
Nada es arbitrario
El universo de Claudia Casarino
Desde la entrada hasta el último rincón, sus espacios están repletos de piezas de arte, firmadas por colegas y amigos. Claudia Casarino construyó su hogar en el mismo lugar que la vio crecer, un sitio que guarda la memoria de aquello que ama y los temas que la atraviesan como mujer y artista. Aquí, todo persigue el mismo objetivo: sentir que su hogar la abraza.
El habitar es una noción que solemos encontrar tácita o explícitamente en las obras de Claudia Casarino. Ella misma describe que “habitar es cuidar”. Además de la dueña de casa, nos reciben los otros dos anfitriones: Jojo, una bulldog francesa que la sigue a todos lados con mirada amorosa, y Apepu, un gato naranja mucho más amable de lo que parece.
Al abrir las puertas, una pintura de Bettina Brizuela —uno de sus característicos Ojos— nos devuelve la mirada. En otro punto de este mismo espacio se ubican ilustraciones de Carolina Vinader, una fotografía de Osvaldo Salerno y un dibujo de Fredi Casco.
Contrariamente a lo que uno puede imaginar, solo la primera de las obras de la misma Claudia se encuentra a la vista: una escultura con la que ganó un premio en Escultura I en el Salón Nacional de Arte Joven en 1996. Y es que ella atesora la posibilidad de admirar el trabajo de sus amigos y colegas para dar rienda suelta al pensamiento. Es, en cierta forma, rodearse de todo aquello que ama: “Cuando observo mi casa, quiero ver otros mundos. Si no, es como mirarme al espejo todo el tiempo”.
Por eso, en este recibidor también encontramos un par de piezas del gran artista ishir Ógwa Balbuena, al lado de un dibujo muy significativo con muchas anécdotas. Ella relata que el “tío” Ricardo Migliosi dibujó un dinosaurio para uno de sus hijos.
A partir de aquí, nada sigue un estilo rígido y definido, sino que muta de acuerdo con las estaciones y su sentir personal. La sala social da vida a una conjunción de texturas diversas. Sobre las mesas del living descansa un gran número de artesanías populares e indígenas de distintos puntos del país, algunas de las cuales fueron adquiridas de El Almacén de Doña Estela, una tienda asentada en el Centro de Artes Visuales/Museo del Barro, que Claudia visita usualmente. La cerámica impone su protagonismo en un estante de libros y recuerdos, donde guarda creaciones de maestras artesanas como Virginia Yegros, Julia Isídrez y Ediltrudis Noguera. En este rincón también atesora una pieza que el artista Félix Toranzos le obsequió como regalo de bodas.
El comedor que acompaña la sala es un espacio que Claudia usa para trabajar y recibir a sus seres queridos. En un punto llamativo e ineludible, nuestra anfitriona ubicó un biombo elaborado especialmente para ella por las manos de su recordado amigo Migliorisi, con la inscripción biombo de la suerte. Muy cerca, un sillón antiguo hace juego con el conjunto. Claudia nos narra su historia: “Yo lo compré y mi padrastro lo tapizó con lienzo. Le pedí a Ricardo que lo pintara y fue su primer mueble de este estilo, luego elaboró una serie”.
Hay un espacio donde se siente especialmente contenida: se trata de una íntima sala familiar. “Mi casa estaba configurada de otra manera y la pandemia nos obligó a verla con otros ojos de acuerdo con lo que íbamos viviendo. Aquí antes estaba el comedor, pero nos dimos cuenta de que nos sentíamos más contenidos, así que nos mudamos acá y lo digo así porque este es el lugar más habitado de mi hogar”, ahonda.
Su cocina es un lugar verdaderamente acogedor, con un guiño maximalista que se refleja en los cuadros, cestos y repasadores enmarcados que cuelgan de las paredes. En este lugar predominan los tonos oscuros del verde por el imponente mueble en que Claudia guarda especias, teteras y más.
“Nuestra cocina contiene todo aquello que no solamente nos alimenta y nos nutre, sino también disfrutamos. Somos muy fans del café, del té, de la comida saludable y diversa. Entonces, este es el laboratorio de las emociones que genera el sentarnos a la mesa”. “Al final del día, muevo, cambio, subo, bajo cosas, pero lo que quiero es que mi casa me abrace, que nos abrace como familia, que nos contenga y que siempre, siempre, nos invite a pensar”, cierra.