10 cosas que aprendí planeando mi boda
Palabras sinceras de una bride-to-be
Con 10 años participando de la creación de esta revista sobre bodas, cuando me comprometí a casamiento ya me consideraba una novia con un buen insight, pero de la teoría a la práctica hay unos cuantos pasos difíciles de dar. Por eso, al staff de High Class le pareció interesante incluir una nota con palabras sinceras y tips prácticos y puntuales, concentrados en el tema más que nunca.
Me comprometí a finales del año pasado y, desde entonces, me volví un manojo de nervios ya que sentí la precisión de pasar mis ideas a una boda real. Por primera vez en mi vida, no se trataba de una producción fotográfica para una revista. Ahí me di cuenta de que llevar los deseos a la realidad lleva su tiempo. Por eso, mi primer tip es:
1. Planificar con tiempo prudencial
Claro que se puede organizar una boda en tres meses. Tenemos proveedores excelentes en el mercado que la pueden llevar a cabo, pero yo te recomiendo que lo hagas con ocho meses de anticipación, como mínimo.
Si tu situación es similar a la mía —trabajás tiempo completo y además corrés con otras responsabilidades—, un año es un periodo de tiempo ideal para que puedas pasar por el proceso de forma relajada, ya que puede resultar extremadamente estresante y cansador realizar la planificación de una boda.
Vas a contar con numerosos proveedores de diferentes rubros con los que tendrás que realizar más de una reunión: salón, iglesia, cursillos, decoradores, alquileres, fotografía, música, catering, bebidas, vestido, planners, papelería, etc. Vas a necesitar una agenda más libre y dedicada plenamente al tema si querés hacerlo en pocos meses. Otro aspecto importante que tenés que tener en cuenta es que estos proveedores tienen una agenda anticipada de reservas, así que necesitan que los contactes con anticipación. ¡Hay salones que ya tienen fechas reservadas para 2021!
2. Definir una temática
Todos los proveedores, inclusive el sitio que elijas para realizar tu boda, van de la mano con la temática que quieras darle a tu fiesta. ¿Querés hacer tu boda en otro país, en un campo, en la playa o en la ciudad? ¿Al aire libre o en un salón? ¿De mañana, tarde o noche? ¿En invierno o verano? Esas son las primeras respuestas que debés responder.
Después, pensá si querés una boda elegante, descontracturada, boho, romántica o chic. En pareja, definan el ambiente que quieren recrear para, a partir de eso, buscar proveedores que se adecuen. Para esto, te puede servir buscar referencias en revistas como la nuestra, armar un tablero en Pinterest, bajar aplicaciones de inspiración. Elijan una paleta de colores y sueñen juntos. A partir de este proceso, sacá tus conclusiones y reunite con una planeadora, para que todos tengan la misma bajada visual y así poder generar una fiesta con identidad coherente y acorde a la personalidad de los novios.
3. La boda es de los novios
Si bien los padrinos juegan un papel fundamental en las bodas, porque participan del enlace de sus hijos e, inclusive, muchos corren con parte de los gastos de la celebración, es importante que la fiesta tenga el ADN propio de la pareja.
Es importante llegar a un consenso familiar sobre el papel que va a jugar cada integrante, de antemano. Todos deben estar de acuerdo y tener su espacio, sin olvidar que esta fiesta es, probablemente, la única y más importante que va a tener la pareja. A veces, los hombres no quieren involucrarse demasiado en la planificación, pero es importante que participen y lleguen a un acuerdo en todos los puntos, porque ellos también deben disfrutar de ese día y contar con elementos que los hagan sentir propios.
Un buena alternativa es separar tareas según las afinidades. Por ejemplo, a mí me encanta la decoración y la fotografía, por lo que me encargo de definir esas áreas, mientras que mi novio habla con los proveedores de comida y música, ya que se siente más afín a esos rubros.
4. Definir el presupuesto
Un vez que soñaste con tu pareja sobre cómo quieren su boda, el segundo paso es analizar el presupuesto con el que cuenta cada uno para llevarla a cabo. Los gastos no se imponen, se hacen en consenso y de forma anticipada, para no encontrarse con sorpresas negativas por el camino.
No se puede avanzar un solo paso sin antes de definir cuánto va a destinar cada uno a la fiesta. Se puede evitar salirse de las líneas y pasar mal por motivos económicos, si ambos saben equipararse. Por ejemplo, yo prefiero destinar fondos a lo que respecta a lo visual y la ambientación, mientras que mi novio prefiere invertir en bebida y entretenimiento, entonces llegamos a puntos intermedios sobre esos costos.
Esta parte es un buen entrenamiento para el matrimonio, ya que hay muchas negociaciones en el proceso y es lindo cuando llegás a acuerdos donde los dos salen felices.
5. Definir la cantidad de invitados
Tener definida la cantidad de invitados es fundamental antes de realizar cualquier presupuesto y reserva. Cuantos más invitados, mayor el presupuesto. Si bien hay cosas que se pagan mitad y mitad entre ambas partes, la mayoría de los servicios se define por la cantidad de invitados y cada parte paga por los invitados correspondientes. Una alternativa que facilita las cuentas es definir la misma cantidad de invitados de ambos lados.
Otra cosa que tenés que considerar es que muchos sitios tienen una capacidad máxima de personas, algo que, muchas veces, va a limitarlos y deberán acortar la lista de invitados. Si bien queremos invitar a todos nuestros conocidos, te va a sorprender lo rápido que crece la lista porque cada invitación se contempla con pareja, y en poco tiempo vas a tener número con varias cifras.
Cada uno debe hacer su lista de forma independiente, agrupando nombres según familia, amigos, compañeros de trabajo, compañeros de facultad o excompañeros de colegio, por ejemplo. Así, si lo necesitan, pueden eliminar de a grupos, de manera que ningún invitado se sienta aislado. La mayoría de las veces es imposible invitar a todos. ¡Tranqui, a todos nos pasa! Lo importante es compartir con tus más allegados y cercanos; la intención no es hacer una fiesta patronal.