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Susana Gertopán

Novelista en primera persona

La literatura está en su ser desde que nació. Susana Gertopán no recuerda cuándo empezó a escribir, pero para ella es algo tan vital como respirar. Asidua lectora, permanente observadora y siempre inquieta por nuevas historias, en estas líneas hablamos tanto de su facilidad para la narrativa como del exilio como tema recurrente en sus novelas. La última de ellas, La casa de la calle 22, incluso se alzó con el Premio Nacional de Literatura 2021.

De niña, Susana Gertopán pasó mucho tiempo en el hogar de sus abuelos. Exiliados, llegaron al país desde el viejo continente perseguidos por ser judíos. Sin documentos, huyeron, dejaron atrás su vida y cambiaron su apellido. Sin embargo, “el ambiente en sus casas era como una transferencia de Europa a Paraguay. Los muebles, recuerdos, adornos, la comida y el idioma. Todo eso influyó mucho en mí y, por esta razón, el tema del exilio es recurrente. Evidentemente representa un conflicto, y si no hay conflicto no hay literatura”, cuenta la novelista.

Si tenemos que ponerle un inicio a su carrera sería el año 1998, con la salida de imprenta de Barrio Palestina, su primera novela. Desde ese entonces hasta hoy, ha publicado un total de 12 títulos. Anteriormente participó en varios talleres literarios. Primero escribió cuentos que se publicaron en antologías, también algo de poesía y luego fue directamente a la novela. Lo que recuerda de ese proceso es el empujón que le
dio Osvaldo González Real, quien leyó Barrio Palestina y le dijo: “Ya vas a publicar”. “Le estoy muy agradecida por ello. Incluso hasta me llevó a hablar con la persona que se convirtió en la editora del libro. Si no hubiese sido por él, quizá no lo hubiese publicado y ahora estaría encajonado”, relata.

En ese preciso momento, la autora estaba iniciando una nueva vida, recién separada, y tomaba clases de instrumentación en el Hospital de Clínicas, donde trabajó por muchos años… y escribía a la par, siempre escribía. Al poco tiempo de su presentación, Barrio Palestina ganó una mención de honor y el público empezó a leer su obra, aunque ella no fue consciente de eso. “Por suerte”, exclama, ya que considera que “es importante separar muy bien al escritor de la persona. Muchas veces mezclamos eso y uno se refugia o se ampara en su trabajo, y deja a un lado esa parte de persona, o al revés. Entonces le da prioridad a lo que tiene para ofrecer como artista, y a lo que la gente ve a través de él. Hay un narcisismo que no es sano”.

La singularidad de sus obras es que Susana escribe sobre lo que le duele. Sus historias son tristes para algunos, pero reales para ella. No solo habla del desarraigo y los exilios territoriales, políticos o económicos, sino también de los propios de cada persona, como “cuando nos recogemos dentro de nosotros mismos y vivimos en un mundo doloroso, nostálgico. Son vidas, mundos de vidas, universos”, añade. Otros aspectos similares en sus líneas es que los personajes siempre son melancólicos: hay desamor, abandonos, despedidas y retornos.

UN HOMENAJE A SUS ABUELOS

Con esto mencionado más arriba, es lógico preguntarse: ¿Qué inspiró a la novelista a escribir sus Cuentos para nietos? La mejor manera de inducir a un niño a la lectura es leyéndole, y este fue un material presentado junto con editorial En Alianza en 2021, que trae consigo relatos como La bicicleta azul de Ramón y el álbum de figuritas, Un globo que crecía en el corazón de la mamá de Clavel y El secreto de los anteojos de Joselo.

En línea con lo ya narrado, Susana nos recuerda que contó con la suerte de tener cuatro abuelos que influyeron muchísimo en su persona. Cada uno aportó algo a su niñez, pero dos de ellos, su abuelo paterno y su abuelo materno, siempre le contaban cuentos. El primero de ellos “era comunista y sus relatos tenían que ver con lo social, lo humano y un poco de filosofía”. En cambio, el segundo “contaba cosas relacionadas con la realidad de la vida, los afectos, el cariño”. Los años transcurrieron y, si bien siempre le atrajeron, Susana nunca se animó a escribir cuentos infantiles.

El tiempo le trajo sus propios nietos, que hoy son siete, y “me di cuenta de que siempre le contaba cuentos a ellos, todos inventados, algunos de ellos los memorizaban. Entonces primero escribí cinco cuentos y luego, cuando nacieron mis otros dos nietos, escribí dos más. Uno para cada uno”, recuerda. No insistió en publicarlos porque, para la escritora, sus novelas estaban primero, hasta que pensó que tendría que hacerlo. Pero no para sus nietos, sino como un homenaje a sus abuelos, quienes contribuyeron a que “yo llegue a ser lo que soy”, afirma.

“Me di cuenta de que siempre le contaba cuentos a ellos, todos inventados, y algunos de ellos los memorizaban. Entonces primero escribí cinco cuentos y luego, cuando nacieron mis otros dos nietos, escribí dos más. Uno para cada uno”.

Susana Gertopán

Por esta razón, Susana se preocupa y ocupa de cuidar la mente de los chicos. “Me da tanto dolor y tristeza ver cómo el niño se olvidó de jugar. Sin el juego no hay fantasía y, sin fantasía, no hay literatura. Tengo siete cuentos y no sé si volvería a escribir más. Yo no quiero relatos fantásticos de dragones; a mí me gustan las historias humanas que tengan un final con el que aprendan algo, que dejen un mensaje”, manifiesta.

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