Adolescentes de ayer, hoy y siempre
¿Qué hay que saber?
Este artículo está dedicado a esos “raros adolescentes nuevos”, tal como los llama el psicoanalista argentino Luciano Lutereau en su nuevo libro del mismo nombre. Lutereau quiere reivindicar esta etapa de la vida de la que tantos prejuicios tenemos, y en la que también tememos y envidiamos. La adolescencia de hoy está sujeta a formas diferentes de observarse subjetivamente, pero no por eso deja de atravesar por las mismas problemáticas de las de ayer —aquella que nosotros ya atravesamos, conocemos y adolecimos—.
En su libro, Luciano Lutereau dice que la adolescencia “es el periodo de mayor autenticidad en la vida del ser humano. Mientras que los niños gradualmente adquieren la noción de la realidad y los adultos, por su parte, asumen como único interés la adaptación a los deberes que la realidad impone, el adolescente tiene la virtud de estar en el mundo, pero sin llegar a confundirse con él. De ahí su potencial transformador, su fuerza para resistir (a veces de manera rebelde) ante lo establecido; por eso, incluso puede decirse que los adultos más interesantes son aquellos que conservan una mente juvenil (algo muy distinto al imperativo de “verse jóvenes” de nuestro tiempo)”.
Cuando aparecen las temidas experiencias de independencia que tanto vértigo despiertan en los padres, empezamos a replantearnos la crianza. ¿Lo hicimos bien? ¿Están preparados? La adolescencia aparece con una avalancha de cuestionamientos, pero sin manual, solo mucho amor y paciencia. Empiezan a desarrollar sus primeras experiencias, desde las previas a las fiestas, la aparición del alcohol y las drogas, el sexo, los posibles accidentes, la deserción académica y laboral, entre muchas otras cosas.
Preguntas frecuentes sobre la adolescencia
1. ¿Qué hago con mi hijo adolescente que me pide ir a una “previa” en donde sé que va a haber alcohol?
Si es en una casa, lo principal es saber que va a haber adultos a los cuales delegar el cuidado de los hijos. Es necesario hacerles saber y sentir que confiamos en ellos, y no inferir “por oficio” que van a hacer algo malo o que se van a dejar influenciar por sus compañeros. Es mejor enviarlos con energía positiva y alegría, antes que con una energía negativa y mandatos que los hagan sentir incómodos o inseguros con ellos mismos, con el ejercicio de su libertad y el cuidado de su integridad.
Por supuesto, esto debe tener un bagaje de conversaciones para generar un criterio familiar y personal con respecto al consumo de alcohol y el tipo de comportamiento en esos eventos.
2. ¿Qué hago si descubro que mi hijo adolescente fuma?
Antonio Escohotado, filósofo, ensayista y profesor universitario español, habla de los mensajes contradictorios que existen sobre el tabaco. Alude que al tabaco se lo sataniza y se lo prohíbe como a ningún otro producto, siendo tan nociva la manteca para el colesterol o las motos y los autos deportivos para los accidentes, a los que no se le coloca carteles o mensajes truculentos alusivos a su peligrosidad. La cruzada farmacológica que expone todos los males del tabaco es la misma que no firma el tratado de Kioto, que, sin duda, nos expone a tragar más humo de modo involuntario que el tabaco.
Igual mensaje damos los padres que fumamos porque les generamos culpa si ellos prueban, pero nosotros lo hacemos sin culpa.
La mejor estrategia es hablarlo de la forma más natural posible, tocar el tema en familia explicando por qué no estamos de acuerdo con fumar o por qué lo hacemos nosotros, sus padres, si es que ya nos vieron haciéndolo. Prohibir y satanizar el cigarrillo porque sí lo convierte en una tentación, resulta muy seductor fumar ya que es algo que pueden hacer a escondidas porque que no deja señales tan evidentes, como sí lo hacen el consumo de alcohol o drogas, solo el olor (que pueden culpar a otros o al lugar cerrado). La prohibición invita a la clandestinidad y a hacer algo sin que nadie lo descubra como un acto de independencia.
3. ¿Por qué mi hijo tiene una actitud hostil con sus hermanos, especialmente con los menores?
Luciano Lutereau dice que el hijo mayor es el que inaugura un camino para los demás “Ciertas cosas que serán difíciles para él serán más sencillas para los otros. El hijo mayor lleva a cuestas una imagen más severa de los padres. Puede ser que, con la pubertad y al querer diferenciarse de su lugar infantil, recurra a esta severidad para identificarse a un lugar de adulto, porque sus hermanos le recuerdan su propia infancia”, escribe.
En estos casos, es importante aclararle que él no es el padre de sus hermanos; liberarlo de esa identificación forzada para que encuentre un camino propio. Asimismo, si sus hermanos representan su propia posición de niño, es comprensible que adopte una actitud distante, como que no quiera que sus hermanos toquen sus cosas. Se trata de un proceso normal en el que la hostilidad se refuerza porque él ve que sus hermanos tienen algunas cosas más fáciles y siente envidia.
4. ¿Por qué están todo el día con el celular?
Al respecto, Luciano Lutereau dice que la imagen que los adultos tenemos de los jóvenes es una proyección de aquello que no queremos reconocer en nosotros mismos: “Cuando pensamos en un adolescente embotado o aislado, que no hace ningún tipo de lazo con los demás, que está todo el tiempo con el iPad o el teléfono, en realidad esa más bien es la conducta de los padres que han perdido toda posibilidad de establecer lazos con otros de manera que no sea tecnológica. Los principales viciosos de la tecnología son los adultos, no son los jóvenes, porque estos últimos logran utilizar la tecnología para establecer relaciones. Lo que hay que distinguir ahí es el uso de la tecnología, de la compulsión tecnológica. Los adultos somos compulsivos tecnológicos, en cambio, para los adolescentes, es la posibilidad de conectarse con el afuera”.
5. ¿Cómo hablarles de protección con respecto a la sexualidad?
La prohibición incita a la trasgresión. El acompañamiento de los padres no debe incentivar deseos de trasgredir nada; debemos tomar otra perspectiva, no prohibir ni juzgar. Hoy día, la culpa ya no opera como cláusula de control, los límites con los que ellos se manejan son la vergüenza o el perfil público.
Lo mejor es hablarles desde la experiencia y orientarlos. Esto significa tratar de ser personas confiables a sus ojos, no solo en cuanto a lo que ellos puedan contarnos o preguntarnos, sino en lo que hacemos y decimos. Si una persona confiable nos aconseja sobre algo, es más fácil atender y entender lo que está diciendo.
Por otro lado, debemos entender que los adolescentes se sienten omnipotentes. Exigir que se cuiden es como despertar su lado temerario, desafiarles a demostrar (a los demás o a sí mismos) que “no pasa nada”, como es su mantra en esta etapa. Sí es útil y necesario hablar con ejemplos, contar lo que sí puede pasar, aclarar que no es un mero temor o un deseo de sobreprotección.