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La Promesa de Dar

El desafío de la empatía

La frase del epígrafe pertenece a Warren Buffet, el billonario que en 2010 se unió a Bill Gates para lanzar un desafío a los más privilegiados de Estados Unidos bajo el nombre de The Giving Pledge —La Promesa de Dar, en español—. El desafío consistía en invitar a las familias más adineradas del país a que se comprometieran a donar la mayor parte de su fortuna a causas que mejoraran el estado del país y del mundo. Sonaba ambicioso, pero tenía todo el sentido.

En un mercado inmenso de posibilidades y consumo, las fortunas amasadas en ese país muchas veces llegan a superar límites insólitos, y es tanto el dinero acumulado que es hasta imposible gastarlo y vergonzoso no redistribuirlo, habiendo tanta miseria y necesidad en el mundo. Con eso en mente se lanzó esta campaña que ha ido creciendo con los años.

A los dos meses de generar el desafío, 40 familias se habían unido comprometiéndose a donar al menos 50 % de su dinero para fines benéficos. Entre ellos estaban fortunas como las de Michael Bloomberg, Ted Turner, Barron Hilton y David Rockefeller. La idea detrás de la campaña es ir refinando la filantropía no solo para poder donar más, sino para lograr también que las donaciones sean más efectivas.

Cada familia puede elegir las causas que prefiere apoyar, incluyendo disminución de la pobreza, ayuda a los refugiados, salud global, educación, fondos para catástrofes, empoderamiento de mujeres y niñas, investigación médica, arte y cultura, reforma de sistemas judiciales y sustentabilidad del ambiente. Y a partir de ahí manos a la obra. Lo que empezó como una idea nacional, pronto se desperdigó por el planeta. Para febrero de 2013, la Promesa de Dar se había vuelto global, con adherentes en Australia, Alemania, India, Malasia, Rusia, Sudáfrica, Ucrania e Inglaterra.

Hoy el proyecto cuenta con 204 familias que representan a 23 países del globo. La Promesa de Dar también sirve de foro para que los filántropos puedan discutir fallas, logros y desafíos de las causas benéficas buscando obtener el mejor provecho posible y un desarrollo sostenible en todas las áreas.

Hace poco, la revista Forbes hizo un seguimiento a quienes eran los más poderosos filántropos en los Estados Unidos. Los que encabezaban la lista eran Bill Gates y Warren Buffet, fundadores de La Promesa de Dar, quienes ya llevan donados 35.8 billones y 35.1 billones respectivamente. El magnate George Soros salió tercero, con un aporte de 32 billones de dólares.

En un análisis global, Estados Unidos lidera la tradición caritativa y atribuyen esto al rol limitado que tiene el gobierno en ese país en comparación a naciones como Canadá y Europa. Y, por supuesto, la capacidad de acumulación de dinero que se da en Norteamérica hace que haya más filántropos que en otros países. Sin duda, esto está cambiando y se están dando este tipo de iniciativas en diversos puntos del planeta.

Desde 2012 se adhirieron 28 miembros no americanos a La Promesa de Dar. Algunos, aunque no han firmado el pacto, han empezado a tomar acción para dar montos millonarios, e incluso hay miembros que han donado más que dinero. Como el magnate indio que donó un riñón a los dos meses de haber cumplido 60 años y lanzó una fundación con una base de 95 millones de dólares enfocada en solucionar problemas de salud y de pobreza. El magnate indio Premji donó 7,5 billones a su país en marzo de 2019, un generoso aporte que lo colocó en la punta de la lista de filántropos fuera de Estados Unidos, pues entregó el 81 % de su riqueza en cuestiones caritativas.

En Australia, los millonarios Andrew Forrest y su esposa llevan donados más de 600 millones de dólares para ser invertidos en la investigación submarina. Y en Sudáfrica, Patrick Motsepe donó 500 millones para proyectos en el continente que incluyen salud, agronegocios, infraestructura y música. También se ha comprometido a donar 100 millones para la reforma agraria y diversas iniciativas educativas.

Millonarios de Latinoamérica también han firmado La Promesa de Dar. Carlos Slim, de México, fue crítico de la propuesta de Gates y Buffet al principio. “Muchos de los problemas se van a resolver con la actividad productiva y desarrollo”, dijo en 2011, mencionando también que la caridad no resuelve la pobreza. Sin embargo, desde 2006 lleva donados 4,2 billones a su fundación y en los últimos años también ha entregado 160 millones de dólares para mejorar condiciones de salud y educación en su país, colaborado con organizaciones como la Fundación de Clinton y (sorprendentemente) la de Bill Gates.

Li Ka- Shing, uno de los principales magnates de China, piensa que apoyar las causas importantes de la sociedad es como un deber de honor con las futuras generaciones. Así también lo entiende el suizo Jansjoreg Wyss que se ha tomado bien en serio la causa del ambiente y se ha comprometido a donar un billón de dólares para arrancar un fondo de conservación de la tierra y el océano que aspira a proteger 30 % de la superficie del planeta para 2030: “Cada uno de nosotros, ciudadanos, filántropos, líderes de negocios y gobiernos deberíamos estar preocupados por la enorme brecha entre qué tan poco esta protegido nuestro mundo natural y cuánto debería estarlo”.

Lo secunda otro suizo, Stephan Schmidheiny, quien desde 2003 ha donado alrededor de 1,5 billones a la caridad, ayudando a organizar la primera conferencia de las Naciones Unidas en Medio Ambiente del año 1992; ha puesto gran parte de su fortuna donada en proyectos de desarrollo sostenible.

Hoy por hoy, muchos de los proyectos son globales, pues sin duda la crisis migratoria de los últimos años (ya sea en Latinoamérica o en zonas de conflicto como Siria) nos ha enseñado que la pobreza y la inequidad nos afecta a todos, tarde o temprano. Son muchos los privilegiados que están comprometidos en mejorar la situación en la que se encuentra el mundo, e indudablemente la brillante idea de La Promesa de Dar es valiosa. Pero lo más importante de esta iniciativa es el mensaje. La actitud ante el privilegio que no solo se aplica al 1 % del club de millonarios.

La solidaridad como principio, la empatía como valor, el amor como regla conlleva un compromiso y una promesa de dar que en realidad nos concierne a todos.

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