiencia, llegué a sufrir una especie de diferencia en algún momento de mi trabajo por ser mujer. Vi cómo era santificado un fotógrafo de sociales por estar rodeado de chicas en una fiesta, mientras me llegaron a sacar la cámara en una cobertura, donde el guardia me decía “pedime que te devuelva”. En otra ocasión, me manosearon en un local mientras trabajaba.
Pero en otros casos me sentí muy protegida, segura y valorada. También trabajé con gente increíble y eso me da esperanzas.
¿Es importante la mirada femenina en este rubro?
Totalmente. De igual manera, creo que cada persona posee sensibilidades distintas independientemente a que sea hombre o mujer.
Multifacética
En 2018, Rut Ortiz Montenegro trabajó en una cafetería, donde descubrió que se emociona al ver el disfrute de las personas a las que servía. Tuvo la oportunidad de viajar a Europa, donde vivió experiencias sublimes, lo que le sirvió para abrir todavía más su mente. Especialmente, buscó la manera de cuidar su salud y aprender a quererse más, a pesar de las caídas que todos, como humanos, tenemos. “Las pequeñas cosas son las que más me apasionan”, acota.
Hoy día hay varias causas que tocan su fibra más sensible, como el trabajo de su hermana en un hospital materno infantil: “Soy testigo de lo que atraviesan ella y sus pacientes, mujeres de escasos recursos con un montón de problemas, desde psicológicos hasta médicos. Estoy con un proyecto en borrador, en el que quiero mezclar lo fotográfico, visceral, social y médico con el fin de mover el avispero y recaudar fondos”.
Por otro lado, Rut se encuentra en constante investigación sobre todo lo relacionado con la comida orgánica, en contraposición con los productos industriales y el impacto de estos en el medioambiente y nuestra salud. “Cada vez estoy más entusiasmada, así que es una nueva puerta a miles de posibilidades. Estoy pensando, incluso, en volcarme a eso en mayor porcentaje por sobre la fotografía. Todo, siempre y cuando, esté relacionado con aportar algo positivo desde lo que me toca”, dice, y agrega que, probablemente, esta entrevista sea el sello final de una etapa de su vida para comenzar otra muy diferente.
Como fotógrafa, la materia pendiente de Rut es exponer su trabajo, aunque todavía no lo hizo pues no se siente al preparada al 100 %, pero está en sus planes para el futuro. Y a pesar de que no hay nada definido para ella, te recomendamos seguir su trabajo en su cuenta de Instagram, un espacio fantástico para apreciar su versatilidad y sensibilidad artística: @rut_omg.