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Los desafíos del home office

En pleno aislamiento social, y con los temores e incertidumbres propios de la pandemia del Covid-19, las obligaciones de la oficina se superpusieron con las tareas del hogar para muchas mujeres. Un desafío todavía mayor para las madres que deben balancear la agenda laboral con el cuidado y la educación de sus hijos.

Las alarmas nos despertaban en el mismo horario todos los días para comenzar con la rutina. Cumplíamos las ocho horas laborales, teníamos nuestras reuniones editoriales y, en cualquier momento, podíamos levantarnos para ir al escritorio de alguna compañera para preguntarle sobre alguna idea para nuestra próxima edición.

Llegaban las 18:00 y cada una ya se desconectaba de la oficina para seguir su camino a la siguiente actividad del día. Volvíamos a nuestras casas y nos preparábamos para descansar y arrancar la siguiente jornada. Sin embargo, este estilo de vida tuvo un cambio radical con la cuarentena sanitaria.

La llegada del Covid-19 despertó angustia y temor en todos. A esto se suman los factores psicológicos del aislamiento social y la necesidad de seguir cumpliendo con las obligaciones laborales y las tareas de la casa, un desafío mucho más grande para las madres que deben acompañar y educar a sus hijos durante los tiempos de encierro.

En el equipo de la revista tenemos a dos madres que se metieron de lleno en esta nueva realidad, pues las obligaciones de la oficina tuvieron que ser adaptadas al universo de sus hogares. A esto se suma la responsabilidad de sus posiciones gerenciales dentro de Editorial El País SA: Raquel Allegretti García de Zúñiga es directora de la división de Revistas, vive con su esposo Juanjo y el pequeño hijo de ambos, José Ignacio, de tres años; mientras que Gabriela García Doldán es la directora de imagen y pasa los días aislamiento con su marido Mateo y su hijo Oliver, de dos años.

Raquel Allegretti Gracía de Zúñiga y José Ignacio

Una nueva configuración

Las lluvias de ideas que podían ocurrir en cualquier momento del día pasaron a ser videollamadas cada semana. Sus hábitos tuvieron que adaptarse a una nueva rutina para poder cumplir con las responsabilidades de la oficina y sus hogares. “Si bien me acostumbré a este ritmo, no lo disfruto plenamente. Siento que el contacto y el feedback en nuestro rubro es fundamental, y a veces con la distancia física es más difícil que todo el equipo esté en la misma página”, comenta Raquel, a quien todos llamamos Queli, de cariño.

Este es un pesar que comparte Gaby, quien después de 12 años de salir de casa para ir a la oficina siente que los procesos de trabajo se hacen más lentos al no tener a sus compañeros de trabajo cerca: “Tenemos muy arraigado el método de trabajo tradicional, reuniones cara a cara y conversar intercambiando ideas mientras diseñamos, armamos los estilismos o planteamos creativamente una edición de revista. Extraño a mis equipos, el de cada revista con la que trabajo”.

Sus experiencias actuales son similares: se despiertan temprano, abren sus computadoras y entran a los grupos del WhatsApp para ponerse al día con sus equipos. Si bien cada una tiene su espacio para trabajar, aprendieron que marcar los horarios para dedicarse a una cosa a la vez es una estrategia fundamental para poder sobrellevar los días de encierro. “Trato de crearme un horario, porque me cuesta mucho desconectarme. Tener la compu o el teléfono a mano hace que esos límites se borren, y creo que llega un punto en que no es sano”, reflexiona Queli, y agrega: “Es importante tomarse la pausa justa para almorzar tranquilos, y cuando se apaga la máquina se termina el trabajo por ese día y se dedica a estar con la familia”.

En ese aspecto, Gaby comenta que uno de los hábitos que tuvo que adoptar fue la meditación: “Gracias a eso estoy teniendo conductas más saludables que antes no tenía”. Además, agregó a su lista de actividades hacer ejercicio y leer un poco todos los días.

“Trato de crearme un horario, porque me cuesta mucho desconectarme. Tener la compu o el teléfono a mano hace que esos límites se borren, y creo que llega un punto en que no es sano”

Queli

Los hijos y la rutina

Hoy, el despertador de Gaby es Oliver, quien le pide su teté todas las mañanas. Luego de cambiarle los pañales y desayunar bien, se focaliza completamente en cuestiones de la oficina en el escritorio que ubicó en una pieza que antes utilizaba como depósito. “Con el tiempo fui dándole más amor a ese espacio, pienso decorarlo para hacerlo más cómodo y más mío”, cuenta.

En este periodo de aislamiento social ser mamá es una responsabilidad adicional a sus obligaciones laborales. “Tuve que adaptar parte de mi horario de trabajo a los horarios de mi hijo”, comenta Gaby y agrega: “Él solo tiene dos años y medio, es pequeño y no entiende qué estoy haciendo en la computadora. Lo que hago es trabajar mientras toma sus siestas y cuando esté entretenido en su pieza de juegos”.

En el caso de Queli pasa algo muy similar pero aún más simpático: “¡Apenas José Ignacio ve la compu prendida o escucha algún audio de WhatsApp cree que es un juego! Porque así también nos comunicamos con sus abuelos y tías en este momento. Entonces, se prende algún medio de comunicación y él lo relaciona con verlos a ellos. ¡Casi nos peleamos por los dispositivos!”.

Gabriela García Doldán y Olvier

Más tiempo en familia

En estas jornadas, Gaby y Queli han vivido diferentes emociones, desde felicidad hasta enojo, pasando por las típicas negociaciones y los conflictos del ambiente familiar. Sin embargo, en estos momentos de tanta incertidumbre, encuentran la manera de disfrutar estar en sus casas.

“Siempre voy a preferir tener una oficina y no mezclar las cosas, pero, por otro lado, amo estar en mi casa. Antes, casi no pasaba el tiempo acá y estoy descubriendo y agradeciendo”, cuenta Gaby. Este es un sentimiento que también comparte Queli: “Por primera vez en mucho tiempo estoy verdaderamente en casa. Puedo compartir más tiempo con mi hijo, aunque sea muy complicado encontrar un lugar con silencio para las videollamadas o lograr que él no interrumpa alguna reunión”.

“Siempre voy a preferir tener una oficina y no mezclar las cosas, pero, por otro lado, amo estar en mi casa. Antes, casi no pasaba el tiempo acá y estoy descubriendo y agradeciendo”

Gaby

Queli reflexiona que en este tiempo de cuarentena también comenzó a experimentar un poco más en la cocina; y rutinas aparentemente sencillas como la hora del baño, la siesta y la merienda se han vuelto mucho más regulares: “Cuando vivíamos en normalidad, mis horarios tampoco eran los más convencionales del mundo, así que ahora mi vida está un poco más ordenada”.

Como cabezas de equipo, Queli y Gaby cargan con sus responsabilidades a sus espaldas, a pesar de que todo haya parado en apariencia. Ambas coinciden en darse sus tiempos para cumplir con los distintos roles que, en estas circunstancias extraordinarias, se superponen, evitando sentir culpa por no haber podido completar alguna tarea en el día. “Hago una pausa para preparar la mesa y almorzar. A veces cocina mi marido y, a veces, yo. Hacemos ejercicio y cenamos. Vemos la tele o salimos a la terraza a tomar un trago antes de ir a dormir. Pero estas rutinas tienen las continuas irrupciones de mi hijo para jugar, su risa hace llevadero el confinamiento y lo considero el mejor remedio para mí”, asegura Gaby.

Sin dudas, la pandemia cambió radicalmente el estilo de vida de todos, pero nos encuentra en las condiciones necesarias para seguir en contacto y produciendo. Aunque a pesar de la instantaneidad y las miles de plataformas que hoy tenemos disponibles para estar conectados, se extraña la sinergia de la oficina, por más de que estemos en la seguridad y comodidad nuestras casas. La esperanza persiste: ¡pronto volveremos a encontrarnos!

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